Bioética y política

La Bioética, como disciplina, tiene muchas tareas por delante. Una de tantas es demarcar su ámbito epistemológico. Pero también, mientras construye esta epistemología fundamental,

La Bioética, como disciplina, tiene muchas tareas por delante. Una de tantas es demarcar su ámbito epistemológico. Pero también, mientras construye esta epistemología fundamental, tiene que establecer el rol que cumplen ciertas actividades humanas con influencias inmediatas en el ámbito social.

Es importante aclarar las relaciones existentes entre bioética y política. Si en ética de la ciencia y la tecnología se afirma que no todo lo técnicamente realizable es éticamente correcto, se puede afirmar también que no todo lo políticamente propuesto en ámbitos sanitarios y científicos es bioéticamente aceptable.

Hay muchos proyectos de ley que parecen moverse más por intereses económicos, que por intereses propiamente sociales y humanitarios. El problema es el discurso de legitimidad que los abriga. En nuestro medio, por ejemplo, hay cierta cultura de legitimidad jurídica, haciendo pasar por correcto todo aquello que pueda legitimarse por una norma, o al menos, la interpretación de esa norma a favor de lo que se quiere, ad hoc. La unión de este cosmos normativo con lo ideológicamente político, intenta legitimar cursos de acción social.

Cuando una acción política adquiere amparo jurídico, los problemas éticos empiezan a manifestarse. Y en este sentido existe un claro conflicto entre principios éticos, valores morales, y normas jurídicas. No todo lo legal es ético, ni todo lo ético tiene que codificarse en términos jurídicos, para que tenga validez y legitimad práctica y vinculante con las acciones humanas.

La autonomía de la conciencia moral, principio fundamental de la deontología kantiana y herencia de la modernidad, sirve como punto de partida para el análisis de una moral dominada por intereses domesticantes. La bioética, como disciplina y no como discurso institucionalizado, tiene que buscar esa autonomía ante aparatos de control social.

La política está fuertemente influenciada por cierto aparato ideológico, que se manifiesta en sus prácticas sociales. La justicia distributiva, propia de una ética sanitaria, queda condicionada por ese marco ideológico. Pera también la política puede caer en un fundamentalismo religioso. Entonces se intenta elevar a un plano universal los fanatismos morales particulares.

Hay asuntos que son estrictamente objeto de estudio de la Bioética. Esto es, asuntos que merecen un análisis propio de expertos en la materia. La politización de la bioética permite que ciertos proyectos busquen aprobación, orientados por intereses ideológicos, económicos e incluso religiosos.

Hay asuntos recurrentes y de gran importancia en Bioética. Sin embargo, pierden legitimidad y profundidad en el tratamiento, cuando son abordados por intereses políticos. De acuerdo con los intereses de la política vigente, así se mueven los asuntos de interés bioético. De esta forma la Bioética pierde autonomía, pues no pasan por un análisis estrictamente bioético, sino por los intereses políticos de un cierto sector. El mal se asoma cuando se usa la palabrilla bioética como garante de legitimidad ética. El ciudadano informado, al escuchar que se han realizado análisis bioéticos, confía en los cursos de acción por realizarse. En esto lleva razón el filósofo José Gómez-Heras, cuando afirma que muchos asuntos de interés bioético “están siendo objeto de toma de decisiones  por parte del poder de turno, decisiones que influyen de modo determinante en la construcción de la conciencia cotidiana”.

La toma de decisiones políticas afecta a la comunidad, a la sociedad civil, en cualquiera de sus esferas. Hay decisiones políticas que afectan la vida social y que invaden los ámbitos biomédicos, ecológicos, sanitarios, entre muchos otros. La improvisación política tiene consecuencias sociales desfavorables. Hay asuntos de interés social que merecen un análisis detenido, y por esa razón, no pueden ser objeto de estudio de un único saber, ni de un saber orientado por presupuestos dogmáticos. No es saludable politizar la Bioética, ni que asuntos bioéticos sean abordados con superficialidad.

La Bioética en nuestro medio aún sigue enclaustrada, prácticamente institucionalizada. La bioética va más allá de asuntos clínicos y protocolares. Pero si de ahí brinca a los intereses políticos, la Bioética como disciplina difícilmente alcance legitimidad profesional, pues en nombre de una supuesta bioética se estaría legitimando intereses políticos particulares.

 

 

 

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