Por Luis Muñoz Varela
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Dos días hace precisamente, una estudiante universitaria me decía que ella había sido objeto de racismo en la escuela, por su color blanco de piel. Y también me decía, que ella en realidad, a pesar de su color de piel, no se considera blanca. Desde luego, una persona reflexiva y sincera no puede considerarse a sí misma “blanca”. Esa viene a ser una cuestión equivocada. Lo cierto, sin embargo, es que en esta sociedad costarricense, el racismo es claramente manifiesto. Y lo es en muy diversos sentidos, no solo en relación con la negritud.
La escuela y la educación, así como una matriz cultural centrada en el criollismo confesional y patriarcal, se han hecho cargo de inculcarnos una imagen rígida y ficticia acerca de los perfiles fenotípicos con los cuales se nos dice explícita y simbólicamente que debemos identificarnos, en la medida que constituyen la razón de ser de nuestra identidad nacional como “ticas” y “ticos”. En mis tiempos de estudiante en una escuela rural de la Región Huetar Norte, se me decía que una de las diferencias que tenía Costa Rica en relación con los demás países de Centroamérica, era que aquí “no habían indios”. No obstante, a pocos kilómetros de donde estaba esa escuela, sobreviven hasta el día de hoy las comunidades indígenas Maleku.
El racismo no tiene ninguna razón de ser, salvo porque está muy claro que sirve bastante bien a determinados intereses de poder. En Costa Rica, ninguna persona está exenta de ser agredida en algún momento de manera racista, sea “negra”, “cobriza” o también “blanca”. Según a mí me parece, todas estas categorías que se utilizan para clasificar a diferentes grupos humanos, lo que hacen no es otra cosa más que invalidar las propias características y diferencias culturales que identifican a cada cual. ¿Qué es “lo negro”; qué es “lo cobrizo”; qué es “lo blanco”. Vaya usted a saber…
El proyecto criollo de construcción e institucionalización de la identidad cultural nacional, nos habla de que “los negros” son por definición vagos, “los indios” son primitivos e ignorantes y “los chinos” son circunspectos y desconfiables. El proyecto criollo se funda en un profundo temor y en una acción constante por aniquilar la natural potencia que hay en cada cultura y que también la hay en la gran riqueza de la diversidad cultural. Se recurre entonces a un pretexto burdo y a una elaboración discursiva absolutamente irracional, cual es la de discriminar a las personas y a las poblaciones según el color de piel que tengan.
También sucede que la sociedad costarricense tiende a ser bastante hipócrita. En la actualidad, no es raro por otra parte ver a alguien que levante la bandera del “no” al racismo, tan solo por la razón de que se ha hecho un cálculo de acción que de una u otra manera podría resultar en la obtención de beneficios propios individuales. En estos días, en el contexto de la polémica desatada en el país y puesta de manifiesto especialmente en redes sociales, a raíz de la solicitud hecha por dos diputadas de retirar a Cocorí como libro de texto escolar, ha sido realmente todo un espectáculo ver de qué manera algunas personas intervienen claramente con la intención de sacar el mayor beneficio individual posible de la situación presentada. Se trata, sobre todo, de cálculos de beneficio politiquero. La cuestión de fondo no se toca; eso es lo que menos interesa. Y así permanecerá. En este país, pareciera ser que para algunas personas,no se puede hacer carrera política si no se asume con seriedad y convicción la hipocresía.
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