Es incalculable la destrucción cultural, ambiental, social y denigración de los derechos humanos que ha causado este monocultivo. Desde la contaminación a personas y animales que se dio por el químico Nemagón en las bananeras en los 70 hasta el día de hoy, estos espacios han sido invisibilizados –ya sea por el gobierno o por las transnacionales-. Estas comunidades se encuentran en los cantones con más bajo índice de desarrollo humano; por ejemplo, Buenos Aires, lleva más de 30 años con una piñera explotando sus campos y la pobreza no ha disminuido, más bien se ha acrecentado.
Los y las que dicen que las transnacionales piñeras traen “desarrollo” a los cantones, de seguro estudiaron en la U PINDECO y sacaron un posgrado en la U DEL MONTE.
No hace falta ser un experto para mirar la pobreza y tampoco para mirar la contaminación. El discurso desarrollista que nos vendieron se está quedando sin saliva.
Si la tierra pudiera hablar actualmente estaría muda, porque los químicos y la explotación le han quitado su voz. Si algún árbol pudiera roncar, no lo podría hacer, porque la preocupación por la tala no lo deja dormir. De seguro si esas voces de personas explotadas laboralmente fueran escuchadas y visibilizadas, tendríamos caos unísono en todo el mundo y la prensa mundial diría que es un fallo de los altoparlantes de las transnacionales. Sin duda –dijo el Martín Pescador de Palo Verde- cada vez hay más piña que cortar y menos peces que chupar, cada vez hay más tierra que sangra y menos agua que tomar.
Es en este sentido que entran las otras planificaciones –no es una continuación y reproducción de la Planificación Económica excluyente- es una reivindicación de la Planificación Social como praxis transformadora, que actúa con las comunidades, para ellas y hacia ellas. Visibilizando y denunciando las injusticias de las y los excluidos, y acompañando procesos de acción social para hacer escuchar las voces más golpeadas y que el gobierno y transnacionales ven de reojo o no lo ven.
Sin duda, esas voces sojuzgadas y silenciadas, se irán reproduciendo y a la vez cayendo y golpeando la tierra con gotas de sudor que llevan consigo la esperanza de otros mundos posibles, con menos explotación y menos indignación. Durante el tiempo que invertiste leyendo este artículo, cerca de 3000 trabajadores en la Zona Sur cosechan piña para el desayuno o cena de un burgués europeo y para tu piña colada en un bar parrandero.