Tras 44 años de carrera en Costa Rica, Rubén Pagura regresa a Argentina. (Foto: Rafael León, ODI)
Su voz, que cantaba “Sí a mi país, No al TLC”, se convirtió en la banda sonora de la campaña contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, sus actuaciones en escena hicieron reír, llorar y reflexionar a varias generaciones de costarricenses.
Tras 44 años de vivir, actuar, cantar y militar en Costa Rica, el cantautor y teatrero Rubén Pagura se mudará a su natal Argentina este 16 de junio, para emprender nuevos proyectos.
A días de su partida, Pagura afirma que la Costa Rica que lo recibió hace más de cuatro décadas se ha deteriorado en aspectos económicos, sociales, políticos y culturales por causa del neoliberalismo. No obstante, el artista afirma que todas sus luchas valieron la pena y que siempre es buen momento para tener esperanza.
Con motivo de su regreso a Argentina, Pagura compartió con UNIVERSIDAD sus vivencias como artista y activista, sus perspectivas sobre Costa Rica y sus proyectos a futuro. A continuación un extracto de esa entrevista.
¿Por qué escogiste vivir en Costa Rica?
– Llegué en el 70 porque mi familia vivió acá del 68 al 74, por el trabajo de mi papá; vine de visita y me quedé por varias razones. Primero, no había ejército y allá estaba empezando la seguidilla de dictaduras militares. Era roquero, tenía pelo largo y eso no se podía, te metían preso. Siempre había vivido en ciudad, pasé toda mi infancia en Rosario y en Buenos Aires hice la secundaria. Entonces, aquí la naturaleza, el verde, el espacio, la tranquilidad, me encantó. Buenos Aires era una ciudad muy linda, con mucho atractivo cultural, pero también muy neurótica.
¿Cómo pasaste del rock y el pelo largo al teatro comprometido en causas sociales y políticas?
– Cuando vine acá había una politización muy fuerte, por lo que estaba pasando en todo el continente y el mundo. Había mucha efervescencia social y apenas llegué me vinculé a la UCR. Luego, descubrí la Escuela de Artes Dramáticas, que estaba recién fundada, pensé que me servía para la música y me metí a estudiar −según yo− como complemento de la parte musical y, bueno, me quedé haciendo teatro.
En la Escuela, prácticamente todos militábamos en el Partido Comunista o en el Partido Socialista, intelectuales como Joaquín Gutiérrez, Emilia Prieto, Fabián Dobles, Benjamín Gutiérrez, todos eran del Partido (comunista).
(Entre risas) Era casi obligado militar y eso fue muy importante para mí. Esa militancia me dio toda mi formación política.
Y eso marcó tu carrera teatral…
– Sí, es parte de lo que era el arte en esa época, el arte popular en todo el mundo. Desde Bob Dylan, los Beatles o los Rolling Stones, hasta Víctor Jara, Daniel Viglietti, Zitarrosa, Atahualpa del Cioppo y tantos otros en Latinoamérica, artistas de la música y el teatro. Era un fenómeno generalizado: el compromiso de los artistas con los procesos sociales y políticos.
Además, en la Escuela había mucha conciencia sobre la función social del teatro; estudiábamos textos que creo que ya no se leen. Seguí haciendo teatro comprometido, porque sigo pensando que ese es el rol de un artista: el comprometerse con los procesos sociales. No creo que desde el teatro vaya a cambiar el mundo, pero sí que voy a poner un granito de arena.
¿Qué procesos de los que viviste acá te marcaron más?
– Primero la UCR. La Escuela me hizo entender la importancia social del arte y me dio una gran práctica teatral; en segundo año yo me subí al escenario y ya nunca me bajé, mis primeros pasos fueron con el Teatro Universitario.
Otro momento importante fue en 1975, con la fundación del Movimiento de la Nueva Canción Costarricense que fundamos Luis Enrique Mejía, de Nicaragua pero vivía aquí, Dionisio Cabal y Manuel Monestel, que estaban surgiendo, y otros. Luego vinieron los movimientos de solidaridad con Chile y con Nicaragua.
¿Qué te dejó el proceso del NO?
– Bueno, perdimos pero ganamos. Ganamos todo lo que esta pasando ahora, el hecho de que Liberación Nacional haya sido desbancado, que el bipartidismo haya sido roto. Y que conste: no voté por el PAC y tengo mis dudas de que tenga posibilidades de hacer cambios de fondo, pero hay un cambio que es producto de todo ese movimiento. El PAC en su momento estaba contra el TLC y creo que eso incide en su triunfo ahora. También está el Frente Amplio con 9 diputados, resultado de esas luchas del TLC. Creo que ha habido un salto en la conciencia del tico, que puede y debe seguir creciendo para desarrollar un cambio cualitativo.
¿Qué diferencias hay entre la Costa Rica a la que llegaste y la Costa Rica de la que te vas?
– Antes había mucha sensibilidad social y conciencia política, pero creo que en los años 80 y 90 se hizo un trabajo, un esfuerzo ideológico, para despolitizar a la juventud, para generar escepticismo, y lo lograron. Ahora, muy recientemente, a partir del TLC, hay un renacer del activismo en torno a temas puntuales, ambientales, el tema gay, el feminismo; hay un resurgir del activismo, que aún no se compara al de aquella época, pero que da esperanza.
Por otro lado, con tristeza veo la cuestión ambiental y el deterioro en educación, en salud, en servicios sociales. Vi cómo se fueron deteriorando estos organismos de servicio: el ICE, la CCSS, el sistema educativo. Los servicios sociales básicos los fueron deteriorando adrede, para justificar la privatización.
¿Y en cultura?
– Creo que el neoliberalismo ha sido nefasto para la cultura. No idealizo aquellos tiempos, pero sí había cosas concretas: subvenciones del Ministerio a los grupos locales, un elenco estable en la CNT (Compañía Nacional de Teatro), difusión del teatro en todo el país; todo eso fue recortado en los 80 y surgieron los pequeños teatros privados, porque era a lo que nos empujaban “las leyes del mercado”. El sistema propicia una cultura cada vez más light porque, cuanto menos piense la gente, menos peligros hay para el sistema.
En medio de ese panorama −donde casi todo ha empeorado−, ¿sostenés que hay esperanza?
– Es que siempre es momento para la esperanza. Creo en el ser humano y que estamos en un momento histórico importante, en una transición donde pueden pasar dos cosas: o hay una guerra nuclear y nos vamos todos al carajo, o se arregla todo y hay un cambio de sistema. No sé cual será pero que creo que tal vez siga las líneas de lo que pasa en Suramérica.
¿A qué te vas?
– A empezar otra vida, haciendo siempre lo que hago: teatro y música, pero en un medio diferente. Argentina tiene un desarrollo teatral impresionante, tal vez el más grande de América, es un medio muy difícil.
Aquí, con todo el cariño que le tengo al país, empecé a sentirme cómodo y eso no me gusta. Empecé a sentir que era fácil y un medio con parámetros muy exigentes me estimula mucho, ese es un incentivo grande.
¿Ya tenés proyectos caminando?
– Sí, me voy el 16 y ya el 1 de julio presento un espectáculo en Rosario. He dirigido poco, mi fuerte ha sido la actuación, pero me propusieron hacer un taller con actores que culmina con un montaje que voy a dirigir y entonces escogí un texto clásico: “Pluto”, de Aristófanes. Además tengo proyectos de temporadas y talleres en dos teatros allá.
¿Volver?
– Pienso volver todo lo que pueda. Tengo tanto camino recorrido aquí y tantas posibilidades… He sido muy afortunado aquí. Me voy no porque me haya ido mal, sino porque me ha ido bien, así que sí, pienso volver todo lo que pueda. Además, voy a extrañar el clima y la playa y la montaña (risas). Voy a venir. Espero poder tender puentes para facilitar un intercambio cultural entre los dos países.
Funciones del adiós
Rubén Pagura se despide del público costarricense, en el mismo lugar donde le conocieron: en el Teatro Universitario (TU).
Este fin de semana serán las últimas funciones de Dramas íntimos, una puesta en escena coproducida por el TU y el Teatro La Maga, basada en las obras Danza macabra y La más fuerte, de August Strindberg, las cuales abordan las relaciones matrimoniales desde el realismo psicológico.
Las funciones serán de jueves a sábado a las 8 p.m. y el domingo a las 6 p.m., en el Teatro Universitario.