Expansionismo insostenible

El crecimiento de las ciudades continúa sin parar, bosques y áreas verdes van gradualmente cediendo espacio a caminos, viviendas e industrias

El crecimiento de las ciudades continúa sin parar, bosques y áreas verdes van gradualmente cediendo espacio a caminos, viviendas e industrias, como si fueran estorbos o enemigos a exterminar. Basta con observar las montañas que rodean el valle central para ver esa mancha de concreto, asfalto y metal extendiéndose hacia arriba, sustituyendo gradualmente los ambientes naturales que existían por entornos más artificiales.

Existen sitios en nuestro país que fueron verdaderos paraísos naturales hace no más de 40 años, cuando la ocupación humana en los mismos era muy reducida, y muchos hemos podido constatar como con la llegada de más residentes y visitantes, la situación ha cambiado radicalmente, siendo hoy sitios hacinados, contaminados, ruidosos y peligrosos. ¿Son mejores el Jacó, Quepos o el Puerto Viejo de Limón de ahora, a los que existían hace 40 años?  Algunas personas pensarán que sí, porque hay más cabinas, restaurantes, locales comerciales, en general, mayores comodidades. Algunos pensamos diferente, y creemos que el estilo de desarrollo que hemos establecido en esos sitios resulta muy inferior en calidad de vida, a la naturalidad, equilibrio ecológico y tranquilidad que existían anteriormente.

La intervención humana que el modelo de sociedad actual promueve degrada los sitios naturales, porque no hemos aprendido ni logrado armonizar con la naturaleza, por el contrario nos oponemos a ella, llegamos a transformarla para buscar nuestra comodidad o beneficio económico. Es así como talamos o “socolamos” el bosque, contaminamos ríos y mares, sobrepasamos la capacidad de soporte natural de muchos sitios, asesinamos fauna silvestre, volvemos ruidosos los ambientes, etc. La conclusión es que no estamos sustituyendo los ambientes naturales por mejores hábitats, y eso es muy relevante en la discusión y visión de la Costa Rica del futuro.

El cuestionamiento lleva necesariamente a la reflexión sobre la clase de desarrollo estamos impulsando y con qué calidad de vida. Algunos alegan que el desarrollo no se puede detener, pero sin definir que entienden por desarrollo. No deberíamos aceptar como inevitable un desarrollo expansionista y destructivo, renunciando a una condición de armonía y equilibrio que permita una mejor calidad de vida. Debemos aceptar que no podemos seguir creciendo en forma indefinida, y que debe haber límites, físicos y poblacionales, porque el espacio en que nos desarrollamos es finito y ecológicamente frágil. Vemos por el contrario que la demanda de alimentos, de vivienda, de automóviles, de energía, de tecnología, sigue creciendo, en algunos casos en forma exponencial. Y lo más grave es que ya esto se ve como algo natural, producto de la modernidad.

El crecimiento indefinido constituye una visión que se opone e imposibilita vivir en forma armoniosa y sostenible. Parece que no tenemos nada claro en cuanto a ocupación y ordenamiento del territorio y que no tomamos acciones para frenar este modelo expansionista.

Los esfuerzos que se realizan para lograr cierta sostenibilidad, aunque importantes, no son suficientes. Hace falta una nueva relación ser humano naturaleza, una sensibilidad diferente, un aprecio y valoración por nuestro entorno natural, no como un depósito de recursos, sino como un enorme tesoro del cual depende nuestra vida y el de todas las otras especies que habitan este planeta. Se impone un cambio paradigmático fundamental y radical, hacia una visión de mundo y de sociedad que entienda que deben existir límites y que nos falta aún mucho respeto y búsqueda de armonía con la naturaleza, si realmente queremos un mejor futuro para todos.

Como bien lo señala el Papa Francisco en su reciente encíclica Laudato si: “Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo”.

 

 

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