“¡And the winner is…!”

De ahí que no sólo causa asombro sino indignación ver cómo el presidente del país de la geopolítica por excelencia puede llevarse un premio

¿Sabe usted por qué Gandhi no recibió nunca el premio Nobel de la paz aunque estuvo cinco veces nominado? Vamos a decirlo de una vez: Porque su paz no convenía, porque no era la paz de los líderes occidentales del mundo y realmente implicaba una actitud subversiva contra los comprometidos con la guerra.

De ahí que no sólo causa asombro sino indignación ver cómo el presidente del país de la geopolítica por excelencia puede llevarse un premio Nobel a la vez que su gobierno instala siete bases militares en Colombia.
Aunque haya optimistas que esperan que este premio sea un “espaldarazo” en la búsqueda por el desarme nuclear, no deja de causar escepticismo que sea otorgado al presidente en ejercicio de un país que continúa  armándose hasta los dientes. El país más endeudado del mundo, ahora presidido por un Premio Nobel de la Paz, divide el mapa mundial a partir de sus enclaves geo-estratégicos manteniendo la guerra en Afganistán y sin detener la violencia israelí sobre el pueblo palestino.  
Obama ha recibido el premio Nobel de la paz por ser el mejor actor de su propia película. No por haber actuado sobre la realidad, sino por el escenario que ha construido con su discurso que se carga de ambigüedad cuando se trata de jugarse fácticamente. El discurso de Obama ha performado un escenario virtual en el cual la política se juega de forma diferente a cómo nos la jugamos los individuos en los entornos naturales. O es que  ¿acaso la base de Guantánamo ya fue cerrada? ¿Obama ha regulado la contaminación interna de los Estados Unidos de acuerdo con las necesidades del cambio climático global? ¿Las familias iraquíes pueden decir que Obama ha culminado ya con la guerra?  Podríamos decir que la política de paz de Obama “no ha tenido lugar” (en el sentido del análisis que Jean Baudrillard hace sobre la forma de construir la política y la guerra desde los medios de comunicación) y lo que sí ha tenido lugar es la muerte en cada uno de los cuerpos sometidos al hambre o a la violencia como consecuencia del occidentalismo.
La entrega de este premio Nobel huele a palomitas de maíz y alfombra roja. “andthewinneris…” (ni el mismo Obama puede creérselo)  y para él luces, cámaras y más rating. Nada parecido a otros Premio Nobel de la Paz que aún conversan y otros que nos han heredado un espíritu de lucha constante por la utopía de otros mundos posibles aún jugándose la vida por estar del lado de los excluidos (entre tantos otros y otras: Carlos Felipe Ximenes Belo, Aung San Suu Kyi, Yasser Arafat, Lech Walesa…).
La política del gobierno actual de los Estados Unidos  puede ser menos prepotente pero no por eso menos imperialista. Con la entrega del premio Nobel de la paz al presidente Obama se le genera una base que le permitirá aún más recurrir  a la ambigüedad (sirva de ejemplo la ambiguedad de Óscar Arias cuando no quiere hablar como presidente: “hablo en mi condición de premio Nobel de la paz”- argumento nostálgico y cada vez más débil resquicio de autoridad simbólica)  cuando se manifieste sobre asuntos concretos como el restablecimiento de la democracia en Honduras, el bloqueo a Cuba y el plan Colombia, lo cual hemos visto que alarga los asuntos prioritarios en América Latina (hambre, educación,  migración forzada, medio ambiente…)  al tiempo que se aceleran las  negociones entre los impulsores del capitalismo global y los dirigentes de las  políticas recalcitrantes.

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