Para quienes han votado muchas veces, o quienes apenas deben cruzar la calle para llegar al centro de votación, o el derecho les llegó de gratis con la mayoría de edad, es posible que el depositar su voto en la urna sea apenas una rutina de cada cuatro años.
Pero dentro de las 3.078.321 personas inscritas para esta elección, hay algunas para las que marcar la papeleta con el crayón tiene un significado especial, más allá de cumplir con su deber ciudadano.
En la cárcel de San Sebastián 107 privados de libertad están inscritos para votar en dos juntas receptoras que se convierten en la ventana que les permite aportar a la decisión que tome este domingo el resto de la sociedad.
Jeremy es uno de estos privados de libertad que se acercó a votar porque considera importante ejercer y defender ese derecho. Dice que quisiera un gobierno que ofrezca más oportunidades de estudio y trabajo, aunque las condenas que lleva encima no le permitan disfrutarlas.
Ana María Estrada es nicaragüense de nacimiento y costarricense de corazón. Su cédula de identidad inicia en “8” pues es una de las 50.003 personas naturalizadas que podrán votar en esta elección.
Esta habitante de La Carpio desde 1995 votará por tercera vez en el país que la acogió, pero no se conforma solo marcar la papeleta. Ella es también activa dirigente del Partido Liberación Nacional (PLN) en su comunidad.
“Mi trabajo es apoyar a mi partido y aunque muchos inmigrantes de acá no tienen derecho a votar, hay que acordarse de que nosotros también contamos, nuestros hijos son costarricenses y vivimos aquí”, comenta a UNIVERSIDAD.
Para esta mujer nacida en Managua es todo un orgullo poder votar en el país que esa ahora su casa, y aportar con su esfuerzo al “partido de sus amores”.
En localidades como Ococa, ubicada a 15 kilómetros al suroeste de San Ignacio de Acosta y a 45 de San José; el evidente entusiasmo de los jóvenes que esperaban en el centro de votación se vio contenido por la escasa afluencia de votantes.
“Estoy con el Frente Amplio desde noviembre. Aquí estamos a puro entusiasmo. No como otras tendencias que disponen de muchos recursos”, dijo Jesús Mora ante la evidente desventaja frente a la bien afinada maquinara electoral oficialista.
Los partidarios del PLN iban a buscar a sus casas a sus seguidores, mientras que el resto de partidos solo contaba con un pequeño grupo de entusiastas guías y una capacidad logística muy limitada.
“Yo creo que es la organización la que puede marcar la diferencia entre Liberación y el Frente Amplio y el PAC, aunque no hay que dejar de lado el voto silencioso, que es mucho, porque ahora la gente ya sabe a qué mesa tiene que ir”, expresó Adrián Bonilla, profesor de agricultura.
El entusiasmo de los jóvenes en Ococa quizá sea algo diferente al que siente Astrid a quién su primer voto no le llegó a los 18 años, sino a los 21; lo que combinado a sus convicciones políticas y la madurez que da el hacerse cargo de sí misma de los 17, hacen que no se sienta “primeriza”.
“Yo quiero una Costa Rica más inclusiva. Eso es algo que me desvela”, dice esta nueva votante quien con mucha seguridad enfrenta sus ideas a aquellas que llevan a muchos a votar por “tradición” y por las glorias pasadas de un partido.
“Todos deberíamos ser una voz activa, unos ojos fiscalizadores y unos oídos atentos. Eso creo yo de la política”, afirma.
A la casa de doña Ileana la separan 600 metros de su centro de votación. Ella los camina segura y confiada, no va sola. Chía, de raza Labrador, es su guía para sortear obstáculos, es sus ojos en la calle.
La vista la abandonó antes de emitir su primer voto, a los 15 años de edad. Hoy vota con una plantilla de Braile que se coloca sobre la papeleta. Antes debía hacer su voto público, hoy su voto es secreto como el cualquier otro ciudadano.
Sin embargo la plantilla de Braile no le resuelve del todo, porque solo contiene las siglas de los candidatos y tiene que pedir a los miembros de mesa que le lean los nombres completos para no equivocarse en su voto.
*Información elaborada en colaboración con los periodistas Daniela Muñoz, Beatriz Fernández, Manuel Bermúdez y José Eduardo Mora.
