El Diario del Amante

Adriano de San Martín

Poesía

BBB producciones

2013

El Diario del Amante o la elegía de la amada

Adriano Corrales nos enmarca su nuevo poemario, El Diario del Amante, con cuatro epígrafes a cual más intensos y a cual más reveladores de lo que será su esencia. En  el primero, de Gonzalo Rojas, el plantemineto es metafísico: ¿Qué se ama cuando se ama? Una de las grandes preguntas que conlleva un definido cuetionamiento existencial. En el segundo, de Catulo, este se refiere a la antítesis, a los opuestos amor-odio y a las incógnitas que plantea dicha antítesis. Y sobre Catulo, recordemos que tanto él como Horacio suelen expresar el amor y la sexualidad muchas veces de manera cruda y directa, rasgo que encontraremos también en el poemario que hoy nos convoca. Un tercer epígrafe −desde mi perspectiva  el más importante− por lo que propone de homenaje a la amada; y para cerrar uno de Huxley en el que hay una referencia a lo efímero complementando el concepto de amor como lo que produce descontento…

En esta manera especial de contextualizar su voz poética, el autor nos propone una exploración del concepto de amor y del erotismo desde distintos ángulos,  acercamientos desde diferentes perspectivas, que van desde la delicadeza de un lenguaje cuidado, hasta la expresión cruda y sin tapujos en un lenguaje directo y conciso, de uso cotidiano.

Octavio Paz se refiere al Erotismo y a la poesía manifestando que el primero es una metáfora de la sexualidad, y la segunda una erotización del lenguaje. “El diario del Amante” es un poemario pletórico de metáforas sobre la sexualidad, pero también de testimonio directo sobre esta.

Iniciamos el tránsito por el poemario, y lo primero que nos asalta es la nitidez del paisaje exterior que se va dibujando en cada poema, de una sutileza de finísima telaraña, que envuelve el transcurrir de la voz poética con aromas de bosque, de montaña, de aguas mansas y árboles perfumados, marco especial para el encuentro amatorio.

Los poemas continúan recreándonos el acto amoroso en momentos de total ingravidez,  como suspiros lanzados al viento, para acercarnos luego a la furia enardecida de una entrega sin contenciones, algunos de ellos adornados con adjetivaciones profusas, otros casi monacales en su austeridad.

El tema del mar, con su fortísima carga simbólica, y pese a ser un recurso muy utilizado, adquiere nueva dimensión en la poesía de Adriano. Nos lleva a transitar por habitaciones de arena, nos deslumbra con un despliegue de velas y la piel de la amada es una con la humedad de la costa… permea, inunda todo, no hay resquicio al que no llegue, y nos va entonces llenando con olor a mar, que termina confundiéndose, en ese juego de los sentidos que propone el poeta, con el olor de semen. Más que un diario del amante, el poemario se transforma por momentos en verdadera elegía de la amada, desde su piel, su geografía plena, su sexo.

Otro muy interesante rasgo del Diario del amante, más allá del uso novedoso de ciertos tropos, y reiteramos, está en la dicotomía en el uso del lenguaje. El poeta se deleita con un lenguaje pulido, “culto”, que nos eleva −aun cuando los temas sean de de piel y tacto−  a un plano etéreo,  para luego hacernos transitar por espacios terrenos, al utilizar, en un mismo texto, términos que podrían considerarse banales… en un juego, una vez más, que propone la identificación con los contrarios, y citamos:

me estrujo y me embrutezco/ armándote y amándote/ frente al espejo/

amándome emputecido/ recién salido de tus pechos/

me orgasmo y me deliro/ desesperado por tus gritos

tus golpes, tus mordiscos, tus gemidos

Después de un recorrido por poemas álgidos, intempestivos y rotundos, el poemario también se desgrana y nos recrea en momentos de la soledad anhelante… cuando el mundo se suspende en la memoria de lo ausente, y citamos:

ESTA NOCHE

Las nubes /envolvieron la luna/ Las sábanas se enfrían / sin su aullido de loba tierna

Ambiciono adentrarme/ en el delirio de la madriguera…

Uno de los poemas que, en su aparente sencillez, encierran el mundo del desamparo y del anhelo que produce la ausencia de la amada.

La pasión también se viste de ternura, y entonces el poeta nos dice: Dormida

presiento la desnudez /bajo las sábanas

Destapo el paraíso /y te acaricio con mi mirada

Y cuando la ausencia va en un pulso ascendente, inundando de soledad los rincones, son las palabras las que sustituyen a la amada, son las palabras las que mantienen la presencia de la ausente, para continuar haciendo el amor desde la poesía y regresamos entonces a la segunda parte del concepto del gran Octavio Paz: la poesía se convierte en erotización del lenguaje. Esa ausencia pesa, y torna sombría la esperanza, la ausencia de la amada que ya no se recupera y se busca en nuevos caminos, “Ahora te busco por otros cuerpos”.

Es justamente el dolor de la ausencia, el dolor de lo añorado y perdido, el que palpita en los últimos poemas, en los cuales se diluye el encantamiento de la naturaleza que sirvió de apertura al poemario, para cerrar con la agreste presencia de la ciudad, fría, distante, como lo suele ser la soledad.

Un poemario inflamado, un poemario inflamable, un poemario inflamante, es el que nos propone nuestro querido Adriano Corrales con El diario del amante. ¡Muchísimas gracias, poeta! Queda en usted, amigo lector, completar esta reseña cuando lo tenga entre sus manos.