En inglés, “intelligence” hace referencia a ‘inteligencia’ (intelligent), pero la
CIA no lo es (inteligente) porque en ella “intelligence” porta su contenido más poderoso: “espionaje”.
La CIA es una oficina de espionaje. Una interesada doblez traduce “agencia de inteligencia” porque fisgonear resulta turbio y hediondo. Lo es, en efecto: se trata de una policía política secreta cuya institucionalidad es la de obedecer a amos que funcionan como patrones.
Las agencias de espionaje son noticia en América Latina. Como si escasearan los reparos locales e internacionales a su mandato, por su proximidad cada vez más liosa con violaciones sistemáticas de derechos humanos, la Oficina de Espionaje Político del presidente Uribe (Colombia) fue pillada espiando ilegalmente a opositores, periodistas, magistrados y eventuales contendientes electorales de Uribe (busca amañar la Constitución y ser reelegido por tercera vez). Como siempre, Uribe negó todo vínculo con los hechos y atribuyó el espionaje a “una banda mafiosa” que daña por igual a la democracia colombiana, a la libertad, al país y al gobierno.
En cambio su director de espías, un señor Muñoz, aceptó que tiene equipos para espiar hasta a unas 1.000 personas al mismo tiempo. Eso sí, Muñoz, por orden de Uribe, solo espía “a los malos”. Entiende por ‘malos’ a narcos, narcoterroristas, cabecillas de las FARC. Divertido, Muñoz. Los ‘narcos’ suelen tener abuelitas, por ejemplo. Los vínculos familiares son uso antiguo que ni “los malos” pueden evitar y que la administración Uribe no ha podido extirpar. Entonces también hay que espiar a las abuelitas. Y por allí, claro, se termina espiando a todos, nada más que para cumplir las órdenes del “jefe”.
Es curioso, pero Muñoz no espía a paramilitares ni a políticos kukluskanescos y guerreristas para nada insólitos en Colombia. Para Muñoz, esos son “buenos” y pues no. Como se ve, esta agencia de espionaje no muestra demasiada ‘inteligencia’. Es versión latinoamericana de Maxwell Smart.
La idea de espiar a opositores, aliados y a otras personalidades permite chantajearlos. Informarse de deudas, opciones sexuales, amistades, etc. Facilita tenerlos bajo control. Era el filón de Montesinos-Fujimori en Perú. El asunto es sucio y fétido.
Costa Rica tiene su oficina oficial de espionaje (la DES). Su patrón es Rodrigo Arias (él la llama DIS). La DES incurrió en la ‘inteligencia’ de indicar al Registro Civil que debía rechazar la naturalización de un periodista, Gilberto López de Castro, por tenerlo “registrado”. La autoridad pertinente rechazó el argumento de la DES y concedió la naturalización. Su director actual, un señor Torres, en segundo botón de ‘inteligencia’, dice que ellos tienen “registros” pero sin expedientes (!) Además él no estaba ahí cuando “registraron” a López de Castro. Es cierto. Su antecesor debió irse porque a su segundo (un señor Roberto Guillén) el Organismo de Investigación Judicial lo vinculó con un grupo de criminales. Usaba el cargo para facilitar información a delincuentes.
Maxwell Smart, el Agente 86, formaba parte de una parodia. Las DES latinoamericanas, en cambio, son factor de una gran tragedia. No sería la peor idea deshacerse de ellas.