Libre comercio agrede a frijoleros ticos

Un quintal de frijol de China o Nicaragua cuesta unos  ¢16.000, mientras que uno producido en Costa Rica llega a  ¢34.000, lo cual pone

Un quintal de frijol de China o Nicaragua cuesta unos  ¢16.000, mientras que uno producido en Costa Rica llega a  ¢34.000, lo cual pone en seria desventaja al pequeño y mediano productor local. (Foto: Fabián Hernández)

Un quintal de frijol proveniente de China o Nicaragua se vende en el mercado nacional entre los ¢16.000 y  ¢17.000, mientras que el frijol producido en Costa Rica puede costar ¢34.000.

Aunque los agricultores nicaragüenses o chinos ganen salarios paupérrimos y produzcan en la miseria, el Gobierno poco o nada puede hacer para evitar esas importaciones sin violar los acuerdos comerciales internacionales suscritos ni ser infiel a su devoción al libre comercio.

El presidente del Consejo Nacional de la Producción, William Barrantes,  aseguró que el sector frijolero tiene un “problema serio de competitividad” y según lo que se establece en los acuerdos bilaterales y multilaterales de comercio que el país ha suscrito, la producción local “prácticamente está destinada a desaparecer, si los precios están directamente vinculados a los costos de producción y  hay diferencias importantes”, dijo.

No se puede ir en términos del libre comercio, buscando el proteccionismo, porque eso va a golpear a otros sectores productivos del país”, advirtió.

Má allá de la lógica del mercado, productores de frijoles de la zona sur denuncian un “total abandono” del Gobierno y reclaman para que se reduzcan las desventajas que tienen ante la importación de este grano básico, así como por los bajos precios de compra y los altos costos de producción.

Al drama que viven al menos 700 familias que dependen de este cultivo, se sumó un enfrentamiento el pasado 4 de setiembre, cuando un grupo de 300 manifestantes denunciaron ser víctimas de golpes, persecuciones, gases lacrimógenos y 42 detenciones por parte de efectivos de la Fuerza Pública de Pérez Zeledón.

Para el presidente de la Unión de Pequeños y Medianos Agricultores  (UPA Nacional),  Guido Vargas, “todo es producto de la falta de una política nacional de soberanía alimentaria, la cual hemos perdido ante los tratados de libre comercio”.

En su criterio, la situación de los frijoleros en Costa Rica tiene que ver con una “desatención” del Gobierno para integrar una política nacional, que involucre a los ministerios de Agricultura y Ganadería con el de Economía, para la fijación de precios.

Al respecto,

“Para nosotros el sector agroalimentario debe tener una protección, sobre todo a la gente que quedó más desprotegida con el TLC con EE. UU., que es donde se quiebra este modelo solidario y estamos perdiendo cada vez más familias campesinas que no pueden subsistir”, comentó el legislador del PAC Gustavo Arias.

De acuerdo con Álvaro Berrocal, uno de los campesinos afectados, es injusto medir a Costa Rica con la misma balanza que se mide a otros países de donde procede el grano, pues “acá los costos de producción son más altos”.

“En Costa Rica tenemos altos costos de producción, problemas de insumos y de acceso al crédito para el pequeño productor”, argumentó Guido Vargas.

“La gente del campo debe tener seguridad social −y no la tiene− y mejores salarios; pero, en este país ya no se considera a la agricultura importante”, reprochó.

“NOS EMBOSCARON”

“Era una manifestación de tortuguismo; a la altura del puente sobre el río Jilguero  nos emboscaron; llevábamos solo botellas de agua y una bandera; ya lo habíamos levantado (el bloqueo de la Interamericana Sur), pero ellos (las autoridades) no nos dieron los 10 minutos y empezaron a perseguir gente; algunos fueron más golpeados, porque al haber policías por ambos lados, a la gente no le quedó otra que tirarse”, afirmó Álvaro Berrocal.

Lo anterior ocurrió cuando se dirigían en una “marcha silenciosa” para demandar por un “trato más justo para el pequeño productor nacional”, detalló él.

“Deja mucho que desear un gobierno que actúa así contra manifestantes pacíficos, agricultores que tenemos que salir a la calle a defender nuestros derechos, porque estamos perdiendo la tierra y perdiendo nuestros cultivos”, lamentó Berrocal.

La acción de la Fuerza Pública activó la denuncia de diputados de diferentes tendencias políticas y de los candidatos de los partidos Patria Nueva y Frente Amplio.

El diputado y candidato presidencial del Frente Amplio, José María Villalta, espetó duras críticas contra el Gobierno, “por desatender las necesidades de los productores de frijol y maíz, y por desatar la violencia policial”.

“Esta es una muestra más del abandono deliberado en que los gobiernos tradicionales han sumido a la pequeña y mediana producción campesina, especialmente de la que produce alimentos para el mercado interno, con el fin de favorecer a las transnacionales exportadoras y acaparadores de tierras”, denunció Villalta.

Por su parte, Jorge Gamboa, diputado del PAC, criticó que “ante las órdenes de la oficial Marisol Flores”, el grupo policial “arremetió de forma intempestiva contra los manifestantes, quienes fueron golpeados a garrotazos por la policía, de forma violenta, cobarde y con alevosía”.

El Ministerio de Seguridad Pública declinó referirse al tema, hasta que sea resuelto un recurso de hábeas corpus interpuesto por el diputado del Partido Acción Ciudadana (PAC)  Jorge Gamboa.


La tierra ya no da para vivir 

José Eduardo Mora

[email protected]

“Soy Omar Palacios, criado y ensamblado en Los Ángeles de Colinas de Buenos Aires de Puntarenas y toda la vida he sido agricultor, aunque hace seis meses trabajo como guardia del colegio de nuestra comunidad, porque la tierra no da para vivir.

Uno se va endeudando y llega al punto en que ya no tiene para dónde coger. Y entonces fue cuando me salió la oportunidad de trabajar en el colegio, y a mis 42 años me dije: este es un chance que no se puede dejar pasar. Y aquí estoy, trabajando como guardia, pero lo que a mí me gusta, lo que yo soy, es agricultor. Tengo diez hectáreas en las que sembraba frijol y maíz, pero ya lo que uno produce no da para vivir. Los costos son muy altos y así no se puede.

Uno antes decía: con lo que me queda de la cosecha compro una vaquita y después la vendo, pero a como estaba la cosa más bien cada día era más duro y más duro, y ahora estoy aquí de guarda.

Cuando veo pasar a los compañeros a trabajar a sus tierras, a mí como que me da vergüenza hacer lo que estoy haciendo, pero es que no me quedó otra cosa que venirme como guardia, porque yo tengo dos hijos, y una señora que atender.

En estos días patrios sale la gente con chonete, con el bigote del campesino, los niños con esas patillas largas y se pinta la cosa como si de verdad los agricultores fuéramos importantes, pero uno sabe que eso no es así.

Es una lástima que tengamos tan pocos apoyos. A mis dos hijos, a uno que tiene 17 años, le he inculcado el amor por la tierra. Va conmigo a tapar frijoles, pero yo no quiero que ni él ni el más pequeño pase por lo que yo he pasado. No me gusta decir esto, pero diay, a uno le duele que lleguen a ser agricultores, con lo difícil que se puso esto.

Un saco de frijoles, para que la gente tenga una idea, no se vende ni al precio del costo, y pocos saben lo que cuesta producir frijol o maíz.

Y vea, si uno va como agricultor a una institución bancaria, Dios sabe las penurias por las que pasa; entonces me digo: qué tristeza que todo lo que se diga en el país y fuera de él de lo que somos los campesinos no sea cierto.

Estamos relegados; por eso ahora que los compañeros hicieron la protesta en Pérez Zeledón, traté de ayudar hasta donde pude, porque −le insisto− a mí me da un poco de vergüenza no estar trabajando en la tierra, en lo que yo soy y en lo que me siento orgulloso, pero ni el frijol ni el maíz dan para vivir, y más bien uno se ha ido llenando de deudas.

Esto de ser agricultor es para mí la vida, pero le voy a decir que la cosa se enreda cuando uno sale a vender la cosecha: ahí toda esa alegría de la que le hablaba, toda, se le va al suelo, porque si uno se pone a sacar lo que gana con lo que gasta, se desmoraliza. Ojalá algún día nos vean como lo que somos: gente que trabaja con mucho amor la tierra.


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