Rodolfo Cerdas: Urge defender la identidad nacional ante globalismo avasallador

La globalización llegó al país en el peor momento, aseguró el reconocido académico e intelectual Rodolfo Cerdas Cruz,  al analizar la actual crisis económica

La globalización llegó al país en el peor momento, aseguró el reconocido académico e intelectual Rodolfo Cerdas Cruz,  al analizar la actual crisis económica mundial, así como del sistema político de Costa Rica y las oportunidades de recomponerlo.

En tiempos en que el mundo se encuentra sumido en una nueva fase de la crisis financiera del 2008, y el desempleo y la pobreza tocan a la puerta de millones de ciudadanos del planeta, se hace urgente una redefinición del concepto tradicional de nación. Ello incluye la defensa de la identidad nacional frente a los avances y presiones de un globalismo absorbente y avasallador, señaló Cerdas, a quien el Consejo Universitario, el pasado 26 de agosto, le rindió un reconocimiento por su trayectoria de profesor, como parte de los actos de celebración del 71 aniversario de la Universidad de Costa Rica.

A continuación extractos de las consideraciones del investigador y analista político sobre temas abordados en su conferencia “Costa Rica, una identidad en juego”, leída en esa ocasión.

¿Usted dice que la globalización llegó en mal momento al país, por qué?

-La globalización llegó al país en el peor momento, justo cuando estaba sometido a las más diversas tensiones y dificultades internas y externas, y se abocaba a la revisión de sus referentes histórico-sociales más significativos: desde el abandono cabal y necesario del que había sido el eje central definitorio de su concepto de nación y su identidad, hasta el peligro de que, lo que ha sido hasta hoy un exitoso proyecto país, acabe convertido en solo un pintoresco punto geográfico en el mapa, de mero interés turístico por sus paisajes y su indudable riqueza ecológica, ahora en proceso de deterioro por una sobreexplotación desorbitada.

A ello se le suman las fuertes tensiones que genera la creciente desigualdad social, el aumento de la pobreza y la marginación, así como el empobrecimiento acelerado de los sectores medios, otrora firme sostén del régimen democrático.

¿Y con una crisis política?

– Además, una aguda crisis del sistema político, gracias a una inducida, paulatina y negativa metamorfosis de su democracia representativa en otra de carácter delegativo, sobre la base de un régimen presidencialista caduco y antidemocrático. Asimismo, de un poder legislativo impotente, paralizado y escasamente representativo, de una profunda crisis de liderazgo de partidos y del sistema partidario mismo. Y finalmente, de una bancarrota del Estado, cada vez más contrapuesto a la nación por sus crecientes perfiles plutocráticos, por la hegemonía social y política de múltiples y enriquecidas redes familiares que controlan y se reparten las estructuras de poder, y por la generalizada obsolescencia, disfuncionalidad y burocratización de su gestión pública.

¿En ese contexto cómo había que abordar la globalización?

-Resulta obvia la necesidad de que la globalización no sea abordada como un hecho económico puntual y aislado, sino desde una perspectiva más amplia y evolutiva: como un complejo proceso histórico, económico, tecnológico, social y cultural, que cerró el siglo XX y abrió el siglo XXI. Un dinámico fenómeno social que, visto en una perspectiva de larga duración, implica un cambio enraizado en el viejo sistema capitalista, pero ya no en su superada fase de libre competencia, sino en la del predominio del gran capital financiero y los grandes bancos y consorcios transnacionales.

Desde un ángulo puramente nacional, parece haber una lección que las dirigencias políticas criollas no deberían seguir negándose a reconocer, no obstante los resultados positivos que obtuvieron cada vez que aplicaron la enseñanza: Y es que basta de imitar las experiencias y modelos gestados desde el exterior, en realidades distintas a la nuestra. Llegó el momento histórico para que los responsables políticos, económicos y jurídicos de la nación, sin dejar de ser testigos y beneficiarios de lo que se crea en el mundo entero, tengan el valor de pensar con su propia cabeza, para ajustarse mejor a las condiciones de ese mundo y de su país, pero a partir de las particularidades y realidades de este.

¿Está hablando de retomar lo que se ha llamado el camino costarricense de desarrollo?

-Fue el camino que siguieron los liberales del siglo XIX, cuando transformaron la educación y el Estado, creando unas condiciones excelentes que aún hoy nos dan pie para sostenernos. Fue, asimismo, el que tomaron los caldero-comunistas de los años cuarenta, gestores de la gran reforma social; y diez años más tarde, el que adoptaron José Figueres Ferrer y el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, para la modernización del país.

Como dice el Consenso de Brasilia, sin ignorar la globalización, pero sin someterse a ella, nuestros pueblos tienen ante sí la tarea de gobernarla. Por eso se necesita un nuevo pacto de gobernabilidad global, que debe incluir un nuevo contrato moral por la paz, y un nuevo pacto que haga equitativos los flujos económicos internacionales, controle la especulación financiera y democratice las comunicaciones, para construir un orden de desarrollo compartido que libere a la humanidad de las ruinas sociales de la pobreza y la desigualdad.

Todo un desafío…

-El país tiene el reto de construir una nueva democracia: justa en lo social, equilibrada en lo económico y lo político, igualitaria en las oportunidades, participativa y no solo políticamente representativa; con controles efectivos, con rendición cabal de cuentas y con mecanismos para exigir responsabilidades; solidaria a nivel nacional y a escala internacional con las causas en las cuales está en juego el futuro de la humanidad y del planeta.

Es una tarea histórica que va mucho más allá de la gestión de cualquier iluminado o de dirigencias políticas, tecnocráticas o estatales burocratizadas; menos aún de élites corruptas, cortoplacistas y divorciadas del pueblo. Se trata de una amplia misión histórica, capaz de poner a la nación en condiciones de comprender a plenitud el significado y los alcances de la nueva realidad que nos ha traído la globalización; pero capaz, asimismo, de preservar y fortalecer su identidad, en plena concordancia con la aspiración legítima de hallar su propio camino y afrontar la tarea necesaria y difícil de gobernar esa globalización en beneficio de la nación.

Esta es una hora de inflexión en la que está en juego la identidad nacional. De allí que el conflicto político sea menos entre liberales y estatistas, que entre conservadores globalizantes y nacional reformistas, lo cual crea espacios nuevos para una eventual recomposición política, a la que aún no parecen haber llegado los actores principales.

¿En estas condiciones se puede realmente evitar la erosión de la nacionalidad y la democracia?

-La  globalización no produce los mismos resultados, ni se manifiesta de igual modo en realidades sociales y políticas diferentes. De ahí que dentro de las asimetrías, contradicciones y disparidades que se dan en los países, parece haber llegado la hora de que naciones pequeñas, con las potencialidades humanas y culturales de Costa Rica, solo tengan futuro si emerge y se consolida una élite decente, como la que ayudó a construir esta patria que tenemos.

De ahí la necesidad y urgencia, no solo de aprender a gobernar la globalización sino, como decía don Ricardo Jiménez, de saber cómo reencontrar el camino costarricense del desarrollo, en libertad y con equidad.

¿De dónde saldría una élite con esa visión?

-Esa élite puede salir del hastío político con el actual sistema electoral y con los partidos políticos tradicionales, que han devenido obsoletos, ineficientes y sin perspectiva de cambio.

¿Cabe esperar eso de las fuerzas y partidos políticos actuales,  con el desprestigio y el rechazo que hay hacia los políticos?

-En política electoral y partidaria es casi imposible hacer tabla rasa con lo preexistente. De un modo u otro, tendrá que haber transacciones y acuerdos para que cualquier proyecto tenga perspectiva.

El rechazo a «los políticos» en realidad no es rechazo a la política sino, como se ha visto en todas las encuestas, a la politiquería, la corrupción y la concentración de poder.  De allí que subsistan grupos tradicionales, cacicazgos y argollas electorales de diverso tipo.

-¿Ve posible, como esperan algunos, que la alianza de partidos opositores en la Asamblea Legislativa de pie a la creación de una alternativa para disputar el poder a Liberación Nacional?

-Puede ser, dado que tiene gente muy valiosa, ideas y hay condiciones que les son favorables. Cómo aprovecharán estas posibilidades y si las divergencias históricas y, sobre todo, la terquedad política de algunos, van a jugar un papel negativo, está aún por verse; y las consecuencias que ello puede tener, puede dar al traste con el proyecto de renovación partidaria.

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