¿Cuántas veces pensamos en las consecuencias y el impacto ambiental de nuestras acciones y sobre nuestras vidas? Me refiero a esa conciencia ambiental real, que nos atraviesa en lo más profundo de nuestro ser y se ve relejada en todo aquello que hacemos, pensamos y sentimos.
Nuestro planeta es finito y en él no cabe ya un pensamiento obsoleto como el de la explotación de los “recursos inagotables” o el de la ilusión de la separación; no sólo entre nosotras(os) y el resto de seres humanos, que quizás no hayamos visto y jamás vayamos a conocer en la vida, pero que existen; somos hermanos y hermanas. Es aún más necesario comprender que entre nosotras(os) y la vida de cada organismo de nuestra Tierra hay un vínculo, una conexión, es decir, una interdependencia de vidas.
En este mundo desequilibrado, la balanza de valor o prioridad se inclina hacia los factores económicos y yo me pregunto: ¿dónde queda la bio? ¿dónde quedan los y las que no “aportan” económicamente? Tanto las personas o pueblos pobres, como aquellos animales y recursos que se consideraron poco relevantes, fueron y aún hoy son borrados o exterminados, por el ego de los seres humanos; creyéndose descendientes de “divinidades omnipotentes y egoístas”: violamos la ley del equilibrio.
Hoy, casualmente los seres olvidados, y estigmatizados son quienes más sienten esta crisis innegable. Diariamente se matan ballenas, tiburones, manatíes, tortugas elefantes, lapas, así como bosques, arrecifes y mantos acuíferos de los cuales dependemos los habitantes de este planeta para sobrevivir.
Constantemente mueren personas de hambre, mientras que en otros lugares la comida sobra y se bota a la basura. Cada vez aumenta el número de refugiados climáticos. Cada año son más frecuentes los desastres que matan a miles de personas por año a causa de aquellas malas decisiones que apostaron al capital a costas de la vida.
Olvidamos que la divinidad no es maquiavélica y no implica explotar a nada ni a nadie; es más, al contrario, ésta yace en cada gota de agua, en el viento soplando sobre los árboles, en el amor por el prójimo y por la vida, en el alma de cada ser vivo. Por lo tanto, podemos respetarnos, amarnos y cuidarnos; ser conscientes de este lazo espiritual, emocional y físico.
Vos y yo podemos decidir si despertar la conciencia, si aceptamos que no poseemos la naturaleza, sino que somos parte de ella. Podés promover y defender el respeto y la transformación del conocimiento. Juntas(os) podemos revertir los errores, sentirnos culpables y castigarnos con avanzar hacia el fin de la vida no es la salida. Levántate, infórmate, consume responsablemente, recicla y recobra la esperanza.
Yo tengo fe en nosotras(os) y sé que hay personas en todo el mundo que están actuando porque creen en la humanidad. En Costa Rica existen iniciativas, como la de la Universidad E.A.R.T.H., que demuestran que el ingenio y el esfuerzo humano pueden crear soluciones viables, agricultura y tecnologías sostenibles. ¡Manos a la obra, la responsabilidad y la solución están en cada una(o) de nosotras(os)!