La precariedad de la cultura regional

Según Alexandra De Simone, Directora General de Cultura, las direcciones regionales trabajan con escasez de recursos. Mientras en San José se disfruta de una

Según Alexandra De Simone, Directora General de Cultura, las direcciones regionales trabajan con escasez de recursos.

Mientras en San José se disfruta de una oferta cultural comparable a México o Buenos Aires, la cultura regional costarricense sufre de una precariedad presupuestaria que le impide lograr un desarrollo sistemático y que solo permite manifestaciones aisladas.

En la capital los amantes de la cultura pueden asistir a espectáculos de teatro, museos, exposiciones, presentaciones musicales y cine alternativo.

En las comunidades ubicadas fuera de la capital, la oferta se reduce a unas cuantas actividades aisladas que no responden a un verdadero movimiento, como sí sucede en la metrópoli.

Las diferencias entre uno y otro escenario se comienzan a entender cuando se observan los presupuestos de las direcciones regionales, los cuales oscilan entre un millón de colones y ¢1,5 millones por año.

Los encargados de esas dependencias deben cubrir amplias geografías y con los recursos disponibles les resulta imposible.

Es el caso de Guiselle Mora, directora regional de la zona Sur, quien debe atender Pérez Zeledón, Buenos Aires, Golfito, Coto Brus y Osa. «A mí me toca cubrir el 20 % del territorio nacional», aseguró Mora a este Semanario.

Alexandra De Simone, directora general de Cultura, reconoció «que las direcciones regionales trabajan con una gran precariedad presupuestaria» y que apelan a la mística del personal para poder alcanzar ciertas metas.

De Simone detalló que el presupuesto anual de la Dirección General de Cultura, si se le resta el monto de dinero invertido en salarios y en los Premios Nacionales, queda en ¢15 millones para todo el país. (Véase nota aparte)

A esta dificultad de cubrir como funcionaria única la región de la zona Sur, debe agregarse el hecho de que Mora no dispone de un carro del Ministerio de Cultura para movilizarse a las comunidades, por lo que debe hacerlo por medio del transporte público, lo que la condiciona a ampliar los plazos para desplazarse.

«Ir a Ciudad Cortés en bus me obliga a invertir tres días en la gira, mientras que si lo hiciera en un vehículo tardaría uno», explicó Mora, quien dispone de una oficina en la Municipalidad de Pérez Zeledón.

El caso de Mora se repite, con sus variantes, en las ocho sedes de la cultura regional, en las que hay uno o dos personas y ellas deben atender a vastos sectores de población.

Cuando Mora viaja a las comunidades la posibilidad de comunicación en su oficina se inhabilita porque no tiene quien le responda el teléfono y ella admite que esa es una queja de los pobladores de su zona.

Aunque Mora, al igual que el resto de los directores regionales de San José, Alajuela, Puntarenas, Limón, Guanacaste, Cartago, Heredia, y zona Norte, trabajan apegados a su pasión por la cultura, las condiciones presupuestarias y de personal en que lo hacen son «absolutamente precarias».

«Gracias a la municipalidad dispongo de oficina aquí en San Isidro, pero se han metido a robar dos veces, por lo que ahora tengo el teléfono en una oficina y la computadora en otra, para que no se la lleven.  En las mañanas si atiendo el teléfono no puedo avanzar con los trabajos de computadora», explicó Mora.

En tales condiciones, los directores regionales recurren a estrategias para impulsar proyectos de capacitación y promoción de actividades y lo hacen en comunidades en las que existe inquietudes por la cultura.

Eduardo Martínez, de Puntarenas, y Carlos Solís, de Cartago, así como Mora admitieron que les resulta materialmente imposible abarcar todo el territorio asignado.

ESTRATEGIAS

El personal de las direcciones regionales tiene libertad para organizar los proyectos culturales con base en el conocimiento de las comunidades en las que laboran, porque el único lineamiento del Ministerio de Cultura es «fortalecer las organizaciones locales y el rescate de las identidades culturales locales». A partir de estas dos directrices el movimiento que pueda darse en la zona sur no guarda relación con el de la Alajuela, zona Norte, San José o Limón.

De ahí que las estrategias a las que acuden los directores regionales es diversa y responde al interés de las comunidades y a los recursos de que puedan disponer.

El resultado de las acciones de las regionales será, de acuerdo con los hechos apuntados, aislado y no generará, por el momento, un movimiento de cultura regional que responda a una visión de país.

En la zona sur, Mora organiza cada año un encuentro de baile folclórico regional, que se efectúa en un cantón diferente, para darle participación a un sector más amplio de la región.

«Lo hacemos en diferentes cantones cada año porque aquí es común escuchar quejas de la gente de que lo cultural se centra en San Isidro. Es como lo que sucede en San José en relación con la cultura regional», dijo.

El problema de centralizar algunas actividades obedece a la escasez presupuestaria. «En el 2003 tuve un presupuesto de ¢2,3 millones y para el 2004 es de ¢1.166.000. Con este dinero puedo organizar como máximo tres actividades».

La capacitación mediante talleres de teatro, música o danza se realiza con las mismas limitaciones y gracias al apoyo local y de forma limitada.

«Este año tenía ¢166.000 para capacitación. Con eso solo pudimos pagar un taller de danza y expresión corporal que contó con 16 lecciones. Imagínese lo que es para un profesional venir desde San José por este sueldo, se hace por otras razones diferentes al dinero», destacó Mora.

La estrategia de selección de comunidades y de focalizar actividades, es quizá de las pocas acciones comunes que se dan en las Direcciones Regionales de Cultura.

Solís, en Cartago, acepta que le es imposible abarcar toda la provincia y por ese motivo debe responder a demandas concretas de las poblaciones.

En el 2004 asegura que trabajó en Cachí, en la organización de la Expoferia de Orosi, en Llano Grande, Cervantes y Tierra Blanca.

Con ¢1,5 millones de presupuesto anual las opciones de capacitación y organización de actividades es reducida, admitió.

«Siempre he trabajado de esa manera; se responde según el interés de las comunidades. A veces se da un taller de teatro, pero si no se le da seguimiento no queda nada la zona», añadió.

Por ese motivo, Solís expresó que procuran crear comités locales, para que estos sean los encargados de mantener activa a la comunidad en el ámbito cultural y artístico.

Citó que la Expoferia es una actividad ya consolidada y que busca el rescate de la cultural local.

Agregó que para un futuro sería interesante explorar opciones de que el Ministerio de Cultura establezca lineamientos generales de cómo deberían trabajar la direcciones regionales, sin que ello signifique dejar de atender las especificidades de ellas.

Sostuvo, sin embargo, que ya la gente no puede esperar a que se dé de nuevo una etapa del «Estado benefactor o paternalista» y que los tiempos modernos indican que son las comunidades las que deben organizarse para fortalecer sus propias manifestaciones.

CADA CUATRO AÑOS

Eduardo Martínez, quien tiene 15 años de trabajar para la dirección regional en Puntarenas, afirmó que cada vez que un gobierno asume el poder se establecen nuevas políticas, lo que afecta el trabajo cultural en las distintas zonas.

«Ello hace que falte consistencia en las políticas culturales», puntualizó.

Su caso es muy similar al de las regiones y a pesar de ello resaltó que Puntarenas tiene 11 años de impulsar un festival de teatro, al que acuden grupos de todo el país.

«Soy funcionario único en la dirección y hago de todo: oficinista, promoción cultural, misceláneo, contesto el teléfono, busco recursos para talleres y actividades, y atiendo también la Casa de la Cultura».

Martínez, que cuenta con un presupuesto de ¢1,5 millones para el año, dijo que con ese dinero a lo sumo puede pagar un instructor, dado que en el festival invierte un millón de colones.

La precaria situación económica de las direcciones de cultura, Martínez las atribuyó a la falta de visión país, que solo busca invertir en lo que consideran actividades rentables.

«Se construyen viviendas para los más pobres por parte del gobierno y en esos lugares no se establecen zonas para que realicen actividades culturales. Después se preguntan el por qué del aumento de la drogadicción y la prostitución».

Resaltó que no siempre el esquema de la cultura regional puede sostenerse por el esfuerzo tesonero de los funcionarios, porque «no siempre se puede trabajar con las uñas».

«Se olvida a menudo que un pueblo sin cultura es un pueblo muerto».

PLATAFORMA

El próximo 16 de octubre se efectuará en el Centro Nacional de la Cultura el foro nacional de la cultura, en el que están convocados líderes regionales de todo el país, con el fin de que debatan sobre las necesidades más apremiantes del sector.

El año pasado se realizó una actividad similar y busca como meta principal establecer una plataforma cultural que permita el intercambio de experiencias y de información entre las personas que trabajan directa e indirectamente en este ámbito.

Entre los propósitos del foro está impulsar una red que tenga como soporte una página web, que a su vez ayude a divulgar las acciones de la cultura de los pueblos.

Entre los temas que se tratarán en el encuentro están el de las empresas culturales y el turismo cultural.

Mientras se prepara la plataforma que pueda fortalecer las hoy frágiles políticas de la cultura regional, los directores regionales comienzan a hacer ajustes ante el anuncio de que para el 2005 sus presupuestos sean todavía más limitados.

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