Polvo de ángel

En Costa Rica se abolió el ejército como institución a partir del 1 de diciembre de 1948, decisión política que debió haberle valido el

En Costa Rica se abolió el ejército como institución a partir del 1 de diciembre de 1948, decisión política que debió haberle valido el Premio Nobel de la Paz compartido al propulsor y al gobernante de aquella época de cambio nacional. Imposible, el país era un perfecto desconocido internacional y dicho premio funciona en otro escenario de intereses políticos que a la academia encargada de otorgarlo más le conviene impulsar.

Quitar el ejército fue un acto de gran visión, no servía para nada, era inoperante y de pésima calidad. Con su desaparición formal se dedicaron más recursos a la educación y a otras prioridades para el desarrollo, eso sí, sin agenda nación –sin planificar y ejecutar de manera consecutiva, sostenida y responsable, a la deriva de las ocurrencias de cada gobierno de turno y su clientelismo político gorrón y empresarial.

Si nos ubicamos a partir de 1948, las fronteras marítimas, terrestres, aéreas y de ondas, estuvieron desatendidas, ni siquiera teníamos conocimiento real de la geografía completa, aunque apareciera en los mapas. Es a partir del año 2.000 d.C. que comenzamos a dimensionar la existencia del país como un todo, cuando el desastre de las fronteras pasa su factura por irresponsables, incompetentes y negligentes, tanto los gobiernos como los habitantes, al arbitrio de una suerte malnacida que hace oración y encomienda la seguridad nacional a entidades espirituales, en vez de ocuparse, como corresponde, de los asuntos de Estado.

La creencia generalizada era que vivíamos en un pedazo del paraíso perdido, añorado por el resto del mundo y su etérea humanidad. Ese error garrafal hizo estragos y se proyecta duro de atender. ¿Por qué? Porque pareciera que hay algún negocio de utilidades oscuras al seguir ignorando las cuatro fronteras mencionadas y su vital control para el Estado y la Nación costarricense.

Desde el año 2000 es cada vez más alarmante la penetración del narcotráfico por todas las fronteras. No es como afirmó una expresidenta de la República de que éramos prisioneros de nuestra geografía.

De lo que somos prisioneros y carceleros es de nuestra mediocridad, falta de eficiencia en el manejo de los asuntos públicos, autoridades que asuman las tareas que a cada quien le corresponden con profesionalismo, celo y conocimientos de causa, y dejarse de excusas y discursitos para escolares. Nuestras fronteras, insisto, son espacios de abono a perpetradores del narcotráfico –hombres y mujeres, nacionales y extranjeros

Estamos literalmente inundados por el narcotráfico, los capos de la droga y sus tentáculos en el país son más listos, escogieron además nuestros bancos, corporaciones, sociedades, cuentas privadas, familias, individuos y cuanta chusma profesional hay en el mercado de valores ciudadanos, para servirles. El país es una lavadora del dinero de la muerte.

Ese mismo país está como loco, chupe que chupa el polvo de las drogas. Los ángeles de los carteles norte, sur, este y oeste, nos eligieron –bendito sea su polvo divino que cultivan en las nubes blancas de algodón con azul y rojo azucarado. Nos convertimos en paso de la droga al exterior para luego ser bodega de la blanca y diabólica mercancía; ahora se produce droga en el país como un negocio más incorporado al producto interno bruto, pero como bien enseñó el maestro y asesino del bajo mundo Alfonso Capone, los libros de contabilidad son parte de la clave, el silencio de los colaboradores.

¿Qué hacemos para sacudirnos este flagelo cuyo negocio se ha entronizado en el país, además con la legitimación de capitales de dicha actividad delictiva?

¿Qué valores construimos a vista y paciencia del transeúnte? Los peores. Es la herencia de muerte que les dejamos a los niños y niñas, adolescentes y jóvenes.

Hay que repensar la justicia del país, la seguridad ciudadana y nacional, crear los cuerpos profesionales para control de todas las fronteras, dotar de armas efectivas materiales, y un cuerpo de leyes que cumplan de verdad con los tiempos que corren y no la alcahuetería de hoy.

Gracias a quienes se esfuerzan y arriesgan sus vidas para que los habitantes no pierdan la esperanza. Se impone un cambio drástico.

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