Alfonso Chase, en los 45 años de UNIVERSIDAD:

“El periódico es la Cenicienta de la Universidad”

Más de cuatro décadas después de creado el Semanario UNIVERSIDAD, Alfonso Chase −quien estuvo en sus albores− sigue siendo un abanderado del medio de comunicación.

Polifacético cultor de las artes literarias en los géneros de poesía, novela, cuento y ensayo, y con varios premios nacionales, entre ellos, el Nacional de Cultura Magón en 1999, el costarricense Alfonso Chase (Cartago, 1944) también ha marcado huella en el periodismo nacional.

En 1971, Chase fue llamado por el fundador y primer director del Semanario UNIVERSIDAD, Manuel Formoso, para que formara parte del equipo periodístico, pues desde 1961 se había iniciado como articulista en medios de comunicación, como el Diario de Costa Rica, La Prensa Libre y La República.

“A mí me pidieron que escribiera porque fui al entierro de Yolanda Oreamuno con mi papá y mi mamá, y alguien del Diario de Costa Rica me vio ahí y sabía que yo escribía”, recordó el escritor.

Así empezó su tránsito por el periodismo “que en realidad no es periodismo”, según dice el mismo Chase, quien recuerda que su colaboración con UNIVERSIDAD se basaba en ideas un poco “chifladas” de lo que debería ser un semanario, tanto en formato como en contenido, algo parecido a revistas como La Jornada de México.

UNIVERSIDAD conversó con él en su casa, en el corazón de San José, matizado por un aromático té de menta y opiniones sin filtros ni “políticamente correctas”.

¿Cómo fue su vínculo con UNIVERSIDAD?

La idea del Semanario la conocí a través de Manuel Formoso, porque él había estudiado en París y tenía una idea de lo que era una especie de semanario, quincenario, periódico-revista de la Universidad de Costa Rica; entonces a Carlos Monge y otras personas se les ocurrió que era la hora de hacer un periódico.

¿Usted fue cofundador?

−Sí, ahí Manuel me tuvo en una cosa que siempre insistí mucho, porque yo había vivido en Estados Unidos, que era modificar el formato tradicional del periódico. Si usted ve el primer número y ve los demás, se extraña de que el primero es muy tradicional y luego va cambiando; hasta que en un momento dado en que ya trabajábamos ahí de planta −aunque no éramos pagados como funcionarios, sino por servicios−, empezamos a innovar en cuanto a eso (formato) y a los contenidos. La idea de Manuel era hacer una revista, pero existían otras ideas en el seno de la Universidad.

Estamos hablando del año 70 o 71. El periódico sale en una coyuntura, si no me equivoco, electoral: la gran división que se dio entre Carlos Monge y Eugenio Rodríguez para elegir un nuevo rector. Entonces, unos querían hacer un periódico universitario; otros, una gaceta de la Universidad; otros, un periódico semanal de práctica de los estudiantes y profesores de la Escuela de Comunicación Colectiva, que se había fundado en el 69.

¿Siempre fue un periódico oficial-institucional, pero con noticias nacionales e internacionales, no solo universitarias?

−Ese fue el más grande problema. En eso soy muy franco. En el periódico, cuando nosotros empezamos nos tocó los 70, y había el problema de las relaciones con la Unión Soviética; la opinión que nosotros teníamos sobre las relaciones con Cuba se reflejaba en el periódico, además, el deseo de experimentar de nosotros que era bien chiflado. Entonces era un problema porque no era el periódico que habían pensado ciertos estamentos de la Universidad que debía hacerse: un órgano de comunicación e información exclusivamente interno, que tocara algunas cosillas del área nacional e internacional, pero cuya personalidad estaba definida por la UCR. Ese no era el interés de Formoso.

¿Por qué es importante que exista un medio como este?

−Porque es otra manera de pensar. El Semanario ha tenido altos y bajos en diferentes periodos de su historia, pero sí ha mantenido las ideas originales de Manuel Formoso. Usted sabe que él era hijo de Manuel Formoso Peña, director de La Nación. Manuel hijo volvió a los orígenes de su papá que era anarquista, pero era muy duro para ambos, porque eran padre e hijo pensando totalmente diferente. Eran dos maneras de ver el periodismo.

¿A lo largo de estos años cómo ve la evolución del Semanario?

−Pues cada director debe tener un período determinado de no más de ocho años en el cargo, para que el periodismo en sí se renueve, que no solo sea una manera en la cual los estudiantes de comunicación puedan escribir, pensar, expresarse, sino que sea un periódico que esté por encima de eso, y que sea una realidad entre lo foráneo y lo interno de la Universidad.

Cuando estuvo Mario Zeledón fue cuando él entendió que había que unir las diferentes formas de periodismo y que el periodismo a nivel internacional estaba sufriendo grandes transformaciones, sobre todo el periodismo en Estados Unidos, en México, en París. Había una gran preocupación por explicarse qué era el periodismo escrito.

Se está refiriendo a géneros como la crónica periodística…

−En esa época de que hablamos, en realidad, lo que debía haber existido era todo junto: era Tom Wolfe, el periodismo norteamericano, el new periodismo que nosotros nos leímos como locos, no para ponerlo en práctica, pues el sistema costarricense de información no permitía que se hiciera eso, sino para saber qué pasaba; o el periodismo político, por ejemplo, de la guerra de Vietnam, los grandes libros y reportajes que salieron de eso. O Eduardo Galeano, que era nuestro héroe y que no era periodista, pero fue director de la revista Crisis.

¿Y en estos tiempos?

−El Semanario está recogiendo, y que no se pierda, la herencia sobre la que se formó. En realidad, hemos tenido divergencias con varios directores o con redactores, pero son mínimas. Es tan fuerte UNIVERSIDAD que por más que llegue el más reaccionario que a usted se le ocurra, no puede cambiar. En el caso de Eduardo Ulibarri, el momento en que nosotros nos llevábamos mejor con un periódico como La Nación fue cuando él fue el director, porque usted sabe que Eduardo venía del Semanario, y es un muchacho inteligente; entendió que no había que servir tanto los intereses de ese periodismo comercial como estar abierto a otras cosas. Otras personas pretendieron hacer del periódico un órgano de izquierda, y no pega eso tampoco.

¿Un periódico que recoge diversas voces?

−Que sea ni procomunista ni profascista, que sea una manera de exponer las dos maneras de pensar, pero también viendo que no son perfectas. Que no sea un órgano de información social demócrata como querían algunos. Usted ve la trayectoria de los directores hasta terminar con Ernesto (Rivera), ellos han tratado de que el periódico efectivamente sea un periódico, no un órgano de propaganda, ni del rector ni del Consejo (Universitario).

¿Cómo ve el periódico si lo compara con otros medios?

−El periódico es la Cenicienta en la Universidad. Debería tener un edificio más moderno, sin ser cibernético como otros periódicos más comerciales. Ellos no se merecen el espacio que tienen, se merecen más; se edita, pero no se hace una inversión de periódico. Como es mi periódico, en el sentido de que es el que yo leo y espero con ganas recibirlo porque implica enfrentarme o participar en una serie de informaciones que yo no tengo, ya sea políticas, científicas, de investigación universitaria, y menos en las bellas artes, porque se mueve por sí solo. Nosotros compramos el periódico y lo repartimos en Hatillo, porque la gente no va al supermercado. Prefiero hacer una inversión semanal y no lo vendo, lo regalo, lo meto debajo de la puerta, porque es la única manera de que la gente esté informada y de verdad esté informada. Entonces le falta distribución, como a todo en Costa Rica, y le falta una red de amigos del periódico, situada en los 81 cantones.

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