La imagen tiranizada

“El poder y la violencia son opuestos, donde uno domina, falta el otro”. H. ArendtEl curso de nuestro mundo ha desembocado en la generación

“El poder y la violencia son opuestos, donde uno domina, falta el otro”. H. Arendt

El curso de nuestro mundo ha desembocado en la generación de una nueva forma de vivencia ciudadana. El celo cívico ha cambiado del desfile a la marcha; de la festividad patria a la jornada de huelga. La protesta callejera es ahora forma de acción cívica remozada, coherente…necesaria.

Hecha visible aún cuando no se advierta en ella la solidez de una época, es propia de una generación distinta de ciudadanos que siendo poseedores de una sensibilidad de presente desgarrado, se precipitan, con pasión, a exigirla. Conciencia indignada y voz anónima que grita sin añoranzas del pasado, no extrañan la vieja Costa Rica previa a las políticas neoliberales. No la visualizan en el rango de alcance de sus experiencias, menos aún en el de sus vivencias. Para ellos el civismo entendido desde el antiguo ethos político no es comprensible.

No interpretan la relación gobernante-gobernado-ley desde el vínculo del presidente con su pueblo, sino desde la rendición de cuentas, los comités cívicos y el plebiscito. Resuelven incertidumbres políticas a través de otro tipo de vivencias cívicas, en la acción callejera proponen un ethos político distinto: la resignificación de la democracia. Lo fundamental no le es ahora la participación en el poder.

Protestan pues con vehemencia descuidada, constituyéndose tan solo en  un paréntesis en la gobernabilidad. Un breve vacío que se colma con ejecución del poder y se conserva por medio de la vigilancia preventiva. Sutil y totalitaria, tanto que puede llegar a limitar la libertad del espíritu  sembrado de temor en quien, por la incertidumbre del momento, no sabe aún cómo responder a la exigencia de qué hacer mañana con su vida.

La esencia de la democracia no es la elección del gobernante; es la libre concurrencia de voluntades y pensamientos. Es agitación constituida por la irrupción de voces diversas en un escenario político complejo, transversalizado por estéticas de bienestar y percepciones de justicia.

Al no poder leer el curso de su tiempo, un mal gobernante solo puede darle una grosera respuesta a la pulsión del mundo, pero no con la burda represión, sino con la permanente vigilancia de  la vida íntima del ciudadano que la observa y censura.

La remozada actitud cívica resulta incapaz de revertir ese proceder. Sus sucesos padecen de un vicio que los deforma: lo colectivo ha dejado de ser lo central. El zagal ciudadano se piensa como centro de  su  propio espectáculo, en el tanto enfrenta la incertidumbre de su mundo desde la emoción indignada y la visibilización del deterioro, víctima de una tecnologización de su existencia, es un individuo incapaz de integrar acción común. No toma la bandera donde la ha dejado el caído, solo graba desde el celular el hecho heroico, no lo emula. Refugiada en su pequeñez, el alma lozana solo logra desembarazarse de sus temores sobre lo que has de hacer mañana, transformando lo privado en público.

Un nuevo tipo de ejercicio del totalitarismo se abre paso vinculado a ese espíritu vaciado de respeto por su intimidad. Sutil y sin mayor presencia que la que le puede dar la complicidad de la nostalgia de quien se ha separado de los otros por el abandono de una aspiración común, ese totalitarismo no impone homogeneidad, solo la administra la diversidad.

Con una simple palabra clave, invade al otro para conocerle, buscarle, preestablecer lo que hará y donde estará…, el sueño totalitario se realiza hoy a través de la comunidad virtual. Exposición de lo privado con alcances sobre la cotidianidad, se visibiliza en la comunidad virtual la intimidad del sujeto con su complicidad.

La ilusoria popularidad provoca que el joven irreflexivo publique los contenidos de su alma, permitiendo así que se conozca lo más íntimo de sus pensamientos, sus más riesgoso actos y sus más acaloradas sus emociones. La red social da lugar a la sutil vigilancia.

Ahora el censor totalitario solo requiere de tecnología. El gran aparato burocrático no es necesario. La red abre a la mirada de quien censura la intimidad del otro. Lo privado invade lo público, se presta a ser observado. La sociedad civil invade a la política, se publica, pone en riesgo la intimidad de su vida. Hace de su opinión simple chismorreo.

Una  conciencia llena de datos no es sinónimo de un espíritu lleno de conocimiento. Incapaz de forjar discurso, evade ese vacío de ser en la figuración impersonal de la red…, en ella el acceso fácil a la información no es sinónimo de una mayor lucidez, sino solo de información a veces tomada solo de modo superficial, a veces tal vez no.

 

 

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