Mientras la ciudadanía se preocupa justificadamente por el futuro de la Caja, o sea de atención médica universal, oportuna, acertada y costeable, no se ha tomado conciencia de otras serias bombas de tiempo que acechan nuestra salud, ¡algunas de efectos absolutamente catastróficos a mediano y largo plazo!
No sólo la continuada insatisfacción con el funcionamiento de la Caja, la subida desmedida del precio de los productos farmacológicos (muy encima de niveles continentales) y la reducción en la cobertura de los seguros son síntomas de una lamentable y peligrosa degradación del sector salud en el país, ya cubierta ampliamente por el Canal 15 en “La Caja de Pandora”.El reciente otorgamiento de “premios a la mejor gastronomía” a manos del ICT, donde salen premiados media docena de establecimientos de “comida rápida” globalizados, denota una notable inconsistencia en el actuar del Instituto. Por un lado, el Estado declara velar por la salud pública, y por el otro, el ICT, como parte de ese Estado, ¡asocia el “fast food” con gastronomía! La aceptación general de este término incluye cualidades superiores al paladar e implica, asimismo, superioridad nutricional. Ahora bien, la “comida rápida” si bien es “conveniente” y “rápida”, servida en un lugar lindo y limpio no es del todo sana, como lo revela senda documentación científica.
Al buscar bajos costos, larga durabilidad y otras características comercialmente atractivas, la industria reemplaza productos naturales, con sus correspondientes valores nutricionales naturales, por sustitutos que sólo ostentan una fracción del valor y variedad nutricional, introduciendo importantes riesgos de salud no existentes anteriormente. Eso correlaciona con la explosión en la demanda de suplementos alimentarios.
No acuso a la industria de comida rápida de ser la única causante del alarmante índice de obesidad, diabetes y enfermedades degenerativas que estamos observando –es la más visible−. Casi todas las comidas y bebidas modernas procesadas industrialmente, sin concepto netamente “orgánico”, son corresponsables por los sustitutos que emplean y las otras sustancias que toleran en sus productos: transgénicos (derivados de maíz y soja), lácteos con hormonas, harinas refinadas, aceites hidrogenados, edulcorantes sintéticos, fluoruro, glutamato de sodio, colorantes sintéticos, disruptores hormonales, etc. También lo son las autoridades sanitarias por no alertar al público, los medios por su pobre cobertura y nosotros mismos por no usar más criterio en nuestra alimentación! En la mayoría de los casos, las enfermedades involucradas son casi completamente evitables ¡con alimentos naturales orgánicos, moderación con ciertos de ellos y ejercicio físico regular!
El creciente problema nutricional toca otros temas como la grave contaminación de los alimentos con plaguicidas (nuestro país es, con distancia, el de mayor consumo mundial), metales pesados (productos chinos, ciertos pescados), fluoruro en la sal y en dentífricos (baja nuestro “IQ”), etc.
Pero el mal mayor, por la magnitud de sus consecuencias sanitarias y políticas, parecieran ser los transgénicos que, según sendos estudios independientes, están relacionados con la explosión de alergias, problemas intestinales, cánceres y hasta el riesgo de que modifiquen nuestro DNA, como a efectos ambientales por el requerimiento creciente de Glifosato, que no sólo es un peligro para la fertilidad sustentable de las tierras y la salud de los agricultores y vecinos colindantes, pero¡ ha causado nuevas superplagas! Europa, con semillas naturales y métodos tradicionales adaptados, ya ha logrado productividades sostenibles superiores al de los transgénicos, con menor uso de plaguicidas, desvirtuando las razones principales de su uso! Al evitar transgénicos, se evita la creación de un gran cártel global de semillas, el uso más intenso de plaguicidas, daños a la salud pública, merma de biodiversidad y destrucción del campesinado tradicional!