“Los banqueros de Dios”

De esta manera, el neoliberalismo ha provocado profundas transformaciones socioeconómicas, de las cuales sus críticos destacan el aumentado de la desigualdad mediante la concentración

Con la implementación del “Consenso de Washington”, a partir de los años ochenta, la ideología neoliberal se transformó en la doctrina oficial que penetró el mundo entero, extendiéndose con gran éxito gracias a la estrategia de globalización, imponiendo un nuevo modelo o proyecto social, económico y financiero, que privilegia el mercado y el lucro como valores absolutos y que, hasta hoy, se expresa mediante la imposición de políticas comunes como: ajustes estructurales, tratados de libre comercio, desmantelamiento del Estado de bienestar, privatización de los servicios públicos, fomento de la producción, exportaciones y consumismo, fortalecimiento de la competencia y acumulación de la riqueza en pocas manos y favorecimiento de las grandes empresas transnacionales, entre otras medidas.

De esta manera, el neoliberalismo ha provocado profundas transformaciones socioeconómicas, de las cuales sus críticos destacan el aumentado de la desigualdad mediante la concentración de la riqueza y el incremento de la pobreza en la mayoría de la población; además, este modelo se extiende como un virus y se manifiesta en muchos ámbitos de la sociedad y la cultura, convirtiendo a la región latinoamericana en tierra fértil para el surgimiento incluso de expresiones religiosas como la conocida: “teología de la prosperidad”, que se ha desarrollado con gran éxito para beneficio de unos pocos  religiosos ungidos.

Esta doctrina se fundamenta en un discurso que ofrece a la gente (en su mayoría empobrecidos y víctimas del propio sistema neoliberal) una oferta que atrae a miles de adeptos, sumergidos en una sociedad excluyente, individualista y consumista donde la persona vale más por lo que tiene que por lo que es; pues en medio de la ausencia de oportunidades y la carencia de proyectos políticos de justicia social y de una distribución equitativa de la riqueza, los creyentes recurren, como alternativa, a las iglesias cuyos líderes ofrecen prosperidad material abundante, salud y “salvación espiritual”, a cambio de la fe y la entrega de dinero.

En otras palabras, el discurso de estos dirigentes (que es fundamentalista, legitimador del orden establecido, desprovisto de conciencia social y muchas veces basado en ideas neoliberales, empresariales e intimistas, más que en las fuentes evangélicas), apela a las necesidades más profundas y significativas de las personas, mediante la oferta de una transacción religiosa (pago-recibo del favor de Dios) o relación causa-efecto, en el sentido de que la fe y el pago del precio estipulado por el líder, trae como consecuencia riqueza y la solución de los problemas individuales, y si no lo logran es porque: “viven en pecado”, “no tienen fe” o “la ofrenda no ha sido generosa”.

De esta forma, en los últimos años hemos visto cómo crece este discurso y sus ideas mediante un comercio religioso muy próspero que ha penetrado las iglesias, los medios de comunicación (principalmente la radio y la televisión), la Internet y otros ámbitos como la política, la educación, la música, etc., con grandes ganancias para un grupo pequeño de “bendecidos” que controlan y dominan este mercado de ofertas, los cuales exhiben un nivel de vida elevado y muchas veces ostentoso, pues llegan a amasar importantes fortunas convirtiéndose así en unos de los pocos ganadores del sistema neoliberal conocidos como: los “banqueros de Dios”; cuyo fetiche de devoción es en realidad el lucro o el dinero, el que como una especie de becerro de oro les provee y les asegura riqueza y negocios rentables, a cambio del sacrificio de una masa de fieles incondicionales y sumisos.

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