Gracias, señor Tropper

Su artículo “Desde la objetividad” (Semanario #1951, junio-julio de 2012) no sólo remite al lenguaje de la ciencia, sino que me ofrece la oportunidad

Su artículo “Desde la objetividad” (Semanario #1951, junio-julio de 2012) no sólo remite al lenguaje de la ciencia, sino que me ofrece la oportunidad de ajustar algunos engranajes de la realidad objetiva.

Sobre mis “pronósticos” acerca del “otro mundo posible”, respondo que no son tales, pues su fundamentación científica devino de los fundadores del marxismo; es decir, de Marx y Engels como descubridores de las leyes del desarrollo social, sintetizadas en su filosofía e historia materialistas (materialismo dialéctico e histórico respectivamente) hace siglo y medio, y según las cuales el desarrollo económico, político y de la cultura en general históricamente pasa por la lucha de las clases sociales antagónicas y por la emulación del trabajo entre clases cuyos intereses económicos son comunes, como sucede con los obreros y los campesinos pobres.

El advenimiento de cualquier formación socioeconómica, su triunfo sobre el sistema imperante (su contrario), se diferencia de cualquier justa olímpica por la complejidad que conlleva su determinación; y es, como bien lo anota el académico Tropper, la conjugación de distintos saberes (historia, política, economía, etc.) el abordaje holístico que objetivamente puede acercarse a la verdad real y así dar por acabado el éxito de una o más clases sobre su contendiente. Así ha sido siempre y así será mientras subsista la contradicción interna de cualquier sociedad dividida en clases. Esta es una de las principales leyes del desarrollo social descubiertas por Marx y Engels, que las clases feudal y burguesa no perdonarán jamás. Los ricos prefieren morir ignorando las causas de sus fracasos que conociéndolas, aunque el autoconocimiento heredado de la ciencia marxista –cosa que no agradecen por su naturaleza egoísta- ha permitido al sistema capitalista algunos ajustes adaptativos y la prolongación de su dominio sobre las clases trabajadoras y sobre los Estados sojuzgados por las relaciones imperialistas que priman en la actualidad global; por ello el león herido insiste en rugir.

Entonces, don Mayer, ¿cuándo piensa usted felicitarme en mi regocijo, si en el artículo que me responde (Semanario #1942) considero prudente para la edificación del socialismo en Latinindia un período similar al que hasta hoy ha ocupado la burguesía para erigir la globalización del mercado y la competencia sociodarwiniana cuya virtualidad se condensa en el paraíso de la injusticia? ¿Y los aplausos, que se los reserva para el día en que el fantasma comunista haya recorrido desde la Tierra del Fuego hasta Estados Unidos, Canadá y Dinamarca? ¡Puro sofisma! Eso sí, no olvidemos que en un período de 25 años (de 1920 a 1945), el fantasma del socialismo recorrió desde la península de Kamchatka hasta Berlín, y hubiese llegado hasta París, de no ser porque Estalin detuvo al General Zhúkov cuando este se aprestaba a continuar la marcha victoriosa sobre las huestes fascistas alemanas más allá de Berlín.

Hacen bien los detractores del “socialismo del siglo XXI” en advertir a los líderes de nuestras revoluciones que no deben errar, pues errar es de humanos, no de socialistas. Sospecho que Cuba es reflejo del favor que algunos extienden hoy a la Venezuela bolivariana de Hugo Chávez; mas los consejos de los alérgicos al socialismo mestizo no van más allá de la orientación requerida para forjar alianzas o amistades geopolíticas con criterio de selección fundado en la experiencia histórica, gozando de preferencia aquellas donde la relación es inversamente proporcional a las demandadas por los acólitos del imperio de turno. En cuanto a las relaciones entre los Estados, la teoría marxista abriga el principio de autodeterminación de los pueblos, y en función de los intereses de los trabajadores: el internacionalismo proletario, que fortalece los lazos de los pueblos oprimidos en su lucha por la emancipación, y nunca bajo el auspicio de los intereses del opresor, y mucho menos si quien oprime lo hace a base de invasiones mercenarias armadas de aviones y bombas inteligentes.

El fantasma del socialismo no se espanta si no se siguen las recomendaciones de don Mayer, pues su contenido teórico de carácter humanista se manifiesta según relación directamente proporcional al oprobio que domeñe a los pueblos. Fíjese que ni los nacional-socialistas italogermánicos ni los estalinistas soviéticos han podido con el fantasma comunista, mucho menos lo harán los estalinistas criollos que atenten contra la pureza del “eidos” marxista.

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