Ricardo Patiño, canciller de Ecuador: “Para convencer de socialismo, hay que hablarle al pueblo claramente”

Ricardo Patiño, canciller de Ecuador, visitó Costa Rica para consolidar cooperación con Costa Rica. (Foto: Katya Alvarado)En una visita oficial a Costa Rica, el

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Ricardo Patiño, canciller de Ecuador, visitó Costa Rica para consolidar cooperación con Costa Rica. (Foto: Katya Alvarado)

En una visita oficial a Costa Rica, el pasado 23 de enero, Ricardo Patiño, canciller de Ecuador, aprovechó para entrar en contacto con sus conciudadanos, rendir cuentas y buscar acuerdos de cooperación con nuestro país en materia de ciencia y tecnología, así como en la definición de las fronteras marítimas que ambos países comparten.

También dio a conocer su posición en el juicio en que enfrenta ese Estado con la empresa petrolera Chevron, en la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, Holanda.

En entrevista con UNIVERSIDAD, el economista de 59 años contó cómo el entonces candidato a la presidencia, Rafael Correa, convenció para cambiar de sistema político desde el 2006 y cómo se inserta la inversión privada durante el actual gobierno socialista. A continuación un resumen de la entrevista.

 

Hemos visto cómo los gobiernos socialistas se han expandido en la última década, especialmente en América del Sur y los han premiado sus habitantes −en algunos casos− al darles continuidad. ¿Se está contagiando América Latina de estos casos?

− Creo que los pueblos se están dando cuenta que sí es posible otro mundo; esto era una consigna hace 15 años atrás, cuando el Foro Social de las Américas decía “otro mundo es posible”, y ya nosotros decíamos “otro Ecuador es posible”. En 1998, antes de que Hugo Chávez llegara al poder en Venezuela, era un sueño; se fue difundiendo y nos hemos dado cuenta que la mayor parte de los gobiernos socialistas y progresistas −a través de profundos cambios en la sociedad, en las estructuras del poder− estamos saliendo adelante. Algunos con distintos modelos, distintas formas y capacidades de gestión; sin embargo, estamos saliendo adelante y esto genera un contagio positivo que se refleja en las votaciones.

 

¿Cuál fue la receta que ustedes en Ecuador implementaron para que los pueblos no tuvieran miedo al cambio del modelo a que estaban acostumbrados?

− Diría que fue una combinación: primero, de un mensaje claro y de liderazgos fuertes y valientes, con una visión muy precisa de lo que hay que hacer, no engañando, no presentando solapadamente lo que se quiere hacer para después sacar las uñas, ¡de ninguna manera!, sino diciendo de frente lo que se quiere hacer. Durante la campaña, en el 2006, nos decían: “no, mejor no digan que vamos a hacer socialismo del siglo XXI”; pero dijimos: “¡Sí, vamos a hacer un socialismo del siglo XXI! ¡Vamos a hacer una revolución!” Nos decían que no dijéramos nada de sacar la base militar de Estados Unidos en Ecuador, y dijimos: “¡vamos a sacar la base militar de Estados Unidos!…” Cuando se le habla al pueblo claramente, este se da cuenta de hacia dónde va a ir y te da la oportunidad y te dice “vamos a ver”. Lo importante, después de eso, es no traicionar.

 

Eso para convencer al pueblo, ¿y al empresario e inversionista privados?

− Eso es muy difícil. Nos ha costado muchos años hacerlo pero, en la práctica, los primeros años teníamos claro que ellos (los inversionistas privados) no iban a confiar en nosotros, que nos basamos mucho en el crecimiento económico y la inversión pública. Una buena parte del crecimiento lo hicimos con inversión pública, porque la inversión privada estaba atemorizada; el dinero es miedoso, huye ante cualquier sospecha, pero las políticas claras y el respeto a la iniciativa privada fueron determinantes. Con el tiempo, los mismos empresarios se dan cuenta que es positivo porque, cuando hay una sociedad revolucionaria que atiende a la población, esta tiene mejores ingresos y calidad de vida, y eso a los empresarios les significa mayor demanda. La revolución ciudadana redistribuía la riqueza, pero genera más riqueza; entonces, los sectores empresariales entienden y a muchos de ellos nunca les ha ido tan bien.

 

Pero no todo es positivo. ¿Cuáles cree usted que son los principales obstáculos que tiene este sistema?

− Muchísimos. Uno de ellos es generar la calidad en el servicio de salud y educación. Porque una cosa es tener equipo y hospitales, pero otra es cambiar profundamente a la gente, que un servidor público se convierta en servidor público, que sepa que está recibiendo el salario de su pueblo y que se ofrezca a atender con la mejor condición; eso todavía no lo hemos logrado, pero falta mucho.

Con la excelencia educativa, con la plata, puedes tener más laboratorios y libros, uniformes, pero no puedes mejorar a los profesores solamente con plata. Nuestra burocracia, acostumbrada al papelerío y los trámites, a hacer difíciles las cosas para que con la corrupción lo puedas hacer fáciles, es parte de una cultura muy grande. Y en la sociedad en general, nosotros debemos hacer una revolución urbana y para lograrlo la gente tiene que aprender las disposiciones que la ley establece.

En el campo, no hemos hecho absolutamente nada; todavía ahí no llegamos, a transformar la ruralidad, para que vivir en el sector rural sea más o menos lo mismo que vivir en el sector urbano. Ahí nos falta mejorar la productividad, trasformar las propiedades de las tierras, las condiciones de vida, y transformar la matriz productiva. Seguimos produciendo productos primarios. Necesitamos inversión privada y talento humano, y eso estamos formando. De lo que sí estamos seguros es que estamos en el camino correcto. 

 

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