¿Es el arismo un fascismo?

El arismo hace su nefasta reentrada en la política nacional, cuando se trató de boicotear la Constitución, en su primer intento, para permitir la

El arismo hace su nefasta reentrada en la política nacional, cuando se trató de boicotear la Constitución, en su primer intento, para permitir la reelección. Pero este proceso, como narra Guido Sáenz, falló, ya que, según el interesado en tal atropello a la Constitución, “Tenía la promesa de cuatros magistrados. Uno me traicionó”. Así, el arismo se comienza a definir como un tráfico de influencias. O dicho con las palabras de Luis Alberto Monge, el arismo “no es de origen liberacionista ni cree en un proyecto social democrático y reformista. Sus tesis son conservadoras, plutocráticas y autoritarias. Su propuesta (es) de una ‘dictadura en democracia”.

El arismo, entonces, es una tendencia política, nunca una teoría política, que busca servirse del Estado para satisfacer las “ambiciones familiares” de una plutocracia corrupta. La idea de democracia se reduce a que el pueblo tiene derecho a votar, por aquellos que ellos mismos (los miembros del arismo) han designado como candidatos. Una vez que se ha votado, ya no se tiene ningún derecho a reclamar, todo esto en nombre de una mal entendida gobernabilidad.

Recordemos la lucha contra el TLC, donde el gobierno arista de turno, en contubernio con algunas televisoras y medios escritos, rompieron el orden constitucional al hacer propaganda a favor de tal tratado, durante los tres días de tregua. O la implementación de una campaña de miedo, que a pesar de ser denunciada con el escándalo del memorando, siempre se aplicó, así como la compra de votos. Todo esto a vista y paciencia de un Tribunal Supremo de Elecciones que pareciera viciado en algunos aspectos.

No olvidemos la promesa de tierras a campesinos guanacastecos a cambio de votar por el TLC ni la repartición de puestos en algunas instituciones del Estado por sus votos. No olvidemos tampoco algunos problemas en algunas elecciones presidenciales pasadas, que el candidato de la oposición ha dudado en enfrentar con claridad, para denunciarlos. O sin olvidar a aquellos que salen a la luz pública, diciendo que alguien lo llamó para detener una investigación y luego ya no recuerda nada, o los peludos negocios de un ministro comprometido con algunos “procesos”.

Más recientemente, la creación de leyes que prohíben la denuncia anónima y, por tanto, el reclamo contra la política corrupta de los últimos gobiernos liberacionistas, el reparto de millones de colones del Estado, la camuflada quiebra de la CCSS para beneficiar los servicios de salud propiedad del mesías arista, así como el ataque a la financiación de la UCR también para acrecentar las rentas de los negocios en educación del mismo mesías.

Hoy, el arismo nos vende una campaña populista, con el Estadio Nacional de fondo y con todo y un software rejuvenecedor, con un arismo pagando una campaña tempranera sin saber nosotros de dónde salen los fondos y manoseando la precampaña liberacionista, para favorecerse.

El arismo es un proyecto para poner en acción “sus ambiciones de ejercer y mantenerse, a toda costa, en el poder. No puede vivir sin el poder” (Monge) y que cada vez más recomienda un Estado con derechos limitados para los individuos, o sea, fascismo, y que se asemeja inexorablemente más a la visión anti-humanista de los Republicanos, the rule of law.

El arismo sí es un fascismo, pero cobarde porque no da la cara, con aires de dictadura y guardando las apariencias.

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