Hace unos diez a quince años era posible escuchar a los jóvenes decir que estaban “stressados” (con silbido lingual implícito). De unos meses a esta fecha, el cansancio por “tanto stress” ha devenido en sólo kansao” (expresión de sms implícito).
¡Q`kansa`o! es la imagen de una sociedad que ha crecido entre la herencia de los “hermanos stressa`os”. Lo sorprendente es que estas generaciones son colateralmente los hijos de las generaciones que crecieron con los bombardeos televisivos de los “ricos y famosos”. O sea, que se trata de un círculo genéticamente televisivo. O sea, que la sociedad viene tragando TV que es un contento!!!Y claro, como consecuencia de este “enchufamiento” al TV, tenemos que el destete de la TV se produce cuando las nuevas generaciones encuentran que la vida no es tan “de famoso”, como esperaba. Y es que puede aparecer algo que “no me gusta”, “algo que no es chiva”. Ese algo es simplemente genérico, pues puede ser todo cuanto no esté en mi circunstancia para darme satisfacción. Ante esa experiencia la reacción es el rechazo, la queja. El desistir del kansao es la subliminal e inconsciente expresión del Edipo no satisfecho entre el joven (la joven) y el TV. La realidad carente del soñado éxito se expresa en el trauma de “tener que bretear feo” para “sobrevivir”. Y brota la angustia. El cordón umbilical amenaza con romperse y el ser imaginario que siempre se ambicionó ser, sufre de nervios. Y aparece la nueva resistencia: la adolescencia se extiende desde los 9 hasta los 40. Y la revancha ante esa experiencia del nuevo Edipo frustrado es el paroxismo de la exhibición ante familiares y extraños: la figuritis. Por eso, el móvil (celular) impresionante (aunque no se pueda pagar ni se sepa usar). Por eso, las poses en lugar y en situaciones. Por eso las extravagancias por doquier. Por eso figurar, para superar la frustración del yo con las fantasías de un YO imaginario y edípicamente asumido como “haciendo eternamente el ganso” (léase “eternamente engañado”, frustrado, “cogido”). Hacer exámenes, y escuchar a los jóvenes después de un examen, permite hacer sónicas las encarnizadas disputas y frustraciones conflictivas, que emergen y se sumergen desde el inconsciente hacia el YO.
La disciplina sana y alegre es necesaria. Pero también la cultura de la disciplina. Estas dos a veces es posible encontrarlas en un hogar, sobre todo cuando uno ha nacido pobre y con algunas limitaciones. Y cuando como niños se nos dice, “mira, no hay para esto, pero sí para esto y esto, nos limitamos y todos compartimos”. Humanizar con la sana y alegre disciplina. Y dejar de confundir la disciplina con las “soluciones a lo Auschwitz”, con el castigo eterno o el garrotazo en la espalda o el cordonazo en las piernas. Y tampoco confundir la disciplina con frustración, que la vida es real y la realidad no es siempre hacer ni tener todo lo que se quiere. Disciplina, porque los padres tarde o temprano se van. Disciplina, porque un día estaremos sin paracaídas.