Es así como dudar de las virtudes y del orden natural en las sociedades humanas, como algo originado a partir de las célebres leyes del mercado, como una parte esencial del credo liberal o (neo) liberal, se convierte en algo así como una especie de peccata maiora para estos nuevos apóstoles de la buena convivencia política. Si alguien pone en duda las recetas sobre austeridad fiscal y monetaria de algunos tecnócratas de turno, se le tilda de hereje, dogmático, trasnochado o aferrado al credo político de la vieja izquierda, marxista, socialista o comunista. De esta manera, si los dirigentes del Frente Amplio o de cualquier otra formación política de izquierdas en Costa Rica hablan de la larga noche neoliberal y de las consecuencias de la aplicación de los dogmas de ese corpus doctrinario, tan caro a la derecha delirante del cambio de siglo, la excomunión y la censura hacia el mal gusto o la inoportunidad de esos militantes o dirigentes de la izquierda, tanto en Costa Rica como en el resto de nuestra área continental, se tornan en algo obligado dentro de las actuaciones de las gentes, dotadas del instinto necesario para identificarse con lo políticamente correcto. Es decir, aquello que resulta de buen tono y los dota de los atributos de la racionalidad de que carecerían sus denostados adversarios.
La izquierda europea que por lo general no se diferencia casi en nada de la derecha en aquella parte del planeta, especialmente por la vocación autoritaria y antidemocrática de ambas, pero sobre todo por su adhesión a las políticas económicas y sociales de corte neoliberal dictadas por los tecnócratas de Bruselas y Maastrich, en beneficio de los todopoderosos banqueros, no entra en esos calificativos que se aplican por lo general a cualquier expresión política hacia la izquierda que ponga en duda el corpus doctrinario y las formas de hacer política de esa derecha. En eso no hay grandes diferencias entre el Partido Popular de España (¿populismo de derechas acaso o neofranquismo, tal vez?), los socialistas franceses de Hollande, siempre tan serviles hacia los designios de Washington o los cristianodemócratas de la señora Merkel, para el caso de Alemania, hoy empeñada en matar de hambre a innumerables españoles, griegos, portugueses e italianos en nombre de la sanidad de las finanzas europeas.
En esta parte del mundo, comulgar en algún sentido con la Venezuela de Chávez-Maduro, el Ecuador de Correa, la Bolivia de Evo Morales o la Argentina de Cristina Fernández, o atreverse siquiera a calificar de fondos buitres, a las prácticas de los banqueros que pretenden saquear la economía de nuestros países, haciendo entrar en default a la economía argentina, es ya piedra de escándalo para los guardianes de lo políticamente correcto. Si el Frente Amplio de Costa Rica y su grupo parlamentario apoyan las reivindicaciones sindicales o comunales, se sitúa dentro del espectro de la incorrección política de los ya mencionados pontífices. Ni qué decir de la posibilidad de replantear el tema de las relaciones con Nicaragua, visitando ese país para conmemorar un hecho histórico importante o discutir el tema hacia el interior de su partido, ya que ese solo hecho sería para algunos catones como abrir las puertas del infierno.