“Es raro, pero siempre estoy en la esfera artística de una forma o de otra: escribiendo, leyendo, cocinando, arreglando flores.”
Virginia Pérez Ratton, Premio Magón de 2009, reconoce en esta entrevista que ha sido crítica con el Ministerio de Cultura y que no era una candidata tradicional para obtener el más alto galardón de la cultura costarricense.
Admite, también, que le sorprendió su designación pues su trabajo es más conocido fuera del país y acepta que las artes modernas todavía tienen mucho camino por recorrer para abrirse verdaderos espacios.
Amante de los animales, del buen vino, de la música clásica y popular, y una acérrima crítica de la tauromaquia, Pérez alza la voz para denunciar el excesivo espacio que los medios periodísticos comerciales le dan a la farándula, mientras que a las manifestaciones culturales más elaboradas apenas si se les considera como material de publicación.
Pérez ha enfocado su trabajo como artista gráfica y como promotora de las artes, con su Teor/ética y la fundación del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo. Sobre la cultura costarricense, su designación y su visión de mundo, habló con UNIVERSIDAD.
¿Qué representa para su trayectoria recibir el Premio Magón?
–El Magón para cualquiera es un honor pues es el mayor reconocimiento que da el país a uno de sus ciudadanos. Para mí personalmente, en este momento, es además un gran estímulo pues siento que puede abrir más una ventana local hacia lo que he venido haciendo, lo cual es más conocido fuera de Costa Rica que aquí. Y de esa forma, la ventana dará luz a una parte de las manifestaciones culturales que se conocen menos o se conocen mal.
Dentro de su labor como artista y promotora, ¿qué aspectos considera pudieron ser relevantes para que el jurado el concediera la más alta distinción en la cultura costarricense?
–Creo que eso aparece en la redacción del fallo, pero pueda ser que el haber luchado por dar a conocer el arte de la región centroamericana en el mundo fuera una de las razones de peso.
Tras nueve años de trabajar en Lenguas Modernas, en la Universidad de Costa Rica, decidió realizar sus proyectos personales, según entendemos. ¿Fue esta decisión determinante en su posterior desarrollo como artista?
–Definitivamente. Yo dejé la universidad sobre todo porque tenía dos hijas pequeñas y quería dedicarles más tiempo, y tenía la intención de regresar cuando ellas entraran a la escuela. No lo hice porque, al dedicarme de lleno al arte, me di cuenta de que eso era lo mío, y además no tenía la carga burocrática y administrativa que implicaba la facultad, sino que era otro mundo.
Se considera un “Magón” que viene a quebrar la tradición de que solo se premiaban a los representantes de «artes más clásicas»?
–De alguna manera, sí, pues no ha habido prácticamente nadie dentro de disciplinas como la crítica y la curaduría, pero si uno piensa en Felo García por ejemplo, él fue un pionero en los años 50 y 60, que rompió muchos esquemas del arte que se hacía anteriormente en Costa Rica. Sin embargo, creo que mi posición ante una serie de hechos políticos, ante la forma de asumir lo propio, y ante asuntos de identidad, de alguna manera se separa de la norma general y convencional.
¿El premio le dará un mayor impulso a Teor/ética?
–No creo que el premio en sí le de un mayor impulso pues el proyecto es muy sólido gracias a que cuento con un equipo que trabaja muy bien y propone constantemente proyectos consistentes, y que hace su trabajo con responsabilidad y verdadera mística. Lo que sí creo y espero es que esto le dé más visibilidad para contar con más público: que la gente venga a usar nuestra biblioteca, que participen en los talleres, y que abran sus ojos y sus mentes a las manifestaciones del arte más reciente, y a las interrogaciones que este hace de su contexto social.
¿Cómo ve el desarrollo de lo que sucede en la plástica, en la música, en la literatura, y, en general, en la cultura costarricense?
–Me parece que hay infinidad de proyectos en diversos campos, y que hace falta un poco más de elementos aglutinadores para realmente hacer de la cultura costarricense el motor que puede ser, que tiene la capacidad de ser. Creo que en la plástica y en la música es donde las cosas están más activas y donde hay como dicen “ de adonde escoger“ . Tal vez la literatura está un poco silenciosa, uno quisiera ver más y de mayor contundencia. En cuanto a la danza, pareciera que hay un repunte después de varios años un poco repetitivos. La ganadora del festival de coreógrafos es un talento, por ejemplo. Sin embargo, hay una carencia de formadores de criterio, de crítica responsable, de respuesta de los medios que vaya más allá de la simple reseña. Esto es no solo frustrante para el gestor, el productor o el artista de cualquier campo, sino que el público tampoco tiene referencias para ir formando su propio criterio sobre las cosas. Hay demasiado énfasis en lo farandulero, una mediatización extrema, y no suficiente interés en promover las producciones nacionales de cierto nivel.
¿Considera que en el país hay suficientes espacios para las iniciativas culturales alternativas?
–Habría que ver qué tan alternativas son muchas iniciativas. Como decía anteriormente, creo que los espacios existen, pero no se conocen pues no reciben atención de los medios. Un espacio como TEOR/éTica es considerado por algunas personas como alternativo, pero en el fondo es ya un espacio que tiene cierta institucionalidad y eso hay que saber como asumirlo poco a poco, sin perder la energía de plantearse cada vez cosas nuevas y cosas diferentes. Lo que siento es más bien que hay poco espacio para el “otro“, hay mucho espacio para lo que se deja ir al ambiente general y al poco pensamiento. La facilidad es lo que nos mata.
Ha reconocido que muchas veces ha estado en contra de lo oficial, lo estatal, el sistema. En ese sentido, ¿pensó en rechazar el premio?
–En realidad no tuve tiempo de pensarlo, pues nadie me avisó antes de una periodista que me llamó a la casa a decirme que me habían dado el Magón y que cuándo podía entrevistarme. Sin embargo, aunque he sido muy crítica de los premios nacionales en general, pues de alguna forma me han parecido reiterativos y hasta cierto punto endogámicos, ha habido momentos lúcidos como cuando le dieron el Aquileo a Marisel Jiménez en 1994, me parece, o a Jaime Tischler, unos años después. Yo no tengo rencores con el país, ni con el Ministerio de Cultura como institución para rechazar este tipo de premio. Por el contrario, creo que debo tomarlo como un momento especial tanto en la historia mía como en la de los premios, pues tal vez no soy la candidata tradicional.
Cuéntenos cómo es doña Virginia fuera de su esfera artística.
–Es raro, pero siempre estoy en la esfera artística de una forma o de otra: escribiendo, leyendo, cocinando, arreglando flores en mi casa, poniendo la mesa. Para mí todo tiene algo que ver con el arte, no me gusta servir un tomate mal cortado, o servir algo de manera descuidada. Me gusta que mi entorno sea armonioso, no me gustan los adornos, solo los floreros, detesto los gadgets y los objetos inútiles, muero por los libros, me encanta la bisutería extraña, étnica o súper moderna en materiales no tradicionales.
Soy animalera, pero no tendría nunca pájaros en jaula, así que tengo perros y gatos. Me gusta tomar fotos y cocinar, tomar vino tinto y conversar. Sueño con volver a cabalgar en una playa al amanecer. Me encanta la música, desde lo sinfónico a lo más popular, me gusta el danzón y el bolero, pero detesto el reggaeton. Odio los toros, aquí, en España y en cualquier lado.