En esta conversación, ocurrida en San Salvador, a raíz de la presentación del volumen de cuentos Catalina y Catalina, el nicaragüense Sergio Ramírez, autor del texto, y los salvadoreños, Manlio Argueda, escritor, y Carlos Cañas, investigador histórico, hablan sobre el tema de la narrativa centroamericana actual.
Sergio Ramírez Mercado.
La antología de autores centroamericanos fue uno de los grandes momentos de la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), perteneciente al Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Ustedes estaban al frente de esa institución. ¿Creen en la necesidad de reavivar un proyecto como este, en las actuales condiciones de comunicación y producción literaria en la región?
Sergio Ramírez: La primera edición, fue de 1972 o 73. Era bastante completa, porque el trabajo que se hizo fue de pura arqueología. Fui a buscar libros que no circulaban, para poder sacar cuentos o autores. Muchos eran autores prácticamente desconocidos, aunque muy buenos. Fui a la colección 15 de Septiembre, que existía en Guatemala, y me regalaron toda la edición y de ahí saqué mucho. En El Salvador, todo lo que editaba Trigueros era muy valioso, muy lindos además; las portadas eran de Carlos Mérida. Era un editor nato.
Carlos Cañas: Lástima que murió tan joven, antes de los 40 años. La imprenta estaba en el Paseo de Contreras. Ahora Miguel Huezo, director de Publicaciones del Consejo para la Cultura y las Artes (Concultura) de El Salvador, ha buscado que se rescate la obra de Trigueros.
Sergio Ramírez: El editó autores de otros países. En la colección Caballito de Mar, hay una antología del nicaragüense Joaquín Pasos.
Manlio Argueta: El hermano de Joaquín, Luis, hizo una antología de Joaquín muy buena.
MB: ¿Hace cuánto no se hace una antología representativa de la narrativa centroamericana?
Manlio Argueta: Bueno, esa fue la última, hace 30 años.
SR: Y esa fue muy buena. A pesar de que no existían computadoras hicimos los índices por edades, países, cronología, autores. Fue muy completa.
CC: EDUCA le solicitó a algunos autores hace unos años que hicieran antologías por países, en poesía y cuento, pero la visión de conjunto es muy necesaria.
SR: Hay que tener cuidado con las antologías de poesía que siempre son vengativas. (risas)
CC: Los años 70 fueron muy productivos en EDUCA.
SR: Estaba Italo López en la editorial y cuando convocábamos a los premios había jurados internacionales de primera, era lo primero que buscábamos, la calidad.
MA: Angel Rama, Manuel Carballo, Marta Traba,… Creo que EDUCA hizo una labor de integración cultural en la región, que hoy ha desaparecido.
CC ¿Qué paso para que eso colapsara?
SR: Que la editorial quebró. Se había creado con el compromiso con los rectores, quienes no tenían mucha fe me que fuera autosostenible. Yo mismo gestioné el préstamos para la creación con el Banco Centroamericano de Integración Económica. (BCIE), con sede en Honduras. En ese tiempo los bancos no tenían la visión, como la tienen ahora, de ser patrocinadores de la cultura y nos dieron un préstamo como a fondo perdido, de cien mil dólares, que entonces, 1968, era mucho dinero. Con eso arrancamos y logramos pagar el préstamo. Ellos se quedaron asombrados de que lo pudiéramos hacer. Recuerdo que la esposa de un amigo, que trabajaba ahí, me contó que el presidente de la Junta Directiva dijo que era un apoyo a la cultura pero no creía que lo fuéramos a pagar.
Pero le editorial comenzó a ganar y se mantuvo bien. Hasta la administración de Lisandro Chávez, que era un hombre muy honrado, pero no sabía de administración. Las publicaciones que se hacían no eran rentables. Cuando nosotros iniciamos compramos los derechos de autores que se podían vender bien, como Salarrué del El Salvador, Miguel Angel Asturias de Guatemala o Fabián Dobles de Costa Rica; esos libros se vendían en los colegios y eso nos daba una venta garantizada muy alta. Con eso sosteníamos a otros autores menos conocidos, con colecciones caras que las vendíamos por suscripción, esa era la colección Viajero. Con esa colección creamos una cosa que se llamaba suscripción de honor, que era una lista que salía publicada en el libro con las personas que nos habían comprado la edición previamente.
MA: Rubén Darío se publicó con esa idea.
SR: En los tiempos de Carmen Naranjo y Sebastián Vaquerano ya se volvió demasiado costarricense la editorial, posiblemente en respuesta a la crisis económica que debía tratar de salvarse. La crisis económica la asfixió, la calidad no pudo mantenerse. Nosotros empezamos a editar cosas de autores nacionales muy buenos pero que no se conocían más que en ediciones locales.
MB: ¿Habrá posibilidad de resucitar el proyecto con sus características originarias?
CC: Sebastián Vaquerano hizo muchas ediciones.
MA: Algunas personas estaban interesadas en revitalizar esto desde EDUCA, pero ahora hubo elección de secretario general y no sé si la persona electa tiene esas mismas ideas. Estas elecciones al CSUCA fueron bastante movidas, hubo mucha confrontación.
SR: Creo que el que eligieron fue rector de la universidad de Guatemala. Aquel Fernández que estuvo ahí, protagonizó el peor proceso. Se robaron todo, fueron llevados a los tribunales y ahí acabó todo el prestigio que tenía la institución.
CC: La publicación con EDUCA tuvo momentos muy importantes, era un editorial de prestigio y de buena circulación. Y no eran libros caros.
SR: Teníamos agentes que se venían por toda Centroamérica en furgonetas. Los libros estaban en todas las librerías y en los aeropuertos. Las ediciones de Asturias las siguen publicando: La de El señor presidente, que es azul y la de Hombres de maíz que es amarilla. Cada vez más desgastadas porque ya la copia no da. (risas).
MB: ¿Cómo está la relación entre los escritores centroamericanos?
SR: Hay un par de congresos en estos días en Nicaragua, pero son prioritariamente de poetas. También hay congresos centroamericanos de literatura que organizan con las universidades de Estados Unidos.
MA: Este año se hace en Alemania.
CC: El problema en nuestras capitales es que para saber lo que se escribe en cada país hay que ir allá, porque en las librerías no se encuentra.
SR: El caso en Managua es peor. Las librerías son un desastre, y prácticamente no hay librerías literarias. Aquí en San Salvador están algunos libros nicaragüenses.
CC: Pero los autores nuevos, por ejemplo en Costa Rica, que publican tanto, no se conoce.
SR: Es que lo que habría es que revivir un sello intermedio, entre las grandes editoriales transnacionales y las locales, pero que signifique calidad. Porque el asunto con las editoriales es que el lector busca una sello que le dé garantía de calidad.
MA: Eso EDUCA se lo había ganado.
SR: Exactamente, se necesita de libros que circulen en toda Centroamérica y que tengan un sello de calidad. Por ejemplo en los años 80 y 90 hubo una gran producción de poesía, pero se publicaba todo y eso debilita el rigor y la calidad del sello que lo edita.
MA: Pero también ocurre, por ejemplo, cuando Sergio publicó a Yolanda Oreamuno y algunos autores costarricenses decían que Yolanda Oreamuno era un invento de Sergio Ramírez.
SR: Es que lo que pasó fue que mientras había autores centroamericanos que estaban escribiendo toda la caso vernácula y de la novela social del banano, ella escribió un libro que nada tenía que ver con eso, La ruta de su evasión, que es una novela buenísisma. Algunos incluso, siendo muy liberales la atacaban señalando cosas de su vida personal.
MA: También estaba Eunice Odio, a la que publicaron muy poco.
SR: Nosotros publicamos Tránsito de fuego, que era un buen libro. Ellas eran mujeres que se salieron de época en Costa Rica, de una época provinciana, conservadora y ellas eran mujeres libres, muy bellas además, que rompían con todos los esquemas. Tenían todos los requisitos para que las vieran como demonios. Terminaron ambas en tumbas sin nombre.
MA: Una tica de esas que se salvó fue Chavela Vargas, pero a los 80 años. Ahora es reconocida en Europa.
SR: Yo siempre fui un fan de ella. Ahora no canta nada, pero era esplendorosa. Me la he encontrado algunas veces en aviones viniendo para Costa Rica. Ella es guanacasteca, lo cual quiere decir nica (risas).
CC: Sergio, en sus obras hay mucha presencia de la música y muchas referencias, pero no hay relaciones con el cine.
SR: Al contrario, yo estoy muy ligado al cine. La familia de mi padre era de músicos, pero de parte de mi madre, mi tío Angel Mercado era el dueño del cine del pueblo de Masatepe y yo tuve mi formación como escritor desde niño en el cine. Era proyeccionista de películas y vi mucho cine mexicano desde la ventanilla del proyector.
El cuento Perdón y olvido, del libro Catalina y Catalina, está compuesto sobre una experiencia con el cine.
MA: Además en Costa Rica estuviste en la creación de Istmo Films con Oscar Castillo y la Sala Garbo. Con las que hicieron varias películas.
MB: ¿Sergio, usted ha trabajado en guión para cine?
SR: Sí, hice uno de Sandino que íbamos a filmar con una productora de Puerto Rico. Los derechos los tenía Istmo Films. Es el único guión que he trabajado.
MB: Pero le gustaría volver a hacerlo.
SR: Sí lo que pasa es que no se ha dado la ocasión. Realmente nunca se ha ofrecido.
MB: ¿Qué opinión tiene de la serie Castigo Divino?
SR: Lo que pasa es que desde el principio eso se planteó como una película colombiana. La iba a dirigir Jorge Alí Triana, que para mí era una garantía y el guionista también era muy bueno. Pero vi que la habían adaptado completamente al ambiente y el lenguaje colombianos. Entonces ya no me metí. Hacerla en Nicaragua subía mucho los costos, de modo que la filmaron en Sipaquirá, Colombia. Creo que hicieron una cosa distinta, pero buena.
MB: Hablemos sobre su próxima novela que sale este año.
SR: Sí, es una novela que se llama Sombras nada más, que sale en noviembre. Es sobre el tema de un viejo somocista que secuestran en una finca, antes del triunfo de la revolución y lo llevan a juzgar a un pequeño pueblo que se llama Tola, cerca de Rivas. Trata el juicio, la vida de él y sobre los guerrilleros que lo juzgan. Algo distinto a lo demás que he escrito. La historia se desarrolla en un día. Está basada en un hecho real y se sitúa en junio de 1979, cuando no se sabía quién tenía el control del país. Uno de los personajes es el último de los Somoza, el Chiguín, a quien casualmente me encontré hace poco en un restaurante en Guatemala, donde vive.
MB: ¿Cómo fue ese encuentro?
SR: Como son los Somoza, ampuloso, se me acercó a saludarme, muy cordial. Me dijo: Leí su libro Adiós muchachos, muy duro contra nosotros pero muy bueno. Yo me dije para mí: Esperate lo que viene (risas).
MB: Esta novela lo acerca al tema de la revolución, que hasta ahora ha evadido. ¿Seguirá con ese tema?
SR: No. En realidad sí me acerca, pero ahora quiero hacer otra cosa. Quiero meterme con el periodismo de reportaje. Tengo el plan de hacer un libro sobre el asesinato de monseñor Girardi, de Guatemala. Ya tengo la documentación. Es algo de una gran tensión narrativa.
MA: Además te salís de Nicaragua en tu narrativa y eso tiene que ver con esa visión regional. También mi última novela la ubico en diversas capitales de la región y en otras ciudades fuera. Porque es necesario hablar de la región, ampliar la visión.
CC: ¿Cómo valora el estado actual de la narrativa centroamericana?
SR: Creo que después de la generación a la que pertenezco, hay cosas muy valiosas. Es un momento de gran producción, pero todavía de poca criba.
Ahora, eso de la narrativa centroamericana es algo que se cultiva en las universidades gringas y algunas europeas, pero hacia fuera, en la crítica o los suplementos literarios, se nos considera dentro de la literatura del Caribe. El peso de Centroamérica como región tuvo peso durante los años 80, los de la guerra desgraciadamente, pero ahora no se ve claramente en ese sentido. En cambio el Caribe sí tiene presencia y la música juega un papel muy importante en ese sentido.
MA: Pero también vivimos muy separados entre nosotros, cada uno por su lado. Se han perdido aquellas visiones que se tenían a finales de la década del 60, con la revistas como Repertorio, o la que hacía Pablo Antonio Cuadra. Había un interés hacia la región a través de lo cultural. Se perdió lo que habíamos avanzado.
SR: Creo que falta un elemento catalizador que vincule. Uno se encuentra en los congresos y reuniones de autores centroamericanos muchos materiales, pero no trascienden, es como un círculo cerrado.
MA: En El Salvador u Honduras no hay tradición de suplementos literarios, como sí hay en Nicaragua o ha habido en Costa Rica.
MB: ¿Cómo hacen los escritores centroamericanos para saber las cosas que se están haciendo en otros países?
SR: Bueno, creo que soy privilegiado porque me mandan muchas cosas y cuando viajo llevo gran cantidad de libros que me dan en todas partes. Muchas cosas se publican por el esfuerzo de los propios autores, desgraciadamente en ediciones muy pequeñas y que circulan poco. Son condiciones muy precarias. La gente tiene sed de publicar. Todo el que escribió algo quiere publicarlo y se encuentra con una maraña muy difícil de vencer; las librerías no los promocionan, lo regala a los amigos, pero los libros regalados nadie los lee. Es muy duro. Por eso las antologías son tan importantes, porque ayudan a valorar y cribar. Desde las antologías que hicimos se han publicado docenas de ediciones que se desconocen. El entusiasmo de entonces ya no existe y no se puede pretender que así sea.
MA: Nosotros nos metíamos en todo, revisábamos portadas, tipografías, todo. Pero eso ya no se puede hacer.
SR: Trabajábamos de forma rudimentaria. Despegábamos letra por letra, con Letraset para hacer las portadas. Ahora debe hacerse un proyecto intermedio entro lo de gran editorial y lo otro que se está haciendo. Se necesita que exista un buen criterio selectivo, que los libros circulen por todos los países con eficiencia editorial, de manera que sea una estructura que permita reconocer autores y que suban los que valen la pena y se catapulten.