“Si estableces que hay una población “desechable”, entonces puedes afectar sus vidas sin guardar memoria de ello. Y ese es el sueño final del fascismo”. (Foto: Fabián Hernández)
Era la primera vez que esta filósofa estadounidense visitaba un país centroamericano. Después de su estancia en México, en donde argumentó que “no había democracia sin derecho a la protesta” −con relación a la muerte de los 43 estudiantes de Ayotzinapa−, su visita a Costa Rica generaba mucha expectativa.
El 26 y el 27 de marzo Judith Butler estuvo en la Universidad de Costa Rica (UCR), en donde se le entregó un doctorado honoris causa, y participó en el foro “Cuerpos que importan desde Centroamérica”, organizado por la Escuela de Filosofía.
Ella predica libertad e independencia, y su vida cotidiana también: durante la entrevista tomó la cafetera y con seguridad se sirvió café. Cuando terminó esta cotidiana tarea nos miró y dijo: “No piensen que porque soy la invitada no me puedo servir café por mi propia cuenta”.
El Semanario UNIVERSIDAD tuvo la oportunidad de conversar con Butler, en compañía de Gabriela Arguedas, filósofa y docente de la UCR. A continuación presentamos un extracto de la entrevista.
Gabriela: Vos estuviste en el movimiento Occupy Wall Street en el 2011. ¿Cómo ves el movimiento después de estos años que han pasado? ¿Qué enseñanzas dejó?
−Aunque mucha de la gente sigue trabajando a un nivel local, ahora el movimiento está en otro momento. Como sabes, Occupy Wall Street fue dispersado a la fuerza por la policía. Lo que comenzó como un movimiento que se oponía a la aceleración de las desigualdades, terminó lidiando contra el poder de la policía y la violencia del Estado.
Y no es casualidad que cuando hablamos de violencia policial en estos días estemos hablando de firmas de seguridad privada que son contratadas para reprimir, de nuevos protocolos de militarización de la policía. Necesitamos un nuevo mapa para comprender cómo las desigualdades y las violencias están operando dentro del capitalismo global. ¿Acaso no estamos hablando de una nueva forma de ejercer el poder y la coerción?
David: En Centroamérica las desigualdades y las políticas de seguridad de “Cero tolerancia” han hecho que la violencia sea un fenómeno de la vida cotidiana. ¿Cómo ve usted la violencia en nuestra región?
−Lo que puedo decir es que hay más preguntas que respuestas acerca de la violencia. ¿Es el Estado el que está ejerciendo la violencia? ¿Si las empresas de seguridad privada trabajan para los carteles del narcotráfico, también trabajan con la policía? ¿Son lo mismo que la policía? No sé las respuestas, pero sí puedo ver que las violencias son más cotidianas en unos lugares que en otros.
Gabriela: Estaba pensando en el poder de la conmemoración y el duelo. ¿Por qué ejercer la memoria puede ser tan peligroso?
−La conmemoración es muy peligrosa. Recuerdo en la reciente guerra en Siria que los oponentes al gobierno se reunían en las plazas a conmemorar a aquellos que habían sido asesinados por el Estado. Estos funerales públicos empezaron a ser objeto de persecución.
¿Qué hay de revolucionario en un funeral? Es porque las vidas que fueron brutalmente asesinadas son consideradas vidas que merecían ser quitadas. Un periodista en México me dijo que los estudiantes de Ayotzinapa se buscaron su propia muerte, los culpaba a ellos de sus propias muertes, como si los asesinos no tuvieran otra opción. Es un razonamiento perverso.
Si estableces que hay una población “desechable”, entonces puedes afectar sus vidas sin guardar memoria de ello. Y ese es el sueño final del fascismo. Eso fue lo que intentaron hacer todos los dictadores en América Latina. Cuando el Estado manda al olvido las muertes, la conmemoración puede ser una táctica para luchar contra ese olvido.
David: Recientemente en nuestro país se le está permitiendo a las personas transgénero cambiar sus nombres en la cédula de identidad. ¿Cómo ve todos estos obstáculos legales para el reconocimiento de la diversidad?
−Hay mucha discusión en el mundo transgénero sobre esto. Alguna gente desea ser conocida como hombre o mujer, otros como “trans”, otros como “trans−hombre” o “trans−mujer”, para no perder la ruta de su transformación. El sistema binario de “hombre” y “mujer” debe de abrirse a más categorías. En Alemania permitieron una tercera casilla para llenar al nacer, además de “hombre” y “mujer”. Esto es una iniciativa muy importante para gente que nace hermafrodita o intersex. Es una decisión muy humana.
No estoy segura que la ley sea lo suficientemente flexible, para acomodar todas nuestras ideas para el reconocimiento. Hay que decidir qué queremos de la ley. Y estas son importantes para el reconocimiento, pero también para obtener ciertos beneficios.
Creo que es un error si buscamos de la ley el reconocimiento de lo que somos, pues al final estaremos constreñidas por categorías legales y etiquetas. Necesitamos diferentes maneras para nombrar el género, un nuevo vocabulario que puede aparecer en esos lugares extralegales, como en los dominios del arte, la literatura o las artes performativas.
Gabriela: En Costa Rica muchas veces los discursos que tildan la homosexualidad como enfermedad se esconden bajo la idea de la libertad de expresión para decir lo que dicen. ¿Qué pensás de eso?
−Sí, he visto esa táctica en otros lugares y creo que abre la discusión a la pregunta de qué es libertad de expresión y qué es un discurso de odio, y cuáles palabras llevan a discriminación.
Si dices que la heterosexualidad es normal y la homosexualidad es enfermedad, y el Estado está apoyando este tipo de ideas, esto no es un debate. Se vuelve una presentación de un solo lado de la moneda.
Pero también creo que los grupos homofóbicos pueden tener sus reuniones, seminarios y todo; pero el activismo por la diversidad sexual estará también en el derecho de protestar, de hacer demostraciones y piquetes. Deberíamos poder defender nuestras opiniones y hacer reuniones aun más grandes, y el Estado debería reconocer igualdad de derechos para todas las opiniones. Eso sería lo mínimo que el Estado puede hacer, siguiendo las leyes internacionales de no discriminación.
Gabriela: Tengo una pregunta acerca de un fenómeno del siglo XXI: el extremismo religioso por todo el mundo. Hay integrismo católico, pentecostalismo, fundamentalismo islámico, sionismo, etc. ¿Qué está pasando con este uso político de la fe?
−La religión es extraña, interesante y compleja. Crecí en una familia judía, y aún conservo algunos valores de esa raíz religiosa. Recuerdo el día en que mi padre murió y toda la sinagoga estuvo la semana entera en nuestra casa. Algunas veces me encerraba en mi cuarto y me preguntaba qué hacían todos en mi casa. Lo que aprendí es que durante este momento tan delicado, el grupo no te deja caer en la terrible desesperación. Si hoy hablo de duelo público y ética política ha sido por esas experiencias.
También, siempre hay una izquierda y una derecha en las religiones. Conozco grupos religiosos, en realidad iglesias de habla hispana en la costa de California, que están a favor del reconocimiento de la diversidad sexual. Hay organizaciones católicas que rompen con la iglesia romana, para recibir personas sexualmente diversas. Hay cardenales y sacerdotes que dicen “no a la discriminación”. Entonces, reconozcamos que el catolicismo es una religión internamente conflictiva y diversa.
Una pregunta que surge es si el problema es la religión o si el problema es la violencia del Estado. ¿Es el problema el extremismo religioso o más bien el extremismo político que algunas veces toma formas religiosas de una manera oportunista? El problema es la idea de que alguna persona por su fe religiosa deba apoyar ciegamente un Estado que se diga inspirado por “Dios”. Creo que es muy importante combatir el extremismo basado en una religión o en un Estado. Donde sea que esté, hay que oponérsele.
Gabriela: Eso nos lleva a la cuestión de qué significa secularismo en el siglo XXI. ¿Una visión secular del mundo puede mediar en estos conflictos religiosos?
−Eso es complejo también. Si el secularismo se plantea como la mediación entre las partes, va a ser muy difícil que personas que se orienten por una religiosidad lo acepten como parte del diálogo. O si los secularistas se plantean como una visión más de avanzada o iluminada, todas esas personas van a decir que no.
Creo que la respuesta va por otro lado. La cuestión es cómo se incluyen personas religiosas y no religiosas en un movimiento democrático que se oponga a este extremismo político, que usa formas religiosas de manera oportunista.
David: ¿Crees que hay otras bases para lo que entendemos por solidaridad en los movimientos sociales?
−Luchas junto a todos ellos y ellas, pero no tienes que amarlos. No creo que el amor sea la base de la solidaridad. A veces puedes sentir adversidad, antagonismo o diferencias con alguien dentro de un movimiento. Pero estás ahí para estar con el movimiento cuando la acción está ocurriendo, y después ir a cenar con tus propios amigos. Creo que reconocer que somos diferentes es la base de la solidaridad, pero eso no es una visión muy popular.
Esto implica que tal vez debamos aceptar más heterogeneidad en las prácticas culturales, más reconocimiento de la diversidad dentro de los movimientos políticos. Es una gran ruptura. A veces significa que estás trabajando con personas con las que no te gustaría sentarte a almorzar.
Algunas veces, durante el movimiento de Occupy Wall Street, me detenía a pensar: “Mmm, este tipo no me cae bien. A este otro le tengo desconfianza”. Pero entendía que estábamos juntos porque nos oponíamos a la aceleración de las desigualdades en Estados Unidos.
Gabriela: ¿Una última idea para cerrar la entrevista?
−Cuando Hannah Arendt escribió el libro sobre Adolf Eichmann y los juicios de Nüremberg, ella en un momento de locura le habla en primera persona a Eichmann y le dice: “Creíste que podías escoger con quién cohabitar la tierra. No tienes ese derecho”. Nadie tiene ese derecho: sería evocar el genocidio. No se puede escoger con quién estás cohabitando la tierra.
¿Quién es Judith Butler?
Decir que el Estado de Israel no representa a toda la comunidad judía ha convertido a esta filósofa estadounidense en una voz crítica hacia el papel de las instituciones religiosas en la esfera pública, y el acontecer del conflicto entre Israel y Palestina.
Judith Butler es, quizá, la filósofa más importante de nuestra época. Imparte clases de literatura y teoría crítica en la Universidad de Berkeley, California desde el año 1993. Ha sido reconocida principalmente por sus aportes a la teoría feminista, la constitución performativa del género y sus aportes a la ética política.
Su influencia no se ha reducido a los pasillos universitarios: ha participado activamente en varios movimientos sociales, entre ellos Occupy Wall Street en el año 2011. Ha asesorado al grupo “Jewish Voice for Peace”, y ha seguido de cerca el encarcelamiento de las artistas rusas de “Pussy Riott”, entre otras cosas.
“Si haces críticas al gobierno terminarás muerto en las calles”
“Las violencias que afectan países como Honduras, Guatemala o México son muy preocupantes. El asesinato de gente sólo por protestar es, creo yo, en función de definir un ejemplo atemorizante a las demás personas.
“Si haces críticas al gobierno terminarás muerto en las calles.” Eso se parece al caso de Ayotzinapa. Sin ignorar las diferentes hipótesis sobre quién los mató, ellos fueron asesinados porque estaban ejerciendo el derecho democrático de protestar, y otras personas decidieron poner un ejemplo aterrador con ellos”.
El caso de Karen Atala (jueza chilena):
“La orientación sexual de cada uno no tiene nada que ver con ser o no un buen padre o madre”
“¡Este es mi caso favorito! Lo que pasó fue que el exesposo de Karen Atala abrió un caso porque consideraba que ella, al ser lesbiana, no calzaba dentro de lo que sería una madre normal, una buena madre. Entre las cosas poco inteligentes que dijo su exmarido estaba el argumento de que la opción sexual de su madre iba a afectar a sus hijos, y no iban a poder crecer como niños normales.
Muchas organizaciones hicieron cartas de apoyo a Karen. Ella me pidió a mí que si podía involucrarme en el caso. Lo hice bajo el argumento de que la orientación sexual de cada uno no tiene nada que ver con ser o no un buen padre o madre. Puedes ser un buen padre o madre y tener muchas orientaciones sexuales; puedes ser un pésimo padre o madre y tener las orientaciones sexuales regulares.
Pero lo más interesante para mí son los resultados de las entrevistas que se han hecho con niños y niñas criados por padres gay o madres lesbianas. Lo que sabemos con bastantes estudios sociológicos al respecto es que esos niños y niñas tienden a seguir las mismas orientaciones sexuales que el promedio nacional. Nada fuera de lo definido como “normal”.