De lo políticamente correcto y sus trampas

De esta manera, un coro de voces no tan polifónicas, empezó a desvalorizar, de diversas maneras, el contenido del discurso presidencial llamándole la atención

Las interminables trampas que nos dificultan el avance hacia la captación de lo que podría considerarse como lo políticamente correcto resultan ser, ni más ni menos, que la exteriorización de los componentes de una especie de engranaje totalitario, cuyos mecanismos nos conducen a enfrentarnos, casi a diario, con un número creciente de dificultades para entender siquiera ¿cuál es el terreno es el que estamos pisando y sobre todo si dentro del ámbito de lo político nos hallamos frente a un escenario real o ficticio? Es así como nos encontramos, de manera súbita, con que el mensaje del presidente de la república, Luis Guillermo Solís, del día jueves 28 de agosto anterior empezó a ser descalificado y desfigurado, casi de inmediato, por parte de una pléyade de actores socio-políticos, al parecer expertos en la materia de delinear las dimensiones y rasgos de lo políticamente correcto, pues para ellos nada debe cambiar en  el orden político y social,  pero sobre todo en  cuanto a las formas que asume la dominación en nuestro país.Esta rendición de cuentas e intento de elaborar un estado de la cuestión como punto de partida de su gestión gubernamental resulta ser, a lo sumo, una transgresión del manual de Carreño de la buena conducta política, la que todavía puede ser corregida.

De esta manera, un coro de voces no tan polifónicas, empezó a desvalorizar, de diversas maneras, el contenido del discurso presidencial llamándole la atención al nuevo mandatario, de una manera poco amable, por su actitud transgresora e irreverente al denunciar a los saqueadores y a los ineptos: del pasado reciente no hay que hablar y mucho menos de los treinta años de neoliberalismo, con sus políticas de ajuste estructural y de desmantelamiento sistemático de las instituciones del estado de bienestar social recetadas por todos los gobiernos que lo precedieron. Ya es hora de ponerse a trabajar y si hay algo que denunciar de las actuaciones de los funcionarios de las administraciones anteriores, pues lo que debe hacerse es llevarlos a los tribunales, de esta manera los corruptos o malvados que son la excepción podrían ser castigados. Se trata de salvar los mecanismos del engranaje y evadir lo esencial de la coyuntura política: el hecho de que no estamos ante algunos casos aislados de corrupción que, a lo sumo ameritan una sanción civil o penal, sino de que el sistema, la maquinaria o la cosa está diseñada para saquear y destruir, de manera sistemática, las instituciones nacionales en beneficio de unas pocas empresas transnacionales, los especuladores del capital financiero y la legión cortesanos de la clase política. La corrupción, así entendida, es apenas si acaso, algo que puede ser definido como un daño colateral, si es que cabe parafrasear el lenguaje bélico de los señores de la guerra, en este cambio de siglo.

El ámbito en el que deben moverse, tanto el presidente Solís como el Partido Acción Ciudadana(PAC) no es otro que el que trazado por los portavoces del mundo de la vieja política, ¡cuidado se me salen de ahí!, parecen decir los integrantes del ya mencionado coro. La irrupción de las esperanzas ciudadanas atemoriza a los viejos pasajeros del barco acostumbrados a disfrutar lo mejor de las raciones a bordo y claman por la austeridad fiscal y por la reducción del porcentaje del déficit fiscal en relación con el PIB, ahora que ya saquearon al Estado qué importa reducir el gasto social y sacrificar a las grandes mayorías perdedoras (loosers). Qué importa entonces que la Caja Costarricense del Seguro Social esté al borde del colapso y que el Instituto Costarricense de Electricidad esté siendo sacrificado en beneficio de los intereses de Carlos Slim. En esto de la corrección política no sólo hay que observar los dogmas del pensamiento único neoliberal, sino atenerse a los viejos estilos en el manejo de la cosa pública, ¡ay de aquellos que se salgan del guión preestablecido!.

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