La educación en su laberinto

Investigaciones científicas como el III Informe sobre el Estado de la Educación; organismos internacionales; estudios de rendimiento académico; artículos en medios periodísticos y discursos

Investigaciones científicas como el III Informe sobre el Estado de la Educación; organismos internacionales; estudios de rendimiento académico; artículos en medios periodísticos y discursos políticos se ocupan de la educación.

No es para menos. La educación es el topos donde coinciden causas nacionales y proyectos universitarios. Por eso se multiplican estudios y se explicitan las políticas que explican su existencia, su desarrollo y también sus inequidades y fracasos.

La educación costarricense atraviesa una profunda crisis y una de sus manifestaciones es la negación de la crisis por parte de la Facultad de Educación. La presión política (que es mucha y asusta) es para que la crisis educativa sea tratada como un fenómeno atmosférico y no como una falla orgánica del sistema. Pero en la universidad, el clima no es el que brinda el servicio meteorológico, sino el del lenguaje. Por eso, vemos con preocupación cómo se lo distorsiona al punto tal que, con él, se puede decir que queremos una reforma y no la queremos; que lo anulado tiene validez o que entre una administración y otra no hay continuidad jurídica.

Otro ejemplo de estas torsiones del lenguaje podemos verla en el uso del vocablo «departamentalización». Hasta donde entiendo, departamentalización se dice de dos maneras: en principio quiere decir que nadie, excepto la Facultad de Educación, puede usar el vocablo «Educación». O sea; departamentalización es solo una palabra con adyacencias semánticas, y por eso tampoco se puede usar «enseñanza». En segundo lugar, departamentalización quiere decir, segmentación. En eso estamos desde hace décadas. Y así nos extraviamos en un laberinto de generalidades de trascendente imprecisión.

Siendo el paleozoico superior la etapa preferida de la derecha educativa, se sigue sosteniendo que aquí no hay antagonismos, ni opciones enfrentadas, sino un pequeño problema técnico que los expertos superarán gracias a sus competencias en administración técnica de la cosa educativa.

A pesar del fracaso de la reforma, quedó en evidencia el agotamiento de una política; la falsedad de un relato; el irrespeto a los compromisos asumidos. La Facultad de Educación mostró ser especialista en eludir el cumplimiento de acuerdos como en exigir detalladamente el acatamiento de los recaudos estatutarios. Y esto ahora se convirtió en un Golem en contra de sus practicantes.

Se creyó (y se sigue creyendo) que las escuelas que no pertenecemos a la Facultad de Educación somos incapaces de pensar la cuestión educativa; que no podemos hacer sintagma con el descontento estudiantil; que no tenemos expresión política y que estamos condenados a la improductividad electoral.

Ciertamente había un vacío crítico que era la expresión de la ausencia de pensamiento consensuado acerca de qué hacer con las (mal) llamadas «carreras compartidas». El vacío crítico era la forma de manifestarse de la heteronomía académica. Pero con el dispositivo de los escenarios establecido en la administración de la Dra. Libia Herrero, se había empezado a encontrar la cobertura institucional de la reforma.

Pero no se trató del péndulo de la historia, de los clásicos corsi e ricorsi. Este fracaso tampoco fue el resultado de un orden natural desmadrado, sino de la relación de fuerzas. Tuvo y tiene, actores, intereses, hegemonías, resistencias y conflictos. Y en este laberinto, lo que se produjo fue un retroceso de la reforma educativa y, lo que es más grave, de toda la institución que cedió a las exigencias de una sola de sus partes quedando ante la opinión pública, como una institución refractaria a los cambios.

Pero su puesta en escena fue un salto cualitativo producto de la experiencia acumulada y de una actitud  ética de hacernos responsables del deterioro de la educación pública. Ahora habrá que rencontrar el camino donde la Universidad identifique sus procesos, los instale e institucionalice.

Tiene razón el Rector cuando se opone a los que confunden lo nuevo con lo mejor. Pero cuando la inercia se rompe, la Universidad es mejor.

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