Con fino razonamiento, lucidez y suficiente elocuencia distintas voces se dedicaron en las pasadas semanas a analizar los elementos que constituyeron la dolorosa derrota que se nos vino encima a todos quienes no queríamos el continuismo el pasado 7 de Febrero.
Otros lograron expresar con maestría y exquisitez la frustración y la impotencia que sentimos ante el descalabro electoral que sufrió la izquierda, el progresismo, el centro, etc. Me tomo la libertad de recomendar, para el propósito de poner en palabras el sentimiento antes descrito, el artículo de Hernán Jiménez titulado “un Berrinchoso Perdedor”, disponible en el Blog de la Sra. Julia Ardón y publicado en el Semanario Universidad No. 1839.
Recién pasado el golpe, hay que ir construyendo por partes. Lo primero es desear la mejor de las suertes y mantener el apoyo y la confianza a los diputados del PAC y al diputado Villalta del Frente Amplio; son ellos a quienes, al menos en el ámbito Legislativo, les han caído encima los deseos y aspiraciones de buena parte de la población. Sobra decir que solos podrán hacer mucho, pero no todo, y que desde donde podamos o como queramos el 25% tiene que ayudarles. La reflexión necesaria que deseo plasmar en estas breves palabras tiene que ver con la imperiosa necesidad de establecer una serie de cuestiones mínimas que nos unan y por otro lado de enmendar la sucesión de errores que, sin duda alguna, pasaron factura en las urnas.
Uno de los primeros errores que hay que corregir es la aparente incapacidad de generar un mensaje articulado atractivo desde los sectores progresistas. No me malinterpreten, el mensaje estuvo, existió, pero no caló. Debemos aceptar que un mensaje populista mediocre como el de los libertarios o el continuismo cínico clientelista, lograron efectos palpables (en las urnas) que superaron lo transmitido desde el progresismo. No deseo extenderme mucho en este siguiente punto en particular pero claro que es necesaria la unión de fuerzas. Me sorprende ver en foros o conversaciones ataques inclementes hacía partidarios, dirigentes y candidatos de partidos que, guardando las diferencias particulares de cada uno, buscan un proyecto país muy semejante. Curioso que nos suceda esto. De nuevo explotamos los personalismos y diferencias y dejamos el camino libre a la (nada lenta para aprovechar) derecha. Fíjense bien, siempre hay algún comentario en las discusiones de un liberacionista que ríe pues sabe que le hacemos más simple el trabajo a la maquina electorera clientelar.
Conocemos y vivimos día con día el cerco mediático que se ha impuesto en nuestra Costa Rica. Desde la posición de algunos, donde me incluí, pensamos que las redes sociales y demás herramientas del ciber espacio habían logrado al menos flanquear dicho cerco, no obstante la cruda realidad es que la información que se trasiega por Internet llega a pocas manos o al menos no a suficientes. Parte de la reconfiguración precisa de medios de comunicación masivos que logren contrarrestar los monotemas y la “sacra” opinión de La Nación y Repretel. Hay que explotar y extender el alcance de medios como elpais.cr, Informa-Tico, el Pregón o el Semanario Universidad.
En algo tenemos suerte, la forma de hacer política clientelar y corrupta existente en los partidos tradicionales forma parte ya del ADN de muchos de sus diputados, adscritos, dirigentes y demás y por tanto los escándalos y falta de transparencia y probidad en la función pública estarán a la orden del día.
Vale la pena mencionar lo anterior por dos razones: la primera, la necesidad de seguir denunciando todo acto de corrupción y exigir cuentas de lo hecho en la función pública (No es como algunos liberacionistas creen que como ganaron hay vía libre). Segundo, la denuncia es necesaria pero también, a la vez, hay que combatir un mal que muchos ciudadanos poseen: la amnesia selectiva. No podemos permitir el olvido. Aunado a lo descrito anteriormente propongo humildemente algunos temas, muchos ya abordados desde diferentes posiciones, que deberían convertirse en las banderas o consignas principales que unifiquen el pensamiento del progresismo o la izquierda. En otras palabras una agenda mínima por medio de la cual se articule un mensaje coherente y propositivo.
Desde esta humilde pluma sugiero como los imperativos: El fortalecimiento de la banca estatal (y su retorno a ser banca promotora del desarrollo y no banca comercial) y, a su vez, mayores y más rígidos controles a su contra parte privada. Configuración de la sociedad de pequeños y medianos empresarios. El costarricense debe entender que los países desarrollados son aquellos que se componen de una fuerte y bien remunerada clase media, inversión extranjera bien planificada y una importante producción de empresarios medianos y pequeños que generan riqueza y no devengan salarios paupérrimos. Asegurar el acceso al crédito para quienes realmente lo necesitan. Garantizar el acceso a la seguridad social. Garantizar el salario mínimo y perseguir a los evasores de tributos y patrones morosos. Reingeniería tributaria. Impuestos progresivos, las mismas ventajas para el empresario nacional que para el extranjero y una verdadera reforma tributaria que hemos esperado por años para que finalmente aquello de que “quien tiene más paga más” se haga realidad. Defensa absoluta del ambiente. Austeridad y probidad en la función pública. Reforzamiento de las políticas sociales. Modernización del Estado empleador. Seguridad alimentaria y apoyo al agro. Regulación del mercado y participación estratégica del Estado, dado que ya hay suficiente evidencia para decir que el mercado (y la toda poderosa mano invisible) crea riqueza pero la concentra. Combate extremo a los efectos negativos del TLC con Estados Unidos y su renegociación o revisión. Combate a la inseguridad, pero a su vez, incrementar el presupuesto a la educación, la cultura y el deporte y revisar y reformar el entramado y sistema judicial. Aumento del porcentaje del PIB a la educación y promover la educación sexual integral y responsable.
Todas cuestiones ineludibles para construir el mensaje necesario que apele al electorado sostenido en la unión de todos los sectores progresistas, olvidando o dejando de lado divisiones, personalismo y nimiedades para que no nos vuelvan a atrapar en la misma red y salvar este país, que hay que aceptarlo también, se nos empieza a escapar de las manos.