Antes del partido de este sábado por el tercer lugar de la Copa del Mundo Brasil 2014, había quedado claro de parte de los brasileños que ya nada podía mejorar, pero sí podía empeorar.
Y así fue. La derrota que sufrió hoy la selección anfitriona de la Copa del Mundo de 3-0 ante Holanda en la disputa por el tercer lugar, solo logró que la herida en el corazón de los brasileños tras el 7-1 ante Alemania en semifinales se hiciera más profunda.
Para este partido, en Río de Janeiro todo fue distinto. En los seis juegos anteriores de la selección brasileña la ciudad primero se vestía de fiesta en horas de la mañana, abundaban los “Neymar” por las calles y el ruido de las pitoretas se hacía casi insoportable.
Por la tarde, los negocios empezaban a cerrar temprano y la ciudad se tornaba desierta para ceder su gente a las barriadas, las plazas, las playas y los bares en dónde se pudiese ver el juego.
Pero hoy no había camisetas amarillas por las calles, las pitoretas silenciadas desde las semifinales no volvieron a sonar. La ciudad murió a medias y los “cariocas” vieron este partido con un ojo cerrado y otro abierto.
Tan solo al minuto tres, penal inexistente sobre Robben volvió a poner en amargura a los brasileños, quienes solo esperaban no volver a sufrir una humillación como la del partido anterior ante los alemanes.
En el restaurante Víctor, en la concurrida zona de Lapa, las mesas estaban llenas pero no era fácil distinguir entre brasileños y extranjeros, pues las camisetas de la selección local no estaban presentes para identificarlos.
Sin embargo, ese primer gol reveló la proveniencia de algunos rostros, que se arrugaron por completo en espera de otro desastre futbolístico.
Cae el segundo gol y muchos optan mejor por aplaudirle a Holanda. “La selección brasileña ya no existe, eso que está jugando ahí es una vergüenza”, dice un mesero en voz alta y con el aplauso de la concurrencia.
Brasil logra contener la tormenta antes de que se haga más grande, y en algunos hay esperanza de que se pueda empatar. Pero el empate no llegó nunca y Holanda se llevó ese tercer lugar que no quería con un 3-0 que vuelve a lastimar a los locales.
“Yo mejor me río de Brasil, porque no quiero sufrir por esos jugadores que no se esfuerzan. Ahora solo falta que Argentina gane mañana para que nuestra vergüenza se complete”, dice Luiz, un aficionado.
Al terminar las calles siguen medio vacías, no hay visos de celebración por ninguna parte. Río de Janeiro guarda silencio y solo espera que las horas pasen para que esto termine lo antes posible.