La lucha contra la impunidad

En medio del dolor y la frustración ante las cifras reportadas por la UNICEF, de más de 450 niños muertos en Gaza, y frente

En medio del dolor y la frustración ante las cifras reportadas por la UNICEF, de más de 450 niños muertos en Gaza, y frente al  gigantesco impacto de la catástrofe: 2000 palestinos (en su mayoría civiles), víctimas del bombardeo indiscriminado sobre la pequeña franja, surge  una noticia conmovedora en esa perenne lucha contra la impunidad: la Presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo recupera a su nieto.

Estela de Carlotto, de 83 años, madre de Laura, se ha reencontrado con su nieto Guido después de 36 años de búsqueda. Laura de 24, y su compañero habían sido detenidos  en noviembre de 1977, al cumplir  ella dos meses y medio de embarazo. El terrorismo de Estado ejercido por la dictadura de Videla, extendido también por otros países del cono sur, acabó con la vida de los jóvenes.  Los niños (as) nacidos en prisión fueron  secuestrados por los militares.

Mi vínculo directo con las Madres de Plaza de Mayo ocurrió en el año 1988. Tuve la oportunidad de asistir ese año a un congreso en Buenos Aires y aprovechar el  jueves de esa semana a las 15 y 30 en punto, para acompañar  la caminata semanal  de las Madres alrededor de la pirámide central de la Plaza, símbolo de la libertad, al frente de la Casa Rosada sede de la presidencia. Desfilaban con su infaltable pañuelo blanco en la cabeza, hecho inicialmente con tela de pañales para bebé, recordando  así a sus hijos (as); portaban numerosas pancartas denunciando su desaparición entre 1976 y 1983, la consigna era: “vivos los queremos”. Mencionaban a los responsables de los crímenes de lesa humanidad y exigían su enjuiciamiento. Estas marchas que se habían iniciado en 1977 en Buenos Aires, pronto se fueron extendiendo por todo el país.

En los orígenes del movimiento se trataba de un pequeño grupo, encabezado por Azucena, Pepa, Mirta, Hebe, Berta… el cual se fue agrandando gracias a la transmisión boca a boca, pues para la prensa al servicio del poder, no existían los desaparecidos y por tanto tampoco las madres. La represión no se hizo esperar y las fundadoras del movimiento fueron secuestradas. La realización del mundial de fútbol de 1978 en Argentina permitió la denuncia de las desapariciones y de la dictadura más allá de las fronteras.  Se formaron entonces lazos de solidaridad con madres de otros países, bajo el lema: “nuestros hijos viven”. Años más tarde en el verano de 1988, músicos de renombre a través de Amnistía Internacional, se habían sumado a la denuncia, entre ellos Charly García, León Gieco, Sting, el senegalés Youssou N´Dour, Peter Gabriel…

Para Estela y las Abuelas, en este agosto del 2014  terminó la búsqueda del hijo de Laura Carlotto, nacido durante su cautiverio en un centro clandestino de detención en La Plata. Ya Laura había presagiado la voluntad inclaudicable de su madre, a una compañera de cautiverio: “mi mamá nunca les va a perdonar esto a los milicos”. Efectivamente, Estela ha demostrado que es imposible olvidar cuando lo que impulsa a las Madres-Abuelas es el amor por sus hijos (as) secuestrados y desaparecidos o asesinados, y años más tarde, el amor por sus nietos (as). Ya se han recuperado 114, faltan 400 más. En este caso –y tal como lo dijo Estela a la prensa−, “son ellos los que están buscando a sus abuelas cuando tienen dudas sobre su identidad”, ellos se acercan a los centros de análisis de ADN.

Las Abuelas, algunas con más de 90 años, continúan la denuncia contra la impunidad de ayer y de hoy, “ por memoria, verdad y justicia”. Han llenado la ciudad con fotos  −sin nombre− de sus hijos e hijas, “sin nombre –dicen−, pues socializamos la maternidad”, “somos madres y abuelas de todos”, ya que  todos querían lo mismo, “justicia social, dignidad, y la liberación de su patria”. Ellas se convirtieron en Madres de todas las víctimas de la represión −30.000 en total−, pues su objetivo era el mismo: recuperar la identidad de los cientos de niños (as) secuestrados por los militares durante la dictadura. Nuestros hijos (as) −decía Estela− nos repetían insistentemente: “no importa mamá cuánto tiempo uno viva, sino para qué y por qué uno está viviendo”.

Las Madres de entonces hoy convertidas en  Abuelas, siguen caminando por la Plaza de Mayo, siempre abrazadas a la esperanza y a la vida, no importa si llueve o si hace sol, hoy día  su marcha es mucho más lenta, pero para ellas continuar resistiendo es vencer la impunidad, ya que  resistir es vencer, ya que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.

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