La justicia social es como una obra de arte: cada detalle cuenta

Todo aquel que sabe de la famosa Mona Lisa de Da Vinci, posiblemente ha oído hablar de los detalles en sus ojos, la forma

Todo aquel que sabe de la famosa Mona Lisa de Da Vinci, posiblemente ha oído hablar de los detalles en sus ojos, la forma en cómo “estos siguen a la persona” que admira la obra. Actualmente se podría hablar por ejemplo de la forma en cómo Sandra Chevrier combina técnicas tradicionales de producir arte comics para producir un estilo que definitivamente la diferencia de otros artistas. Estos mismos detalles también se encuentran en nuestro diario vivir, esos mismos detalles que como sociedad nos fortalecen o nos debilitan.

Actualmente, es fácil conocer personas indignadas por el estado actual de las cosas, facilísimo oír gente hablar horas de horas acerca de los problemas de corrupción en el país; oír personas hablar de la injusticia, o de la incapacidad de los diputados de tomar como suyas situaciones de otras personas. Aún más bonito cuando nos agarra el síndrome del «Pobrecito». A veces hasta parece natural ese sentimiento de: «De fijo alguien ahorita le ayuda» y quedarse esperando, viendo las injusticias fluir, aumentar y hasta empeorar.

Les cuento mi historia brevemente; desde hace unos días me siento feliz porque pude salirme de ese «valeverguismo social» (como popularmente le decimos) que tanto parece caracterizar a la «Sociedad del Conocimiento». Por un momento pude solidarizarme de sentimiento y acción. En este caso, con una señora que le tocó irse sentada en el piso de un bus casi 2 horas. No, no es familia mía, y tampoco ocupaba serlo ni recordarme a un familiar para ayudarle; es un ser viviente. Y como ser viviente, además de ser una persona mayor, creo que le podía tender una mano. Le di mi campo, y a partir de ese momento acepto que no tuve el viaje más cómodo de mi vida; pero, a cambio de mis buenas vibras e incomodidad, recibí una gran sonrisa y un «gracias muchacho».

Con lo que yo recibí, alegré mi día; pero con las buenas vibras que esa señora recibió y estoy seguro va a propagar, alegré mi alma. Espero que eso vaya a generar una serie de encadenamientos de buenas acciones, que pequeños detalles enriquezcan nuestra sociedad, puesto las buenas vibras ocupan alimentarse de más buenas vibras. Este momento será parte de una lección de vida propia.

Me parece que el verdadero cambio, la verdadera forma de progresar es juntos; como dicen en la Fundación Freidrich Ebert-Stiftung, en solitario nada, en solidario todo. Considero que con mayor acción ciudadana y responsabilidad, la sociedad mejora; creo que es el momento de demostrar que el cambio no lo hacen los políticos; los gobiernos cambian cuatro años, el pueblo no. El cambio verdadero lo hacemos nosotros, cumpliendo con lo que nos toca; un o una líder estudiantil que no estudia o pasa su vida entera en la Universidad, ¿con qué cara va a pedir a los demás que cumplan con lo suyo? Además de cumplir con lo nuestro, también es importante que consideremos en qué podemos ayudarle a quienes estén a nuestro alrededor.

Por último me gustaría recordar una frase de Mahatma Gandhi, que dice “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Con esta corta pero poderosa frase, considero que puede resumirse la idea de este artículo, que trata de ser y hacer lo que pedimos que otros u otras hagan. Trata de ser una pincelada a esta obra de arte llamada Justicia Social, que por cierto no ocupa ser pintada con un mismo pincel: entre más pinceles y más variedad de pinceles trabajando por el mismo fin, logramos una obra de arte más enriquecida. Entre muchas pequeñas acciones y coacciones, lograremos ir embelleciendo nuestra obra de Justicia Social; nunca dejemos de trabajarla, puesto que toda obra de arte siempre tiene por dónde mejorarse. Vivamos siempre luchando por la libertad, la igualdad y la solidaridad, y así  por un mayor progreso social.

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