A pesar de la volatilidad del votante, en la actual nubosa coyuntura pre-electoral, es clara la tendencia ciudadana a apoyar una nueva generación política (clase política con rostro y espíritu joven) con ideas nuevas y consistentes.
Por ello, el ascenso en las encuestas del candidato del Frente Amplio (FA), José María Villalta, podría explicarse por ser uno de esos líderes sociales y políticos que están sintonizando con las demandas ciudadanas de un nuevo ideario costarricense, para proyectar la sociedad del siglo XXI sobre los cimientos de la decencia en la gestión pública, el bienestar y la paz social. No se trata, por consiguiente, de un viraje hacia la izquierda en sentido ideológico tradicional –doctrinario-político– por parte de un sector de la ciudadanía.
El candidato Villalta, en este sentido, se ha venido mostrando como un líder que es portador más propiamente de ideas que de una ideología, concebida en los estrechos márgenes de la visión maniquea propia del viejo contexto de la “guerra fría”. En tal sentido, de acuerdo con la concepción sustentada por Erich Fromm, la idea a diferencia de la ideología “apela al sentimiento y al pensamiento activos […] La idea abre los ojos, despierta al hombre de su letargo, y lo fuerza a que piense y a que sienta activamente y vea algo que no ha visto antes. La idea tiene el poder de despertar a los que toman contacto con ella, dado que apela a la razón y a todas aquellas facultades que he descrito […] como “experiencias típicas”. Si la idea llega a la gente se convierte en un arma de lo más poderosa, porque crea entusiasmo y dedicación e incrementa y canaliza la energía humana” (Fromm, Erich (2003). La revolución de la esperanza. Hacia una tecnología Humanizada. México, Fondo de Cultura Económica. pp. 145-146).
La fuerza de las ideas, más que de las ideologías, está marcando el derrotero del contexto sociopolítico global. En las ideas convergen lo racional y lo emocional, es decir, la experiencia concreta de la corporalidad humana en su carácter constitutivo relacional y diverso. La reivindicación y dignificación de esta corporalidad diversa de derechos, en su dimensión afectiva-emotiva, se está convirtiendo en un factor mediador fundamental de las nuevas luchas sociales y formas de articulación política.
En nuestro país, este fenómeno introduce cambios sustantivos en la identidad y el comportamiento del movimiento social y político. Por una parte, el protagonismo le corresponde a esa corporalidad humana y social diversa, cada vez más activa y propositiva. Por otra, los partidos políticos y sus líderes se ven ante la disyuntiva de superar el viejo perfil partidocrático y caudillista o desaparecer.
El ascenso del candidato Villalta es una manifestación particular de esta nueva modalidad de comportamiento sociopolítico. Constituye, como tal, una esperanza para enrumbar al país por las sendas del nuevo ideario que se viene impulsando, con pasión y tenacidad, por parte de diversos sectores y del movimiento social.