Danza Universitaria celebra sus 35 años con una coreografía de Rogelio López, que se presentó originalmente en 1987. (Foto: Esteban Chinchilla)
Danza Universitaria de la Universidad de Costa Rica (UCR) celebrará 35 años de vida a través de la memoria, pues la compañía fue fundada en 1979 por el coreógrafo y bailarín Rogelio López, y hoy su directora Hazel González y el resto de los integrantes de la compañía traen a escena, como parte de la celebración, una coreografía de 1987 de Rogelio, “Gritos escondidos”.
“Consideramos la posibilidad de no hacer lo mismo que se estaba haciendo, que era celebrar con un estreno, sino que decidimos recuperar una obra de repertorio que en este momento tiene 26 años”, explicó González.
Dicho montaje se presentará en el Teatro de la Danza los días 13, 14 y 15 de junio a las 8 p.m. y el domingo 16 a las 5 p.m. Las entradas cuestan ¢ 4000 y ¢ 2500 para estudiantes y adultos mayores.
La compañía decidió trabajar con esta obra para empezar a rescatar un repertorio de alrededor de 130 obras que conforman el trabajo y la historia de Danza Universitaria, y para rescatar el trabajo, investigaciones y aportes, con las que pasadas generaciones fueron construyendo lo que hoy es la compañía profesional más antigua y uno de los grupos más representativos de danza del país.
“El repertorio es nuestro patrimonio. Es importante hacer un alto en el camino y ver hacia atrás; es tratar de fomentar una cultura con la historia”, dijo González.
A su parecer, a pesar de los esfuerzos que se han realizado, en Costa Rica no existe una tradición en la danza de recuperar el repertorio, y recuperarlo implica decirle a las nuevas generaciones que hubo un trabajo atrás que montó las bases.
Los intérpretes opinan igual al respecto: “No existe una memoria. Cada vez que las nuevas generaciones ven algo es como si fuera nuevo, cuando no es, sino que ha habido una serie de antecedentes, de obras, lenguajes e imágenes que se desconocen, pero que están ahí. Que se haga este tipo de cosas ya es un referente que viene a alimentar la memoria que no poseemos”, detalló Gloriana Retana, una intérprete de la obra y miembro de la compañía.
Para Rogelio López, el coreógrafo de esta puesta en escena que originalmente se estrenó en 1987, la propuesta es válida e importante para la compañía y sus nuevas y antiguas generaciones.
“Aplaudo la decisión de Hazel. Una celebración es congratular la vivencia. El repertorio es una oportunidad para decir cómo hemos ido construyendo nuestro transitar por la creación en la UCR: 35 años construyendo un lenguaje, códigos, estableciendo un escenario de comunicación. Además, darnos a nosotros la oportunidad de saber cómo pusimos los cimientos de este edificio que llamamos Danza Universitaria”, comentó López.
El elenco de esta presentación lo integran: Mainor Gutiérrez, Gustavo Hernández, Gloriana Retana, Verónica Monestel, Eduardo Guerra, Elián López, Evelyn Ureña, Jimena Muñoz, Pablo Miranda, Mario López e Iván Saballos.
PROCESO DE REINTERPRETACIÓN
El montaje de esta coreografía fue un desafío, ya que representó una ardua investigación para los miembros de la compañía, cuyo reto más importante fue quizá la distancia generacional con la obra: “la compañía tiene nuevos integrantes que desconocían completamente esta obra, pues las obras que se montaban eran más recientes. Ahora hay una brecha generacional significativa”, puntualizó Gustavo Hernández, miembro de la compañía y del elenco.
“Resulta difícil montar una coreografía de ese entonces, un lenguaje que es desconocido para nosotros”, agregó Eduardo Guerra, otro de los bailarines.
El grupo, junto con la directora, trabajó en este proyecto aproximadamente dos meses. Montaron la coreografía con el apoyo de dos videograbaciones −una de 1988 y otra de 1990− de las primeras interpretaciones de esa coreografía. A partir de esto, los integrantes fueron componiendo y reinterpretando la obra.
Este remontaje se apega al original en cuanto coreografía, escenografía, vestuario y música. Sin embargo, no deja de haber una reinterpretación: “A pesar de que estamos haciendo un remontaje, no va a llegar a ser la misma: los bailarines son distintos, la época es distinta, cada uno le meterá su lado personal, y esto ya es de por sí un avance”, expuso Guerra.
Esta reinterpretación es vital, expresó el coreógrafo López, en vista de que “su apropiación de vida es lo que hace que la obra sea lo que es”. Además –agregó−, “es maravilloso tener la oportunidad de ver cómo era mentalmente en ese momento; no había tenido esa oportunidad y menos con una obra mía”, acotó.
Tras el proceso de montaje de los bailarines, Rogelio López colaboró con los detalles de interpretación y en las últimas pinceladas escénicas. También, colaboraron en el montaje los bailarines que originalmente montaron la obra; ellos entablaron un diálogo con los intérpretes actuales.
“Fue muy rica la experiencia, porque tuvimos la oportunidad de compartir con personas que han marcado hitos con su trabajo en la danza en Costa Rica y de tender puentes generacionales”, resaltó la directora González.
Un aspecto importante es que la compañía trabajó con Eduardo Torijano, quien fue el escenógrafo original. “Creó una escenografía que es un personaje de la obra, coreográfica como tal. No estábamos acostumbrados a sentir la escenografía como uno de los signos que se suma a los otros que están presentando en la escena”, expresó López.
La obra toca el tema del poder como herramienta de manipulación, de los malestares de una sociedad conservadora.