Continúo refiriéndome a disparates y falacias mencionados en el programa radial Desayunos de Radio Universidad del 12/6/15, donde Constantino Urcuyo y Ronulfo Jiménez, entrevistaron al Sr. Geovanni Garro, un tecnoentusiasta de los cultivos transgénicos (goo.gl/kT7M3y).
Normativa jurídica y regulatoria deficiente y paradójica: contrario a lo afirmado por Garro, el marco jurídico nacional en esta materia deja mucho que desear. La deficiente capacidad regulatoria puede ejemplarizarse con las intoxicaciones de trabajadoras en algodonales transgénicos (goo.gl/B7o2sd), así como la denuncia de brotes incontrolados de semillas de algodón transgénico en Cañas, Guanacaste (goo.gl/xsHbEH), interpuesta por miembros de la sociedad civil y no por autoridades regulatorias, los cuales posiblemente siguen ocurriendo.
Nuestro marco jurídico presenta vacíos que deben paliarse con una ley de bioseguridad, como lo propone el proyecto de ley 19.477 (goo.gl/OVDAiC). Porque implican incertidumbres y riesgos de diversa índole (entre ellos la salud); existen leyes y decretos que intentan regular la siembra y la investigación de los cultivos transgénicos, pero paradójicamente, no contamos con normativa que obligue a informar a los consumidores los ingredientes transgénicos en los productos que nos llevamos a la boca, incumpliendo así con el artículo 46 de la Constitución Política (“Los consumidores y usuarios tienen derecho a la protección de su salud, ambiente, seguridad e intereses económicos; a recibir información adecuada y veraz; a la libertad de elección, …)”. Esa exigencia ya existe en 64 países (goo.gl/i1DjVG).
Al respecto es importante hacer ver que el ofrecimiento de la campaña electoral pasada del actual gobierno de “Elaborar y aprobar un reglamento para que se realice el etiquetado que informe en los alimentos, para el consumo humano o animal, si contienen ingredientes genéticamente modificados” (goo.gl/cni93c), no se ha cumplido a la fecha, por lo que se ha iniciado una campaña nacional de recolección de firmas solicitando al Poder Ejecutivo cumplir con esta promesa.
Mitos y promesas incumplidas de siempre: tanto Garro como los entrevistadores hacen eco de la publicidad engañosa que el oligopolio corporativo y sus acólitos involucrados en este negocio, han venido cacareando desde hace más de 20 años, p.ej. “aumentar la productividad en la agricultura, para combatir las plagas”, “tener alimentos cada vez en mayor cantidad”, “tener mayor eficiencia”, etc. Sin embargo, la prueba documental que rebate esas falacias es contundente (goo.gl/aSb4yj), y por ello solo 28 países aceptan cultivar transgénicos. El colmo del cinismo de Garro es afirmar que su participación en el programa radial es para “educar y poder quitar algunos mitos que se han insertado mucho dentro de este tema”, siendo precisamente él la persona que los propaga, como en este caso, con el apoyo incondicional de los conductores Urcuyo y Jiménez.
Contradicción transgénica: Garro quiere hacernos creer que los procesos de transgénesis artificiales son equivalentes a los de la naturaleza, insinuando una equivalencia inexistente. De existir equivalencia, los organismos transgénicos no podrían patentarse ni reclamar derechos de propiedad intelectual, dado que uno de los requisitos para hacerlo es demostrar que son diferentes. Para tranquilizarnos -como en este caso-, los tecnoentusiastas protransgénicos afirman que estos son iguales a los naturales, pero… para reclamar derechos de propiedad intelectual contradictoriamente afirman que son diferentes. ¿Entonces? ¿Son iguales o son diferentes? Si fueran iguales, por lógica, no existirían los protocolos y medidas de bioseguridad, por lo demás deficientes, que se aplican a nivel nacional e internacional a estos organismos.
En próximos artículos me referiré a otros temas tratados en esta entrevista.
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