El gran pensador, escritor y sabio en el que se convirtió Paul Valéry es lo que pone en la mesa de discusión su imagen como poeta e intelectual que, en nuestra humilde opinión, no deja de seguir encontrándose vigente; vienen a engrandecer la figura del autor, trabajos que destacan el carácter de actualidad que aún reviste su obra: por un lado, Alonso (2005) destaca el carácter de “potencia de transformación” del pensamiento de Valéry, con el que se ciñe a la fuerza de la inteligencia y el camino de la razón, (Alonso, 2005); mientras que, por otro lado, Rojo (2007) acentuó el rescate de los cuadernos del poeta como mostración de la visión de mundo de este. Ahora bien, puede apuntarse acá a un par de aspectos fundamentales de la producción poética de Valéry, en relación con lo expuesto anteriormente: el culto al intelecto y la pasión del gran poeta, dos facetas inseparables del hablante lírico de la obra de Valéry que se conjugan en sus escritos.
Para ejemplificar esta afirmación, se ha tomado el poema “Los pasos” como muestra; en sus versos, se toman de la mano las experiencias sensoriales – “pasos que nacen del silencio”, “el convite de tus labios”, “el vivo manjar de tu beso” – con aspectos subjetivos del “pensar” del hablante lírico – “el recinto de mis sueños”, “mi pensamiento”, “mi corazón” – en una muestra de que el “yo” adquiere un papel fundamental en la obra de este gran pensador: se observa al yo racional que busca explicar con los “sentidos” (el oído, el tacto, el gusto) cómo los “pasos” de su objeto de deseo lo van transformando un yo apasionado, un yo inspirado, un yo deseante; se va convirtiendo, por ende, en un “yo” más humano.
Puede evidenciarse, entonces, que en la obra de Valéry se concreta una dualidad fundamental, a nuestro parecer (lo poético de la mano de lo racional); puede verse con claridad, además, cómo este poeta retrata al amante del intelecto en sus dos facetas (el que siente y el que piensa), lo cual no deja de constituirlo como uno de los maestros de las letras francesas, y cuya vitalidad, tanto pensador, cuanto poeta – como ya nos lo había anunciado Roger – “no se ha acabado de explorar”.