Con profunda sorpresa y no sin sufrir a un sentimiento de alienación, he leído El Proa del domingo 27 de septiembre.
En un despliegue de periodismo superficial de tipo encuesta, se ha intentado llevar a cabo un análisis del adolescente nacional.
Siguiendo el reportaje encontramos que esa juventud parece existir en una casa de muñecas que nada tiene de trascendente y aun menos de transformativo.
Encontramos jóvenes cuya comunicación se parece relegar en forma obsesiva, a una serie de aparatos electrónicos, dejando de lado todo interés social y aun más la relacionalidad interpersonal. Víctimas de un hábil mercadeo, cuyo objetivo fue el de convencerlos que adquirieran cuanto aparato electrónico innecesario pudiesen, se ha logrado desterrar en ellos una gran parte de su riqueza humana.
La cosificación de lo humano y la propagandización a través del mercadeo, de un mundo puramente adquisitivo, como definición única del yo, le ha robado al hombre su anhelo fundamental de un progreso psicológico y espiritual. Ha introducido una mitología de la nada, cuando antes había un ser humano. En un “exposé” que resulta tedioso y ausente de profundidad, se propicia una visión de una juventud enteramente carente de visión social o de interés en la miseria y la pobreza.
Hábilmente se elude al joven adolescente del tugurio, así como a las demás víctimas de la miseria. Todos los protagonistas tienen celulares (celu), computadores (compu) y van al colegio (cole). Hablando en un idioma que se asemeja al balbuceo de la temprana infancia, todos parecen denotar un alto índice de “consentidos” y como consecuencia fatalmente comprometidos con la nada.
Muchos reportajes se han hecho anteriormente en otros países que se asemejan a este. En 1958 y 1965, los recuerdo en los Estados Unidos. La misma casa de muñecas de una juventud sin compromiso y sin nada importante qué decir.
Pocos años después una nueva juventud los rechazó y comenzaron a levantar barricadas en las calles de las ciudades del mundo. Ojalá ocurra lo mismo en Costa Rica, que necesita desesperadamente de una juventud comprometida profundamente con el cambio social. No una juventud de peluche.
Pero no vayamos demasiado lejos. Por años el catolicismo nacional ha identificado lo católico con lo patriótico y ha logrado crear una especie de ser humano de índole cumplidor con algunos preceptos y no a un verdadero cristiano. Por ende no produce ni teología ni tampoco filosofía católica, a menos no en Costa Rica.
En El Salvador el catolicismo jerárquico prefirió aliarse con diputados de la derecha para hundir los préstamos internacionales del Gobierno de Funes, si este aprobaba los matrimonios gay. Y eso en un país necesitado de dichos dineros. Un hábil manejo del principio de que “el fin justifica a los medios”. Y esto a los veinte años del asesinato de los mártires jesuitas a manos de esa misma derecha salvadoreña.
Casi lo mismo ha ocurrido en Honduras.
El poco y benigno progreso que llevó a cabo el depuesto presidente, amenazó a los que necesitan que el hermano país siga abrumado por la miseria y la pobreza. Y la jerarquía católica participó en eso.
De hecho en Centroamérica, la Iglesia Católica se ha dividido en dos. A favor y en contra. Al respecto del debate entre el estado confesional y el estado laico, asombra el hecho que teniendo por tantos años un estado católico, hayan habido tan pocas protestas eclesiásticas contra los tugurios y la caída de la clase media. Ha habido algunas más no suficientes.
Escuchando los oratorios sagrados de la música de otros siglos, se produce una nostalgia por aquellos tiempos, en que la religión estimulaba al hombre a producir obras de grandeza musical, intelectual y espiritual.
Cuando el catolicismo abandona lo que hoy en día se conoce como la defensa de los factores de solidaridad y altruismo, cae en una especie de mediocridad intelectual y espiritual, adonde los dineros mal habidos, son defendidos, como si fuesen consecuencia de la riqueza del corazón espiritual y del camino que Dios nos ha indicado.
Por lo tanto el rico brechista es defendido porque se considera que tiene el derecho a su dinero y no se examina su mal uso en el confesionario, ni se denuncia su fomento de la miseria, a través de la prédica del altar.
De esa forma el catolicismo se convierte en conformista. De rebote siempre se ha producido una especie de radicalismo anti-católico. Eventualmente el catolicismo cambia, pero a veces tarda mucho en hacerlo. Sobre la riqueza de las tradiciones espirituales del mundo, es necesario crear lo nuevo y lo mejor. “Et super hanc Petram”.
En estudios recientes, Kirkbride et al (2008) han indicado que el capital social (medida de altruismo y solidaridad) cuando llega a niveles bajos, se convierte en un factor de riesgo para con la incidencia de la esquizofrenia. O sea cuando no nos ayudamos el uno al otro, es más fácil desarrollar esquizofrenia. La recién salida película de Michael Moore sobre el capitalismo, mantiene que la casi quiebra reciente, fue en realidad un ardid de Wall Street y no una consecuencia de exceso de crédito a una clase media empobrecida. Pienso si en Costa Rica ocurren similares ardides y componendas. Muchos mantienen que sí es verdad.