Romper los enlaces materiales propios de una cosa, hecho, fenómeno o idea con su realidad histórica y trasponer situaciones distintas simultáneas o acaecidas en tiempos diferentes, a través de argumentos falaces cuyo fin es justificar lo injustificable, obteniendo algún provecho de ello (económico, in-moral, ideológico), es decir, aislar al mundo real de su realidad intrínseca mediante el engaño premeditado, devino fundamento pedagógico de la sofística tardía griega –criticada por Sócrates−, la cual supo representar los intereses de la aristocracia esclavista de Atenas (siglo V a.n.e.).
La sofística o fenómeno intelectual conocido como la elocuencia retórica o el poder de la palabra, no fue un método de comunicación exclusivo de sus creadores los sofistas (sabios o filósofos), sino que sus raíces se extienden hasta hoy, cuando el engaño sistematizado con disfraz de racionalidad justa continúa sirviendo al mismo amo: las élites del poder, sean éstas imperiales o domésticas, y al orden socioeconómico que reproduce dicho poder (ver “Las racionalizaciones de Costales” en Universidad, No. 2009, setiembre de 2013).
Por eso decimos que la sofística ha sido instrumento retórico en el desdoblamiento de la política en todos los sistemas de exclusión social, desde la esclavitud y hasta el capitalismo, sin brincarse la “Ciudad de Dios”, y en el socialismo en ciernes del siglo XX, donde la sofística justificaba el discurso de las élites burocráticas estalinistas, mismas que minaron la segunda experiencia del socialismo histórico. Por cierto, el burócrata oportunista y servil, cual termita política, es capaz de roer cualquier orden social, como lo demuestra la historia de los sistemas que ya se han ido y de los que, como el capitalismo, alistan maletas.
La elocuencia discursiva de Raúl Costales fue pródiga en racionalidad hasta el quinto párrafo de su artículo “El relativismo que conduce al conformismo” (Universidad No. 2006, agosto de 2013). Cualquiera diría que hasta ahí le alcanzó la batería de la sensatez, pero no es así. En su discurso sobre la relación dialéctica entre las categorías gnoseológicas “verdad objetiva o absoluta” y “verdad subjetiva o relativa”, donde sus apreciaciones son justas porque se aproximan a la realidad objetiva la cual, en lo que nos ocupa, demuestran la falsedad del pensamiento relativista y la concordancia con la realidad del pensamiento realista (objetivo, dialéctico-materialista o científico, por tanto, marxista). Mas su argumentación no fue sino un subterfugio sofista que le sirvió para arremeter contra la ideología que, renglones arriba, con su método dialéctico de análisis, había sustentado sus elucubraciones sobre el relativismo.
No encontró el señor Costales mejor ejemplo para demostrar que el relativismo deriva en conformismo, que la experiencia del socialismo real, donde “los autoritarios gobernantes marxistas les impusieron ´su verdad` a todos”, ni reparó en aportar –aunque fuese por disimulo académico- ejemplos adicionales de conformismo relativista, donde la castración del pensamiento y del deseo de las mayorías, convirtiéndolas en mansas palomas, se impuso a punta de cruz, espada, fuego y mercado durante el medioevo europeo y la invasión de las Indias Occidentales; y cuando el colonialismo europeo se repartió el resto del mundo después de las revoluciones democrático-burguesas de mediados del siglo XIX; o a través del terror nacional-socialista (fascista) en la Europa de la primera mitad del siglo XX; o aplicando la tortura, la desaparición y la muerte a quienes se opusieron a las dictaduras fascistas patrocinadas por el imperio yanqui en Latinindia, antes y después de la Revolución cubana; o con el desprecio a las razas “inferiores” en siglos de racismo en Estados Unidos, África y demás pueblos colonizados por la bota europea; o, finalmente, a partir del miedo inculcado por la globalización neoliberal, cuyo discurso promete que la mano invisible del mercado se encargará de repartir la riqueza que rebalse el vaso entre los miserables de la Tierra.
La batería retórica de Costales, ora abierta, ora solapadamente –como en su tesis contradictoria del relativista conformista, seguidor o líder (sic)- fue descargada sin piedad única y exclusivamente contra la ideología marxista. ¿Será que el fantasma aún recorre el mundo?