En el desarrollo de las naciones, hay dos fuerzas que se contraponen: un pequeño grupo que acapara el poder político, económico y social, mediante la expropiación de la riqueza producida por la gran mayoría, la colectividad; con la llegada del capitalismo, esta oligarquía es sujetada por el capital transnacional, para que le sirva a sus intereses, a cambio de figurar y algunas migajas.
La otra fuerza, en contraposición, es la inmensa mayoría de la nación que, expropiada, lucha por abrirse espacio en la discusión y la solución de sus problemas, lo que imprime y profundiza el carácter democrático de la nacionalidad.Los obstáculos a este proceso, llevan al autoritarismo, a la dictadura, al totalitarismo, a la rebaja y estigmatización del ser humano crítico y, a poner en cintura al que reclama. El sistema capitalista obliga, en el nivel mundial, al consumismo, para asegurar sus ganancias y la reproducción ampliada del capital, para lo cual, también recurre a las guerras que activan la industria de las armas y sus negocios, con el despojo de los recursos naturales de las naciones y su destrucción, para luego entrar en el negocio de la reconstrucción. Hoy, el sistema se encuentra inmerso en una profunda y extendida crisis, por lo que constituye un mayor peligro para los pueblos del mundo, ya que, para salvarse, recurre a las peores formas de exterminio de la humanidad y de la naturaleza, extremando la marginación y la pobreza; su cabeza, los USA, en su desesperación por salvarse, se enfrentan a sus propios socios en Europa, Asia y en todo el mundo. El eje del sistema, el capital transnacional, dicta las políticas económicas y sociales de los organismos internacionales, como el FMI, el BM, la ONU, y se opone a cualquiera que controle sus acciones, como el Tribunal Internacional de Justicia, el Acuerdo de Kioto y, boicotea a los mismos organismos de la ONU, cuando no sirven a sus intereses; además por sí y ante sí, se erige en juez y parte, arrogándose el derecho a violar cualquier soberanía, matar a cualquier persona que considere enemiga, en cualquier parte del mundo, y ha proclamado su derecho a la guerra preventiva, contra un mundo en el que, por su propia acción, cada cinco minutos muere de hambre un niño. En el nivel nacional, la oligarquía, su aliada, levanta la voz y la acción de la intolerancia, de la descalificación, del autoritarismo y de ”la dictadura en democracia” contra los movimientos ecologistas, los sindicatos, las universidades, los movimientos comunales y personas que, con pensamiento crítico, se enfrenten a los problemas políticos, económicos y sociales que sufre el pueblo, denunciando que su alianza con el capital transnacional, expropia a las grandes mayorías, las margina, para hacerlas vivir en una falsa democracia. Como ejemplo de esta realidad, recordemos que, recientemente, la señora Presidenta, en la zona norte del País, donde se empeñan en extraer oro a cielo abierto, petróleo y gas natural, sin importar la destrucción de la naturaleza, la propia Presidenta descalificó y estigmatizó a los grupos ecologistas por oponerse “ al progreso “, según ella. Por otra parte, su ministro de economía califica a los diputados de traidores a la patria, en el fondo, porque le reclaman control en la evasión fiscal, el gasto público y la progresividad tributaria.
También, “La Nación”, su editorialista y columnista, descalifican y satanizan el derecho de manifestarse a los universitarios y sus profesores, en relación con sus graves problemas; así como tratan de desprestigiar y arrinconar a un prestigioso académico de la UCR, por el hecho de señalar que un banco, representante de los intereses del capital transnacional, a través de un préstamo, lesiona la autonomía universitaria; “cosas veredes, amigo Sancho”, por las cuales, cada vez más mujeres y hombres se disponen a cabalgar, contra la marginación y por la verdadera democracia.