Encuesta de Hogares 2003 Revisan la pobreza del método

La reducción de la pobreza en 2003 fue mínima y se debió al aumento del empleo informal. Cuando el Gobierno anunció el año pasado

La reducción de la pobreza en 2003 fue mínima y se debió al aumento del empleo informal.

Cuando el Gobierno anunció el año pasado que su política económica había logrado reducir en dos puntos la pobreza en el país -pues según la Encuesta de Hogares respectiva, había pasado de 20.5% a 18.5%-, se desató un acalorado debate sobre la calidad de los datos.

Después de realizar los estudios pertinentes, Juan Diego Trejos, especialista de la Escuela de Economía de la UCR, llegó a la conclusión de que por lo menos uno de esos dos puntos de reducción de la pobreza se explica por las características del método utilizado para medirla, que no refleja la realidad de la situación.

En cuanto al punto restante, explicó que «no es una reducción estadísticamente significativa, pues está dentro del margen de error.»

Pero, no solo eso, su investigación encontró que los argumentos utilizados por el Gobierno para explicar la supuesta reducción de 2% en la pobreza, esto es, que hubo un aumento del gasto social, una mejor focalización de ese gasto en las familias pobres y un aumento del ingreso, son refutados por los datos.

UNA LÍNEA CON SESGO

Trejos ubicó tres distorsiones en la metodología utilizada por la Encuesta de Hogares: una tiene que ver con la llamada «línea de pobreza», que se utiliza para determinar quiénes viven en pobreza extrema; otra, con el aumento del número de familias que respondieron a la encuesta;  y, otra más, con la medición del ingreso.

En el método utilizado, la «línea de pobreza extrema» se determina en función de una canasta de alimentos, tanto para la zona urbana como la rural, a la que luego se le aplica el inverso del coeficiente del gasto que la gente dedica a alimentos.

«El asunto es que para calcular esa canasta de alimentos que es la línea de pobreza extrema, se identifica un conjunto de alimentos representativos del consumo del promedio de la gente, no del consumo de los pobres», dijo el economista.

Se trata de entre 40 y 44 alimentos, cuyo valor se actualiza cada año. Pero sucede que, en su mayoría, son perecederos, como los vegetales, cuyo precio es muy fluctuante porque está sujeto a las variaciones climáticas. Esto hace que con frecuencia mientras el índice de precios de los alimentos apunta en una dirección, los precios de los que se utilizan para la línea de pobreza, van en otra.

Por ejemplo, en 1996, el índice de precios de los alimentos subió un 20%, pero la línea de pobreza lo hizo en solo 15%. Al contrario, en 1998 la línea de pobreza creció más que el índice de precios de los alimentos, y en 2001 y 2003 ese índice subió un 10% mientras que la línea de pobreza solo lo hizo entre un 6% y un 7%.

«En términos reales, la línea de pobreza va cambiando anualmente. Y a partir de 1998 se va abaratando, hasta en 2003 inclusive. El que se haga más barata solo refleja los cambios en los precios de esos alimentos, lo cual ocurre aunque los ingresos reales no aumenten. Estadísticamente, la pobreza puede caer porque la línea de pobreza es más barata», explicó Trejos.

Así, pues, si en 2003 la inflación de alimentos fue de un 10% y el crecimiento de la línea de pobreza fue de un 6%, esto quiere decir que los precios de los bienes que se usaron para determinar esa línea, crecieron menos que los precios del resto de los alimentos.

Al sesgo que genera esta característica del método utilizado por la Encuesta de Hogares, Trejos le llama «efecto-precio», porque «la medición de la pobreza es muy sensible a lo que pasa en los precios de esos bienes seleccionados y esto no significa que se produzca un cambio real en la pobreza existente.»

Se trata, pues de un problema en la forma de actualización de la canasta.

«Uno podría decir: -Está bien, si la canasta creció menos, es porque esos bienes son los básicos y hay una política del Estado para que esos bienes no crezcan. Pero resulta que no son los básicos, porque no es una canasta construida en términos de lo que consumen los pobres, sino del consumo promedio, es decir, de un grupo que en realidad no es pobre. Es un conjunto de bienes representativos en realidad de los que tienen más recursos», añadió.

Más aún, como «el método calcula la línea de pobreza extrema en función de los precios de esos bienes, y la línea de pobreza general los extrapola a partir de eso, entonces, lo que pasa con esa canasta, pasa con la canasta general», agregó.

Por eso, el abaratamiento de la «línea de pobreza» de 2003 tampoco respondió a que se produjera un mejoramiento de la agricultura.

CAE UN MITO

Con sus investigaciones, Trejos también acabó con un mito, aquel según el cual la pobreza en el país está estancada desde mediados de los años 90.

«Nosotros tenemos el cuento de que, desde 1994 hasta 2002, la pobreza estuvo totalmente estable alrededor del 20%, y que en 2003 se produjo un bajonazo. Sin embargo, cuando se ve en términos reales, se encuentra que en 1996 este índice tenía que haber sido más alto, para ser consistente con el hecho de que la producción cayó. Y en 1998, cuando la cifra de pobreza está en un 20%, en realidad debía ser del 17%, para ser consistente con el hecho de que ese fue el año que más crecimos, tanto con como sin INTEL.»

En esa misma lógica, el año pasado «la pobreza debería haber sido como medio punto más alta, solo por el efecto-precio. Es decir, que el abaratamiento de la línea de pobreza explica medio punto de la reducción estadística de ese porcentaje. Y lo importante es que eso solo ocurre en algunos años. El de 2003 es uno de los cuatro o cinco años en que hay una discrepancia importante en precios de alimentos versus precios del costo de la canasta», añadió.

Para corregir este sesgo, Trejos propone que la canasta de alimentos utilizada para la línea de pobreza, se ajuste en términos de la inflación en vez de en términos del precio de cada producto.

SESGOS POR INGRESOS Y RESPUESTAS

El economista también explicó que la medición que la Encuesta de Hogares hace de los ingresos es «incompleta y oscilante». Incompleta porque no se incorporan rubros como el ingreso por habitar casa propia ni el gasto social en especie.

En cuanto al primero, explicó que «de dos familias con el mismo ingreso, si una alquila y la otra tiene casa propia, sus posibilidades de consumo son muy diferentes.»

«Esto es muy importante si uno ve que una de las principales políticas sociales del Gobierno es regalar casas, y estamos regalando como el 0.5% del PIB por año en casas. Este es un ingreso que se debería meter en la medición», agregó.

En cuanto al gasto social, explicó que la Encuesta no incorpora «los pagos en especie, como comida, transporte, uniformes y todo el gasto social que no consiste en transferencias en dinero, que es la mayoría, pues nuestra política social en general es de transferencias de bienes y servicios.»

«El Gobierno afirma que el gasto social redujo la pobreza, sin embargo, al no estar incluido, aunque el gasto social pueda aumentar mucho, no se refleja en la medición de la pobreza», dijo.

Trejos explicó que otro problema que sesga la medición de los ingresos es el aumento que se produjo, en la Encuesta de Hogares del año pasado, en el número de familias que sí respondieron a ella. Aumentaron en 3.5%, para un total de casi 37 mil familias más.

«Tradicionalmente, el porcentaje de familias que no declara su ingreso ha sido muy grande, de 15% a 20%, y ahora bajó alrededor del 15% al 13%. Esto tiene un efecto muy importante, porque se están metiendo un montón de familias que, si uno revisa su perfil, tienden a ser familias no pobres. En general, la no-respuesta está asociada con ingresos más altos. Entonces, si Ud. logra que esa gente responda, lo que sucede es que está metiendo gente no pobre, y si uno lo que está calculando es el porcentaje de pobres, es decir, las familias pobres contra las familias totales, lo que está aumentando es el denominador, no el numerador, y eso baja el porcentaje de pobreza», explicó Trejos.

El economista atribuyó el aumento en las respuestas a un mayor control de calidad en el trabajo de campo y en el esfuerzo que se hizo después para capturar la información de la Encuesta.

«El número de familias en el país creció en 40 mil con respecto al 2002. Sin embargo, se redujo en 37 mil el número de las familias que no respondieron sobre sus ingresos. De esta manera, hay 77 mil familias más en el denominador. La reducción de la no-respuesta, más el aumento del número de familias, se concentró en las familias no pobres, como era de esperar. Es decir, que mejoró el ingreso en éstas últimas», explicó.

«Si uno calcula qué pasa si el porcentaje de familias que no respondieron hubiera sido similar al de 2002, es decir, un 16%, y si todas las familias nuevas que respondieron son no pobres, tendríamos que de medio punto a un punto más de la reducción de la pobreza está explicado por el aumento de las respuestas», añadió.

Si se suman los dos sesgos, el «efecto-precio» de la línea de pobreza y el «efecto-respuesta», en 2003 la pobreza no fue de 18.5% sino 19.6%.

«Como la mitad de la cifra de pobreza está explicada por las características del método, la pobreza real habría bajado del 20.5% al 19.6%. Una reducción de un punto no es estadísticamente significativa, está dentro del margen de error», dijo el economista.

Pero, aunque estadísticamente no sea significativo, ese 1% de reducción en la pobreza debe tener una explicación. Para Trejos, los datos refutan los argumentos oficiales e indican que respondería a un incremento del empleo informal urbano.

«El gasto social no explica la reducción de la pobreza porque, por el contrario, en 2003 hubo menos familias beneficiadas, ese gasto social estuvo menos focalizado, es decir, menos pobres lo recibieron, y en términos reales, recibieron menos. Y más del 99% de las familias que reciben el gasto social son no pobres», dijo.

Añadió que esto es demostrable porque «si uno toma las familias no pobres que están recibiendo el subsidio, y se les resta ese subsidio, se obtiene que más del 99% de ellas siguen siendo no pobres.»

La única explicación que queda estaría por el lado del crecimiento del empleo, lo cual en opinión de Trejos «no es claro».

Según la Encuesta de Hogares, en 2003 se crearon 53 mil empleos más que el año anterior, y el ingreso laboral real creció casi un 1%. Pero al analizar los datos se encuentra que del 100% de esos nuevos empleos, el 65% fueron empleos calificados.

«Esto es bueno desde el punto de vista de la economía, pero no explica la reducción de la pobreza. Queda un 30% del empleo, que es no calificado, que podría estar explicando la reducción de la pobreza. Sin embargo, sucede que el ingreso real de esta gente, más bien cayó. Sin embargo, podría estar aumentando el ingreso de la familia porque hay un segundo miembro que consiguió empleo. Entonces, aunque cada uno gane menos, en conjunto la familia gana más», explicó.

Por ramas de actividad, la construcción y agricultura tienen un alto impacto en la pobreza; el comercio y los servicios personales un impacto mediano; y la industria y servicios públicos uno bajo, porque utilizan más trabajo calificado.

Trejos explicó que el año pasado tanto la agricultura como la construcción no generaron empleo y, por el contrario, en promedio expulsaron gente, que son personas pobres o no calificadas. Y los ingresos de estos pobres también cayeron.

Puesto que el grueso del trabajo no calificado está en el comercio y los servicios personales, donde aumentó el empleo, pero no los salarios, el economista considera que ese 1% de reducción de la pobreza, registrado por la Encuesta de Hogares, se debería al empleo informal urbano.

Su conclusión final es que los resultados de la Encuesta «no son robustos y se deben a las características del método y a la medición de los ingresos.»

Detalló que con el fin de subsanar estos problemas de la Encuesta de Hogares, la UCR da apoyo técnico y presta sus instalaciones para que equipos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos elaboren una Encuesta de Ingresos y Gastos (INEC), que se comenzará a aplicar el presente mes y a lo largo de un año. Ella permitirá actualizar la canasta básica y saber qué porcentaje del gasto dedican las familias a la compra de alimentos.

«Nuestra propuesta es actualizar la línea de pobreza cada año, es decir, según la inflación. Además, avanzar en la medición de los ingresos. No solo aumentar los rubros que se miden, sino reducir la no-respuesta y la subdeclaración», concluyó.

CON MÁS DETALLE

Por su parte, Floribel Méndez Fonseca, coordinadora de la Encuesta de Ingresos y Gastos que realizará el INEC, confirmó que mediante ella se pretende captar «todos los ingresos, detallados, tanto monetarios como en especie, para actualizar las ponderaciones del Índice de Precios al Consumidor y la Canasta Básica Alimentaria.»

Una encuesta de este tipo no se realiza en el país desde 1988 y tomará 13 meses porque su propósito es captar las variaciones a que están sujetos los ingresos y los gastos de los hogares por diversos factores, desde estacionales hasta culturales. En esta ocasión, unas 80 personas aplicarán la encuesta a 5.220 viviendas, tanto urbanas como rurales, ubicadas en todo el territorio nacional, a partir del próximo 18 de marzo. Su costo, ¢1.300 millones, será financiado por el Banco Central.

Así pues, no hay propaganda oficial que resista un buen examen con lupa. Y el INEC ha puesto manos a la obra para defender su profesionalismo.

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