Los elementos de la novela negra, el vértigo, la intriga y el desenlace sorprendente, junto con las novelas sobre la segunda guerra mundial y la novela tradicional de ciencia-ficción, dieron a luz, particularmente en los Estados Unidos a la ciberliteratura. Este nuevo género de literatura menor, ganó adeptos rápidamente y el acelerado ritmo de su narración favoreció que, como con la novela negra, fuera rápidamente trasladado al cine. Así, la difusión mundial sobre autores como Phillip K. Dick, Arthur C. Clarke o William Gibson, impulsó a muchos más escritores a experimentar en el nuevo género.
Esta generación de escritores es la que se crió con el impacto del «boom» latinoamericano, por lo cual ubicación a favor o en contra de las formas de expresión de las obras más reconocidas de ese fenómeno determinó en mucho la propia.
Algunos de los escritores jóvenes optan por una narrativa que se distancie de lo bucólico, histórico y real maravilloso, para orientarse por obra de corte psicológico, citadino, tremendista y a la vez íntimo.
Es así como muchos de los escritos de esta generación encuentran más vínculos con las obras de la generación que los precede, que con la narrativa social campesina que es anterior a ésta.
Personajes de vidas opacas, intrascendentes, los conflictos familiares, la incomprensión, el tremendismo de una muerte no dramática pero inminente, la pérdida de la candidez, la degradación paulatina de una clase social y las relaciones que genera. Estos son los elementos que predominan en esa narrativa, donde se percibe el reflejo de una sociedad conservadora, que no imagina siquiera el impacto que recibirá muy poco después y por tanto no será capaz de responderlo.
Dentro de esta generación está Rodrigo Soto, y quizás sea él mismo uno de sus principales representantes.
Desde sus obras anteriores en narrativa, este autor ha ofrecido un mundo intimista, donde los personajes intentan acomodarse frente a los vaivenes del entorno.
En el caso de «Figuras en el espejo», alcanza la culminación de esa obra, que se puede seguir como una sola a lo largo de todos sus escritos narrativos.
Formalmente Soto introduce una estructura fragmentada, con rasgos experimentales en la composición faulkneriana o donosiana a ratos, en cuanto a lenguaje, acude a lo coloquial para retratar a sus personajes desde una voz propia. Ambos recursos le dan contemporaneidad a la obra.
En cuanto a la narración anecdótica, el autor realiza aquí un ejercicio de honestidad admirable. Casi autobiográfica como una opera prima, Soto muestra a una generación desde su infancia, con sus sueños, anhelos, frustraciones, decepciones, delirios, fallos, traiciones, que por las referencias temporales a los años 70 y 80 del siglo pasado, cabe sospechar el protagonismo del mismo autor.
La obra no pretende grandes vuelos, es un trabajo sencillo, muy honesto y bien armado, que sirve para, de la mano con los personajes, caminar por una sociedad costarricense que poco a poco su va diluyendo como un espejismo.