Cuando todos queríamos ser como Irlanda

“Irlanda aceptaría ayudas para la banca, pero se resiste a hablar de rescate”; “Irlanda se resiste a pedir ayuda a la UE y anunciará

La crisis económica que vive hoy Irlanda obliga a recordar la frase del expresidente Óscar Arias de marzo de 2006 en la que afirmaba: “Quisiera hacer del país una pequeña Irlanda».

“Irlanda aceptaría ayudas para la banca, pero se resiste a hablar de rescate”; “Irlanda se resiste a pedir ayuda a la UE y anunciará nuevas medidas de ajuste este mes”, “El Banco Central irlandés reconoce que Dublín tendrá que aceptar un préstamo de miles de millones»; “Irlanda, el penúltimo fiasco”.

En los títulos de la prensa europea se resume la batalla de los últimos meses para salvar Irlanda (y el euro) de la insolvencia, con el Banco Central Europeo y la Comisión Europea redoblando esfuerzos para apagar el nuevo incendio que amenaza ahora el otro extremo del continente: Irlanda.
Con los focos concentrados hace tan solo unos meses en Grecia, a la que se acudió con un rescate de 110 mil millones de euros aprobados en mayo pasado, ahora le toca el turno a Irlanda, donde toda resistencia parece doblarse ante la evidencia de una crisis que amenaza, nuevamente, con arrastrar la moneda europea en su caída.

MALABARISMOS

La alianza conservadora que gobierna Irlanda hizo malabarismos para definir lo que estaba ocurriendo. Mientras se resistía a hablar de “rescate” de su economía, como lo hizo Grecia en mayo, manifestaba su aceptación de un fondo para hacer frente a los problemas de la banca, pero insistía en que “la soberanía irlandesa sobre política económica no estaba en cuestión».
Se trata de “decenas de miles de millones de euros”, reconocía el gobernador del Banco Central irlandés, Patrick Honohan, indispensables para que “los mercados recuperen la confianza”.
¿Será suficiente? En mayo pasado, recién acordada la intervención en la economía griega, el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz se preguntaba si se podía salvar el euro. En su opinión, Europa no tenía “manera de ayudar a aquellos países que enfrentan problemas serios”.
Y decía: “Consideremos el caso de España, que tiene una tasa de desempleo del 20% –y más del 40% entre la gente joven–. El país tenía un excedente fiscal antes de la crisis y después de la crisis, su déficit aumentó a más del 11% del PIB. Pero, según las reglas de la Unión Europea, España ahora debe recortar su gasto, lo cual, probablemente, exacerbe el desempleo”.
Stiglitz sugería algunas alternativas para enfrentar la crisis: bajar los salarios, una salida que, en su opinión, generaría tensiones sociales insoportables; crear dos regiones diferenciadas en la zona del euro, o establecer un marco fiscal común.
Si Europa no puede hacerlo, concluía, “entonces quizá sea mejor admitir el fracaso y pasar a otra cosa en lugar de pagar un precio elevado en materia de desempleo y sufrimiento humano en nombre de un modelo económico fallido”.

EL EJEMPLO IRLANDÉS

“En los más de tres años que ya dura la crisis financiera, la sucesión de sorpresas desagradables y la caída de mitos económicos fraguados a lo largo de las décadas anteriores ha alcanzado cotas nunca antes vistas”, decía un comentarista europeo.
“En esa cadena de blufs –agregaba–, el de la economía irlandesa destaca con luz propia. Hasta el año 2007, Irlanda presentaba los datos más brillantes de crecimiento y cambio en toda la Unión Europea (UE). En menos de tres décadas su PIB pasó de estar claramente por debajo de la media de la UE a superarla en más de un tercio. A partir de ahí surgió un torrente de literatura dirigida a interpretar el éxito irlandés: que si bajos impuestos; que si dinamismo empresarial, incorporación de la sociedad del conocimiento, portaviones para el aterrizaje del capital norteamericano? Nada de lo cual debiera ridiculizarse, porque el progreso de ese país fue muy real en esos años”, señaló.
¿Cómo surgió entonces la crisis?
“La receta irlandesa no tiene realmente nada de excepcional. A grandes líneas se impuso –bajo el nombre de ‘programas de ajuste estructural’– en muchos otros países, por ejemplo en América Latina”, afirmó Renaud Lambert, en un notable artículo sobre el tema, publicado en Le Monde Diplomatique.
Desde 1987, recuerda, un acuerdo entre el Estado, la patronal y los sindicatos impulsó en Irlanda una política de “moderación salarial”. A esto se sumaron otras medidas: la reducción de los impuestos a las  sociedades al 10%, “el nivel más bajo de Europa”; y la autorización de los llamados “precios de transferencia, que permiten a las multinacionales declarar sus beneficios en el país que ofrezca el régimen fiscal más interesante”. Irlanda se transformaba así en el “primer paraíso fiscal del mundo en términos de repatriación de beneficios (por delante de las Bermudas), lo que llegó hasta el 20% del PIB”, recordó Lambert.
Las multinacionales acudieron entusiasmadas. “La isla atrae un cuarto de las inversiones estadounidenses vinculadas a la apertura de nuevos mercados”.
La economía irlandesa parecía hacer realidad el sueño neoliberal. Su éxito fue exaltado en todos los tonos, por los más diversos medios y dirigentes políticos del mundo, que Lambert resume así:
– “Sólo veo ventajas en el modelo irlandés”, una “auténtica historia de éxito” que envía “un mensaje a Francia”, declaraba entusiasmado el Primer Ministro francés Jean-Pierre Raffarin (Dublín, 24 de mayo de 2004).
A continuación el partido conservador británico hizo las maletas para “observar y aprender de lo que está pasando en la otra orilla del mar de Irlanda”. En la misma época en Jamaica la patronal se preguntaba: “¿Qué enseñanzas aprender del fenomenal éxito de Irlanda?”. La reflexión de su homólogo de Quebec fue más lejos: sin ninguna duda “Irlanda constituía el modelo más apropiado” para su provincia. De la derecha letona al Consejo Nacional de la patronal hondureña, del Partido Republicano estadounidense a la Cámara de Comercio americana-uruguaya, por todas partes la misma observación: “El modelo irlandés es una estrategia que puede funcionar en otros países, independientemente del momento o de la zona geográfica”.

UNA PEQUEÑA IRLANDA

Costa Rica tampoco estuvo ausente del debate. En vísperas de asumir el poder, en marzo del 2006, mientras se alistaba para la pelea por el TLC, el presidente Oscar Arias afirmó: – Entre (sic) más pronto haya TLC mejor pues nos hemos quedado excluidos. Quisiera hacer del país una pequeña Irlanda».
La receta incluía impuestos bajos y una legislación laboral muy flexible. Irlanda fue el primer país de la zona del euro que entró en recesión por el estallido de esa burbuja, hace ya dos años. Al final, la misma burbuja inmobiliaria creada por la especulación financiera y las políticas fiscales ultraliberales terminaron por traer a la realidad ese sueño.
Ahora, con el agua al cuello, presionado por sus pares de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional, el ministro de Finanzas irlandés, Brian Lenihan defendió su plan cuatrienal de ajustes, que deberá generar un ahorro de 15 mil millones de euros y reducir el déficit fiscal a 3% del Producto Interior Bruto (PBI) en 2014.
Se habla de recortes sin precedentes del gasto o alzas a los impuestos por 6.000 millones de euros, en un esfuerzo por reducir su déficit fiscal a alrededor de 9,5% el próximo año.
En los círculos comunitarios se especulaba con que el programa de ayuda para Irlanda podría elevarse hasta 100 mil millones de euros. Pero Lenihan quiere evitar que lo sometan a mayores presiones todavía, entre otras cosas porque la oposición está al acecho, además de las previsibles protestas de quienes han aceptado, hasta ahora sin protestar, el “éxito” del modelo.
Después de Irlanda, sigue la crisis de Portugal. El riesgo de que tenga que pedir ayuda financiera de emergencia “es elevado”, advirtió la semana pasada su ministro de Finanzas, Fernando Teixeira dos Santos, recordando que no se trata del problema de un solo país, sino de Grecia, Portugal e Irlanda.

 

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