El desarrollo económico ha estado vinculado durante décadas a la presión de la oferta y la demanda, de la producción y el consumismo, pero estas nunca han considerado como un factor determinante la conservación ambiental, por lo tanto, hasta cierto punto, la crisis financiera desatada en los últimos años alrededor del mundo, ha dado un respiro al medio ambiente.
Además, los países más afectados por la crisis han sido los que más producen y venden y, por ende, los que más contaminan, como Estados Unidos y China, incluso son los que a través del tiempo se han negado a formar parte de iniciativas que buscan la reducción del impacto en la naturaleza.
Entonces visto desde la perspectiva de medio ambiente, la desaceleración de la economía y la caída de la producción significan un descanso al cambio climático, aunque desde luego, ha tenido severas consecuencias en términos de reducción de la pobreza, el empleo y distribución del ingreso.
Así lo concluyeron una serie de expertos que participaron en el marco del Foro Institucional 2012 de la Universidad de Costa Rica, denominado Cambio climático y estrategia de desarrollo.
De acuerdo con la exposición realizada por el economista Juan Manuel Villasuso, la crisis actual es una crisis que nace desde lo bursátil, se transfiere a lo financiero y termina en el sector real, sus impactos, desde un punto de vista económico y humano son muy negativos, pero desde la visión para el medio ambiente es positivo.
“Lo cierto es que el ser humano está depredando la tierra a un ritmo que no es sostenible y lo vemos en términos de energía, tierra y uso de la tierra. En ciertas ciudades el nivel y calidad de vida se han deteriorado por la contaminación y hay zonas en que el agua es un problema grave”, detalló Villasuso.
Ante esta situación, indicó el economista, la situación sigue afrontando trabas, la contaminación desde el punto de vista productivo es cada día mayor, incluso existen islas que han sido designadas para llevar todos los desechos.
“Nuestro vínculo con la naturaleza es cada vez más depredador, la huella ecológica, o sea la cantidad de recurso que necesitamos para sostener la vida ha ido creciendo y la tierra ya no nos alcanza. Para sostener el nivel de vida actual se necesitan entre 1,6 y 1,8 tierras, o sea, nos está faltando”.
El problema es que para la salida de la crisis solo hay una lógica, que es reactivar la inversión, el consumo y la producción, en otras palabras, volver a lo mismo, olvidándose del medio ambiente y los recursos naturales, tomando en cuenta que las políticas las dictan los bancos centrales y ministerios de hacienda.
Pero hay dos visiones para hacerlo, agregó Villasuso, la de los Estados Unidos que es el estímulo al consumo y producción, dando más dinero a la economía, o como lo plantea Europa, que primero busca resolver el problema de déficit y luego ir viendo cómo se sale de la crisis.
“Lo cierto es que, aunque hay dos visiones diferentes, donde posiblemente el impacto o la reacción positiva del crecimiento se va a dar primero en Estados Unidos, ambos tiene la misma lógica: estimular la inversión, el consumo, la producción y el empleo, no se plantea cambiar el modelo”.
Entonces podría surgir una política alternativa que busque paliar un poco las cosas, de la economía ecológica, dijo el experto, pero es necesario internalizar los precios del medio ambiente, si son bienes que se van a acabar, si son bienes finitos, esos bienes tienen un gran valor y ahora lo estamos contabilizando muy poco.
MECANISMOS SOSTENIBLES
Por su parte, Agustín Fallas Santana, investigador del Observatorio del Desarrollo de la UCR, el sistema capitalista ya es insostenible desde hace 40 años, por lo que es indispensable que se apliquen, realmente y a conciencia estrategias de crecimiento que no terminen colapsando el medio ambiente, pues se trata de un sistema intensivo en consumo de recursos y altamente contaminante.
Aunado a esto, la distribución desigual de la riqueza en el mundo es evidente, las grandes naciones industrializadas generan un alto nivel de emisiones, a cambio de bienestar económico y confort para sus territorios, beneficios que no llegan al resto de las naciones menos favorecidas, pero sí reparten los costos ambientales para generar esa abundancia en el resto del mundo.
Este no es un problema nuevo y ha sido expuesto desde los años 70, incluso hace 25 años con el Protocolo de Kyoto, donde se formularon mecanismos de desarrollo limpio para compensar a las naciones pobres.
“Dicho Protocolo plantea que los países altamente industrializados deben reducir obligatoriamente sus emisiones de gases invernadero, y que los países en desarrollo pueden hacerlo voluntariamente y con ello, negociar en el mercado internacional”, indicó Fallas.
Un país que ha tenido éxito en este tipo de intercambio ha sido Costa Rica, el cual negoció la reducción de emisiones certificadas, con la venta de 275.550 toneladas de carbono “no emitido” a Noruega en el año 1997; todo esto por conservación de bosques, reforestación y bosques secundarios y con validez por 10 años, de acuerdo con datos de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz.
“Otra iniciativa que tuvo Costa Rica en los años 90 fue el desarrollo de mecanismos de mercado para hacer rentable la conservación del bosque y mejorar el uso del suelo. Esto ha tenido como resultado que la tasa anual de deforestación o pérdida de bosque pasara del 7% al 2% anual, lo que significa que nos hemos estabilizado”, argumentó el experto.
Esto significa que en el país hay un equilibrio, pues durante varios años se ha mantenido la tasa, es decir, se gana tanto bosque como el que se pierde, muestra de que en el desarrollo es posible buscar caminos alternativos, donde se transformen los procesos productivos con prácticas más amigables.
Sin embargo, agregó Fallas, uno de los problemas es que estas iniciativas tan valiosas, no son seguidas por los países que más contaminan, y que continúan sin ratificar los acuerdos tomados en las grandes cumbres internacionales.
“Esto produce que las ventajas que al principio tenían países en desarrollo y que voluntariamente reducían sus emisiones para venderlas en el mercado sean menores, aunque siguen abiertas, de hecho el valor de una reducción de gases pasó de $20 a $3 en los últimos años”, contó.
DESARROLLO AGRÍCOLA
En cuanto al desarrollo económico, de la mano con el medio ambiente, de Costa Rica, es necesario que las distintas partes se pongan de acuerdo y abran un proceso de diálogo, sobre todo en cuanto a la producción agrícola.
El economista Carlos Pomareda planteó durante su exposición que el cambio climático ha ido transformando el escenario agrícola en un problema cada vez más complejo y menos predecible.
“La política e inversión pública debe replantearse, y considero que el desarrollo tecnológico en el campo agrícola será un punto decisivo para el éxito en la agricultura en el futuro, así como la sanidad agropecuaria para combatir plagas y enfermedades”, señaló.
Además, agregó que el Estado requiere tener mejores instituciones vinculadas a los procesos productivos, para lograr un mayor aprovechamiento y búsqueda de soluciones para la realidad que vive el sector.
Por ejemplo, hay un creciente poder adquisitivo de los países que más consumen alimentos, esto va a tener influencia en los precios. Para asegurar su alimentación los países más industrializados han empezado a adquirir fincas agrícolas en otras naciones.
Esto se comprueba, pues las seis corporaciones más grandes del mundo han comprado muchas tierras en África, Argentina y Australia (10 millones de hectáreas) para producir sus alimentos. Son solo cinco las corporaciones que controlan el 80% del mercado mundial de productos básicos.
Por eso es necesario que Costa Rica pueda responder adecuadamente a los nuevos retos y necesidades, tanto en materia productiva como en equilibrio con el medio ambiente.
“Costa Rica en particular debe tener una postura autónoma respecto de las políticas de los organismos internacionales, así ha sido en los últimos treinta años, donde muchas instancias han mostrado su capacidad de implementar políticas en concordancia con la estructura productiva nacional y el medio ambiente”, concluyó Agustín Fallas.