José Mujica, actual presidente de Uruguay, votó el pasado domingo 26 en un colegio electoral situado en Rincón del Cerro, un barrio obrero de Montevideo. (Foto: DPA)
Tres caras distintas presentaron las elecciones uruguayas del pasado domingo. Caras que un medio de prensa de ese país definió de la siguiente manera: “el optimismo” del candidato del Frente Amplio (FA), Tabaré Vázquez; “cierto desengaño” del candidato del Partido Nacional o blanco, Luis Lacalle, por haber alcanzado “menos de lo esperado”; y el “rostro de la derrota total” de Pedro Bordaberry, candidato del más conservador Partido Colorado.
Poco más de 2,6 millones de uruguayos estaban habilitados para elegir presidente y vicepresidente de la República, 30 senadores y 99 diputados.
Con 47% de los votos ganados, Vázquez quedó a las puertas de un nuevo mandato, pero el resultado fue insuficiente para evitar una segunda vuelta, el próximo 30 de noviembre. Lacalle, con 31%, pasó al segundo turno con el apoyo de Bordaberry (hijo del dictador Juan María Bordaberry, ya fallecido, que gobernó Uruguay entre 1972 y 1976), que quedó en tercer lugar, con 13%.En todo caso, el resultado (aún preliminar) parecía también insuficiente para renovar la mayoría absoluta que el Frente Amplio mantuvo en ambas cámaras en las dos últimas legislaturas. El fortalecimiento de otros partidos, como el Independiente (más cercano a Vázquez que a la oposición de derecha) lo impediría. Pero tampoco tendría mayoría la coalición de blancos y colorados.
Apenas cerradas las urnas en la noche del domingo, cuando los candidatos hacían las primeras evaluaciones de los resultados, Bordaberry se asomó a la sede de campaña de Lacalle para expresarle su apoyo: –»Vine para que hagan mierda a Tabaré Vázquez», dijo el candidato colorado a Pablo Da Silveira, asesor del candidato del Partido Nacional.
La conversación revelaba, quizás, el clima de lo que será la segunda fase de la campaña. Pero, si se puede sacar conclusiones de los antecedentes electorales, Vázquez tiene las mejores opciones de triunfo.
En las elecciones anteriores en el 2009, el actual mandatario José Mujica ganó en la primera vuelta con un 47,9% de los votos, a los que sumó un 4% en la segunda ronda, suficiente para ganar a su rival, el expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995), padre del actual rival de Vázquez.
El ambiente en la oposición no era de optimismo en la noche del pasado domingo.
Lacalle se mostraba “visiblemente afectado” por el resultado, que “no alcanzó” las cifras esperadas por la cúpula de su partido. Según trascendió en horas de la mañana, decía un medio uruguayo, “en el círculo cercano al candidato blanco se esperaba llegar al 35% o 36% de los votos”.
Algo similar le ocurría al candidato colorado Pedro Bordaberry, quien no podía disimular en su rostro la imagen de la derrota, cuando se dirigió a los militantes del partido en la sede del comando electoral de la campaña. El 13% de los votos representaba una cifra bastante inferior a la elección anterior (cuando logró 17,2%), y muy debajo de las expectativas para esta, tan baja que a la alianza de la derecha no le alcanzaría la suma de sus votos para derrotar a Vázquez.
SIMILAR A BACHELET
“Un gobierno de perfil similar al de Bachelet parece vislumbrarse en Uruguay”, estiman los analistas. Al igual que en Brasil, el esfuerzo reformista por sustituir las políticas de los años más radicales del neoliberalismo por otras de mayor preocupación social ha facilitado los reiterados triunfos reformistas. Pero ha quedado también en evidencia que esos triunfos se han hecho más ajustados.
Entre los avances sociales logrados en Uruguay se puede incluir la creación de los consejos de salarios; la ley de ocho horas para el trabajador rural, una vieja reivindicación en el país; leyes protectoras de las trabajadoras domésticas; el descenso de los índices de indigencia y pobreza; y la ley de responsabilidad penal empresarial, entre otras medidas.
Pero, “pese al crecimiento de la economía (5,5% en promedio), la reducción de la pobreza en un 34% y del desempleo en un 16%, los uruguayos parecen no perdonarle al gobierno el abrumador y constante crecimiento de la inflación (8,5%), los altos índices de inseguridad, los escándalos de corrupción y la aparición de fenómenos sociales como el narcotráfico y el sicariato”, se podía leer en el diario uruguayo El Tiempo.
Uruguay tampoco escapa a la concentración de la riqueza que caracteriza la mayor parte de las economías latinoamericanas. Según datos oficiales, el 1% más rico del país gana casi lo mismo que el 50% más pobre.
Además de los temas económicos, el de la seguridad pública es otro que preocupa a los uruguayos. Tanto que el domingo debieron pronunciarse también sobre una consulta para reducir la edad de responsabilidad penal, de los 18 a los 16 años, la cual finalmente logró 48% de los votos, insuficientes para hacerla aprobar. Informes de la Fundación Propuestas (Fundapro) indican que los menores de edad fueron responsables del 26% de los homicidios y del 40% de robos en 2013.
Quien podría ser el próximo ministro de Economía, el actual vicepresidente de la República, Danilo Astori, presentó sus propuestas para el eventual segundo gobierno de Vázquez.
Ante las críticas sobre el déficit fiscal de 3,3%, sostuvo que “no se puede hablar sobre el tema sin tener otros indicadores sobre la situación fiscal del país y de la política económica en general”. Recordó que en el 2005 el mayor rubro del gasto público de Uruguay “eran los intereses de la deuda, mientras que hoy lo constituyen las políticas sociales”.
“Podemos asegurarle a nuestra gente que el Uruguay seguirá creciendo durante los próximos cinco años por encima del promedio latinoamericano”, expresó.
“Podemos también afirmar que ese crecimiento se reflejará de manera directa en la sociedad, entre la gente de trabajo, en las ciudades y en el campo, en Montevideo y el Interior, a través de un constante crecimiento de los salarios, de las jubilaciones, de los ingresos familiares”, agregó.
Uno de los factores para estimular la economía serán “las inversiones públicas y privadas en infraestructura, incluidas carreteras, caminos rurales, puentes, puertos, aeropuertos, ferrocarril, zonas logísticas, generación y distribución de energía, telecomunicaciones, acceso a agua potable y con destino al riego, como no se ha conocido hasta el presente en el Uruguay”, prometió Astori.
CRÍTICAS
Astori, en todo caso, es considerado un representante de los sectores más conservadores dentro del FA. Quienes lo critican desde posiciones de izquierda, como el periodista Guillermo Almeyra, señalan que “el ala centroderechista presidida por Vázquez-Danilo Astori fue derrotada en el 2008 en el Congreso del Frente Amplio, donde triunfó el centro, que impuso a José Mujica como candidato a presidente”.
El primer gobierno del Frente Amplio, con Tabaré Vázquez como presidente de la República –mencionó Almeyra–, “fue más que moderado, tuvo una política extractivista lesiva para el ambiente y estuvo marcado por la tensión con Argentina y por los constantes intentos de firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos”.
Por su parte, Julio Louis, en un articulo titulado “Una elección sin izquierda”, se pregunta si quedan actores relevantes de pensamiento anti-capitalista en el Frente Amplio.
Su respuesta es que sí, pero pocos. “Lo son los primeros candidatos a diputados por Montevideo del Partido Socialista, en abierta pugna con la mayoría de su partido, que desplazó a una figura de la talla del exvicecanciller Roberto Conde”.
Al parecer, en Uruguay, como en Brasil, el electorado ha insistido en un camino de búsqueda de alternativas al neoliberalismo de décadas pasadas, pero no termina de encontrar un camino que convenza a una mayoría aun más amplia, de que sus propuestas son las indicadas para lograr ese objetivo.