Hasta el momento no hay señales de presencia de magma o lava, según los especialistas.
Tras tres semanas de haber incrementado su actividad, el volcán Turrialba se encuentra en la misma fase y no ha variado en forma significativa su comportamiento. Sin embargo, la alerta amarilla debe continuar, sobre todo en las comunidades adyacentes al maciso, así como las restricciones para que los pobladores regresen a sus viviendas y a sus fincas.
De acuerdo con Raúl Mora, vulcanólogo de la Red Sismológica Nacional (RSN: UCR-ICE), el volcán continúa expulsando ceniza y gases por la nueva abertura que se abrió en el cráter principal (oeste) y hasta el momento no hay ninguna señal del ascenso de magma o la presencia de lava.
Asimismo, los especialistas consideran que se mantiene la posibilidad de un deslizamiento en dicho cráter, debido al boquete de 100 metros de longitud que se abrió en las últimas semanas. Esto podría causar avalanchas de material como ceniza y rocas, tanto dentro como fuera del cráter.
La RSN aumentó la cantidad de estaciones sísmicas colocadas en el Turrialba, con el propósito de monitorear el origen y posibles cambios en la sismicidad, la cual es para los expertos una herramienta muy importante para entender qué está pasando en el interior de un volcán.
Además de las señales sísmicas hay otros aspectos que completan la radiografía de un volcán, tales como la geoquímica (análisis químico de los componentes de los gases), visitas de campo, deformación de paredes, aumento en la temperatura y en la concentración de ciertos gases, explicó Mora.
“Es como cuando un médico realiza un dictamen de un paciente, le toma muestras de orina y de sangre y le hace radiografías para saber qué está pasando. Lo mismo sucede con un volcán: un solo dato no es confiable, hay que analizar todos en conjunto”, afirmó.
El Turrialba, que realizó su última erupción importante hace 144 años, es estudiado y vigilado en forma permanente por los especialistas de la RSN, de la Escuela Centroamericana de Geología y del Centro de Investigaciones Geológicas de la Universidad de Costa Rica.
Además, los científicos se mantienen en contacto con reconocidos expertos de universidades de otros países, entre ellos Tobías P. Fischer, vulcanólogo con énfasis en actividad volcánica de la Universidad de Nuevo México, y David Hilton, geoquímico del Instituto de Oceanografía Scripps, de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos. En los últimos diez años, ambos especialistas han venido al país a realizar mediciones en los volcanes Poás y Turrialba.
POBLADORES NO DEBEN REGRESAR
Para Mora, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) hace bien en mantener la alerta amarilla en las comunidades aledañas, porque en su criterio las actividades agropecuarias en la zona deberían suspenderse y las poblaciones más cercanas, como La Central, deberían ser reubicadas a áreas más seguras.
La actividad de un volcán presenta altibajos y puede durar semanas, meses o años, por lo cual “tenemos que estar preparados”, advirtió Mora.
Recordó que Costa Rica es un país con muchos volcanes, por lo que urge establecer regulaciones a las actividades económicas y humanas que se desarrollan en los alrededores de los volcanes activos. Una de estas es el turismo, que pese a su importancia en nuestro país, debe ser manejado en forma responsable.
Los volcanes que actualmente presentan mayores riesgos y en donde se deberían aplicar esas medidas son el Poás, Turrialba, Irazú, Arenal, Rincón de la Vieja, Barba y Platanar.
El Arenal es el único para el cual se establecieron restricciones del uso del suelo, aunque aún hay hoteles y centros turísticos ubicados en la zona de máxima restricción.
El vulcanólogo también llamó la atención sobre la necesidad de formar especialistas en la atención de emergencias volcánicas, como sí existen en países como Ecuador. Citó como ejemplo personas especializadas en la limpieza de ceniza en motores y turbinas de aviones.
