Sin miedo contra Holanda, la carga la sudamos ante Grecia

Costa Rica llega a cuartos de final como más le gusta: sin cargar pesados cartelones ni historias por vencer

Con cada minuto del tiempo extra, cada falta que el australiano no pitó, cada tiro de penal que se anotó, Costa Rica fulminó sus quimeras, se quitó peso de encima.

Así, ligeros de equipaje (y no porque vayamos a volver pronto) la Selección llega a los cuartos de final de una Copa del Mundo ante la poderosa Holanda, sin más peso que el de la ambición propia y el sueño de todo un país por llegar a lo más alto.

Los octavos de final ante Grecia fueron un liberador purgatorio. Ya no hay que superar Italia 90 porque eso quedó atrás, ya no hay que ser favoritos porque nos queda mejor el cartel de “mata grandes” y la “Naranja Mecánica” puede ser la víctima perfecta para la guadaña que nos ganamos en el “grupo de la muerte”.

A ellos les pesa todo, a nosotros nada. A ellos les pesa la historia de haber tenido la Copa de frente tres veces sin poder tocarla, les pesa ser los eternos candidatos, les pesan los millones que valen sus jugadores y los otros tantos que cobra su técnico.

A los nuestros el mercado no los tasa tan alto, Pinto es el técnico  con el salario más bajo desde los octavos de final, y eso no los hace sentirse menos. Todo lo contrario.

Costa Rica tiene en blanco y por escribir todavía sus páginas más gloriosas: sin malos recuerdos, sin la frustración de lo que pudo ser y no fue. Casi ningún resultado podría borrarnos esa sonrisa, que tan bien puesta llevamos todos esta semana.

Ser sorpresa sigue siendo nuestra mayor ventaja: Sneijder: todavía nos debe estar buscando en Suramérica; Robben se siente favorito pese a que México casi lo despierta de una cachetada en octavos de final.

Llegar sin cargas pesadas a los cuartos de final no es un asunto de conformismo, es simplemente el presagio de que pase lo que pase, lo vamos a disfrutar y mucho.

LA EPOPEYA TICA

El paso por los octavos de final lo disfrutamos por el resultado final, pero el proceso fue bastante angustiante y doloroso. Lo hecho antes frente a los “grandes” de nuestro grupo, nos puso encima una corona que no acostumbramos llevar: la sorprendente Costa Rica de la que hablan todos los días los brasileños no podía decepcionar.

Previo al juego, el optimismo tico era tan evidente y desbordante como la fuerte lluvia que inundó Recife horas atrás, convirtiendo las aceras de Arena Pernambuco en verdaderos pantanos.

Pronósticos de 3-0, 2-0 y hasta un 4-1 eran reflejo de una inédita y merecida confianza en el “equipo de todos”. Muchos pagaron más de ¢2 millones para estar ahí ese día. Hay que tener confianza para hacer eso.

Dentro del estadio, las camisetas rojas quedaron dispersas, tanto que a la distancia costaba distinguir entre un aficionado nuestro y una butaca vacía del mismo color. Pero la caja de resonancia del Arena Pernambuco es maravillosa y el “oe, oe, oe, oe, ticos, ticos” se oía de todas partes.

Los griegos no eran tantos, pero se agruparon en un cuadrante desde el que vivieron su fiesta con una trompeta, que me sonó mucho a cimarrona y me dejó con ganas de turno y mascaradas.

Hay que decirlo: ese primer tiempo es el más malo, feo y aburrido que le hemos visto a Costa Rica en Brasil. Grecia nos metió en su juego de no jugar y el marcador fue el mejor reflejo: nada de nada.

Bryan Ruiz se encargó de cambiarle la cara al segundo tiempo con ese gol tan extraño: era como si el tiempo se hubiese detenido solo para que Bryan diera un toque de billarista y el balón se fuera a esconder lentamente entre las redes del griego Karnezis.

El estadio despertó con el grito de los nuestros, y también despertaron los griegos, que por primera vez desde que llegaron a Brasil, se dieron cuenta de que el fútbol también se trata de buscar la portería rival.

Duarte se fue expulsado y el colega a mi lado solo atinó a decir: “mae, tengo un mal presentimiento”.

Pinto quiso cuidar su resultado con un hombre menos, pero por ratos parecía que teníamos hasta tres fuera. Los griegos escarbaban en su desesperación por encontrar el gol, que les diera al menos unos minutos más.

Keylor lo tapó todo, pero uno de sus rebotes lo recogió Papastathopoulos y fusiló a los nuestros. Ese griego, de nombre impronunciable, simplemente nos quitó el habla.

CONTRA TODO

Cuando termina el tiempo regular corro al baño y ahí los ticos son fáciles de identificar, no por sus camisetas rojas, sino por las caras largas.

Los tiempos extras son un suplicio de principio a fin: a Joel ya no le dan las piernas, la defensa “hace aguas” y Keylor nos salva una y otra vez. Esperamos que uno de esos pases largos ponga a correr otra vez a Campbell y que nadie lo pueda alcanzar, pero eso no sucede.

Costa Rica aguanta a los griegos, al árbitro que no pita las faltas, al cansancio que nos comió las piernas, y al nerviosismo de caminar sobre una cuerda floja sin red que nos sostenga. Abajo, los aficionados intentan mantener vivo el optimismo y por ratos los ticos dispersos vuelven a ser uno solo gritando “¡Sí se puede!”.

Al minuto 120 un griego vuelve a probar suerte en el área tica y logra rematar. El colega a mi lado se tapa la cara, a mí se me hace un hueco en el estómago, como el que se siente cuando uno se da cuenta que dejó perdido algo importante. Hacía dos tiempos extra que, sin darme cuenta, estaba de pie. La bola se fue por fuera y yo me siento (en la silla y por dentro) muy cansado.

Llegamos donde queríamos, no por gusto, sino por necesidad. Llegamos a los penales. La confianza está toda en los guantes de Navas y en que ninguno de los nuestros falle en el duelo con el balón.

Celso abre bien la tanda de tiros, los nervios en las graderías y en la tribuna de prensa están desbordados. El periodista tico que los medios brasileños destacaron por haber llorado al final, ya estaba llorando desde el principio. Unos caminaban, otros se tapaban la cara sin saber qué hacer.

Los tiros anotados nos dieron alivio, pero el que tapó Keylor fue el de la verdadera alegría. Solo quedaba Umaña entre terminar este martirio o seguir sufriendo.  Michael anota y los periodistas ticos corremos a abrazarnos. Abajo jugadores y aficionados hacen lo mismo. ¡Estamos en cuartos de final!

Estos últimos párrafos fueron los primeros que escribí de este texto tras el partido. En la sala de prensa del estadio Arena Pernambuco ya éramos pocos. Los colegas van saliendo con el “pura vida” en la mano y la sonrisa en la boca.

¿Verdad que no estoy dormido y esto es un sueño de esos en los que uno no quiere despertar? ¿Verdad que Navas sí tapó ese penal y Umaña metió el quinto para ir a cuartos de final? ¿Verdad que solo van a quedar ocho equipos en el Mundial y Costa Rica es uno de ellos?

Cuesta creerlo, pero es cierto. Cuando la proeza parecía más imposible, esos guerreros que tiene Pinto vestidos de blanco, azul y rojo lo volvieron posible. Vamos ahora por Holanda, sin miedos, sin complejos, sin traumas. Todo eso lo sudamos contra Grecia.

 

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