ejército, el pasado 1ro de diciembre, nos da la ocasión de
experimentar sensaciones contradictorias. Por un lado,
debería ser una oportunidad para llenarnos de júbilo por una
decisión que ciertamente marcó el rumbo de nuestro país,
particularmente en áreas como la salud y la educación.
Por otro, estos aniversarios son la expresión misma de
que la historia es todo menos una verdad universal, y es
siempre escrita por los vencedores. Entonces, si abordamos
esta conmemoración fuera de la mera autocomplacencia: si el
vencedor de aquella Guerra de Liberación Nacional hubiese
sido Calderón Guardia y no Figueres, ¿estaríamos conme-
morando en la actualidad la valiente respuesta de nuestro
Ejército y condenando lo que habría sido un oprobioso intento
de derrocamiento perpetrado por José Figueres, un personaje
de actitudes dictatoriales en un momento de frenesí antico-
munista y fratricida?
También, ¿qué sería hoy de nuestro país si contáramos con
un ejército regular, como la mayoría de países del mundo?
¿Sería distinta la perspectiva que se tiene hoy con respecto a
la rareza democrática de Costa Rica en la región?
Lamentablemente, todas estas preguntas tienen cabida
únicamente en nuestra imaginación, y es imposible determi-
nar el “qué hubiera pasado si…”. A pesar de esto no deja de
ser a mí entender un buen ejercicio de desmitificación, en la
medida en que constituye una herramienta para abordar el
estado actual de las cosas, y por supuesto sus desafíos.
Figueres, artífice de nuestra Segunda República, dijo: “no
sé si la Social-Democracia es filosófica o pragmática. Proba-
blemente no exista mejor filosofía que un cultivado pragma-
tismo”. En efecto, por la historia sabemos que este caudillo
logró conciliar políticas de naturaleza redistributiva y con
carácter progresista, y a su vez ejercer la represión política
contra sus principales competidores, entre ellos al Partido
Comunista, obligando a más de uno a tomar el camino del
exilio.
La doble faceta del personaje nos habla entonces de un
líder visionario pero también calculador, que encarnó en sus
decisiones lo que algunos llaman el “transformismo autorita-
rio”. En este sentido, ¿cuál pudo haber sido la verdadera razón
que lo llevó a decretar la abolición del ejército? ¿Es posible
hablar de una auténtica visión de paz? ¿O por qué no de una
estrategia para anular al único potencial rival político que
tendría a futuro, el ejército, teniendo en cuenta que tanto cal-
deronistas como comunistas estaban proscritos de cualquier
participación.?
Más allá de la respuesta, como de los beneficios que reco-
nozcamos hoy, esta decisión marcó con la Segunda República
un nuevo capítulo en la proclamada tradición democrática
de nuestro país, estableciendo un régimen que ha logrado
perpetuarse sin ningún cambio abrupto (revolución o golpe
de Estado), y esto a pesar de las crisis económicas, políticas o
sociales que ha atravesado o atraviesa el país. Hoy somos un
país con mayores brechas socio-económicas, mayor fragmen-
tación y conflictividad social, y sobretodo que cree cada vez
menos en la democracia. Sin embargo esto parece afectar
poco o nada la percepción retórica pero además común que
se tiene, de la sociedad de los igualiticos, civilistas. Y por si
fuera poco, los más felices del mundo.
Lo único que podría explicar a nuestros ojos esta aparente
paradoja, es la existencia de elementos que permitan man-
tener una estructura política, burocrática, institucional; a pe-
sar de los problemas de los que esta misma no ha podido y no
ha querido ocuparse. Para entenderlo, hay que escarbar en la
naturaleza de este “equilibrio”. Solo a partir de ese momento
se podría determinar cómo afecta a nuestra sociedad, y con
suerte saber que hacer al respecto.
P.S.: Alguien me dirá que a lo mejor, el “mejor de los mun-
dos” no necesita de razones. Y que lo más probable es que sea
más bien un armonioso letargo, lo único que pueda conducir-
nos a la felicidad plena…