De esta manera, el neoliberalismo ha provocado profundas transformaciones socioeconómicas, de las cuales sus críticos destacan el aumentado de la desigualdad mediante la concentración de la riqueza y el incremento de la pobreza en la mayoría de la población; además, este modelo se extiende como un virus y se manifiesta en muchos ámbitos de la sociedad y la cultura, convirtiendo a la región latinoamericana en tierra fértil para el surgimiento incluso de expresiones religiosas como la conocida: “teología de la prosperidad”, que se ha desarrollado con gran éxito para beneficio de unos pocos religiosos ungidos.
Esta doctrina se fundamenta en un discurso que ofrece a la gente (en su mayoría empobrecidos y víctimas del propio sistema neoliberal) una oferta que atrae a miles de adeptos, sumergidos en una sociedad excluyente, individualista y consumista donde la persona vale más por lo que tiene que por lo que es; pues en medio de la ausencia de oportunidades y la carencia de proyectos políticos de justicia social y de una distribución equitativa de la riqueza, los creyentes recurren, como alternativa, a las iglesias cuyos líderes ofrecen prosperidad material abundante, salud y “salvación espiritual”, a cambio de la fe y la entrega de dinero.
En otras palabras, el discurso de estos dirigentes (que es fundamentalista, legitimador del orden establecido, desprovisto de conciencia social y muchas veces basado en ideas neoliberales, empresariales e intimistas, más que en las fuentes evangélicas), apela a las necesidades más profundas y significativas de las personas, mediante la oferta de una transacción religiosa (pago-recibo del favor de Dios) o relación causa-efecto, en el sentido de que la fe y el pago del precio estipulado por el líder, trae como consecuencia riqueza y la solución de los problemas individuales, y si no lo logran es porque: “viven en pecado”, “no tienen fe” o “la ofrenda no ha sido generosa”.
De esta forma, en los últimos años hemos visto cómo crece este discurso y sus ideas mediante un comercio religioso muy próspero que ha penetrado las iglesias, los medios de comunicación (principalmente la radio y la televisión), la Internet y otros ámbitos como la política, la educación, la música, etc., con grandes ganancias para un grupo pequeño de “bendecidos” que controlan y dominan este mercado de ofertas, los cuales exhiben un nivel de vida elevado y muchas veces ostentoso, pues llegan a amasar importantes fortunas convirtiéndose así en unos de los pocos ganadores del sistema neoliberal conocidos como: los “banqueros de Dios”; cuyo fetiche de devoción es en realidad el lucro o el dinero, el que como una especie de becerro de oro les provee y les asegura riqueza y negocios rentables, a cambio del sacrificio de una masa de fieles incondicionales y sumisos.