No solo en Colombia se vive un periodo de liberación de secuestrados, en Costa Rica también fuimos testigos del final de un secuestro.
El pasado 29 de abril se cumplieron cuatro años de cautiverio de 38 costarricenses que asumieron el compromiso de defender los más altos intereses de la patria, por sobre sus más íntimos intereses personales o partidarios.
Fueron mantenidos cautivos en un edificio blanco de Cuesta de Moras, en los alrededores del Museo Nacional (me parece que todo el país conocía de su localización, pero nadie se atrevía a dar informes al OIJ por temor a represalias o torcedura de brazos).
Felizmente, ese 29 de abril fueron liberados en cumplimiento de un acuerdo tácito al que habían llegado con sus plagiadores, quienes representaban a grupos muy diversos donde se encontraban empresas nacionales e internacionales, cúpulas de gran poder económico, líderes políticos acantonados en estructuras llamadas partidos políticos, y hasta representantes de poderoso medios de comunicación, quienes una vez más olvidaron sus diferencias y aunaron esfuerzos para presionar en diferentes formas en el afán de lograr sus objetivos mercantilistas.
Estos 38 privados de libertad de pensamiento, limitados en su actuar, con la conciencia amarrada, enfrentaron terribles presiones por si intentaban fugarse, soportaron los más agrios comentarios sobre su actitud, escucharon fuertes cuestionamientos de parte de la población, y hasta tuvieron que asistir a entrevistas donde les pedieron explicaciones sobre temas complejos a los que nunca antes estuvieron expuestos – por lo tanto desconocían. No obstante, en todos los casos lograron sortear las tentaciones y miradas inquisidores, logrando mantener la unidad de grupo, lo que les deparó fortaleza hasta el último día. Sobrevivieron todos, a pesar de una pequeña escaramuza donde dos secuestrados que se animaron a exponer algunas razones de su deseo de libertad; ¡pero no pasó a más!
Durante su cautiverio se les exigió aprobar un documento grosísimo conocido como “Todas Las Cosas”, el que se suponía debían leer y entender, pero no lograron ponerse de acuerdo en emprender esa dura tarea (tampoco era una exigencia de los secuestradores). Algunos de los privados de libertad sí lo hicieron con mucho empeño, otros decidieron concentrarse en aquellos capítulos que trataban de temas de su propio interés, y otros, los menos, decidieron no emprender la lectura y solo esperar que llegara el momento de dar su veredicto, para cumplir con su compromiso y hacer su aporte. Posteriormente, fueron torturados con trece partes integrales adicionales, que debían implementarse para que “todas las cosas” quedaran bien sujetas, sin resquicios donde alguna ”cosa” pudiera desprenderse o introducirse, lo que podría abrir la posibilidad de reclamos por parte de los responsables de custodiar el documento aprobado.
Pero todo tiene su final, hoy esa triste página de nuestra historia ciudadana parece haber terminado, y será el tiempo el que nos demuestre si valió el sacrificio de esos 38 costarricenses. Igualmente, la historia deberá escribir miles de páginas al respecto y, entonces, podremos valorar la acción de los secuestradores en toda su dimensión. Por hoy ya no tenemos secuestrados.
Estoy seguro que el país recordará ese triste episodio que tuvimos que enfrentar; asimismo, los secuestrados nunca olvidarán esos cuatro años tan congojosos, que si hubieran sabido lo que les esperaba, muchos hubieran preferido no hacer ese viaje fatídico a San José.