Rescatan valor histórico y artístico de las máscaras

Los coloridos trajes de la tradicional Giganta y el Diablo zarandearon nuestras ilusiones y sueños durante la niñez; el tambaleo de sus largas manos

Los coloridos trajes de la tradicional Giganta y el Diablo zarandearon nuestras ilusiones y sueños durante la niñez; el tambaleo de sus largas manos y sus torpes y a la vez impresionantes bailes, asustaron a más de un infante en los turnos de pueblo.

Los retumbos de las bombetas, el explosivo ritmo de las cimarronas y los graciosos diseños de moda de los tradicionales payasos abrumaron las almas de quienes disfrutamos de soleadas tardes de algodón de azúcar, son y danza.

Las mascaradas: una costumbre que en tiquicia une a toda la población costarricense, sin distinción de edad o de clase social, demuestra cómo las huellas y raíces culturales de nuestros antepasados han sido grabadas sobre la arcilla por medio de las manos mágicas de artistas mascareros.

Un rito con más de un siglo; una práctica que traspasa generaciones, un caleidoscopio del pasado que remite a mil imágenes sobre el costumbrismo tico fueron plasmados en la obra Procedimientos básicos para la elaboración de máscaras con técnicas artesanales.

La M.Sc. Vania Solano Laclé, antropóloga de la Vicerrectoría de Acción Social (VAS) de la Universidad de Costa Rica (UCR), en conjunto con el artista mascarero Guillermo Martínez Solano, rescataron el arte de hacer máscaras en un manual que explica las distintas técnicas y materiales que se utilizan en esta tradición artesanal.

 

Luego de realizar una investigación sobre el significado de las máscaras como elemento festivo de las celebraciones populares centroamericanas, la investigadora conoció durante el proceso a Martínez, quien es artesano y colecciona piezas (máscaras que se usaban en fiestas religiosas) con más de un siglo de existencia.

El objetivo del estudio de Solano se centró en encontrar las raíces que motivan esta costumbre ancestral como mecanismo de manifestación cultural de nuestros pueblos.

La guía contiene además la historia de la tradición costarricense y los procedimientos para la confección de caretas, a partir de materiales como madera, tela, cuero, petatillo y cedazo.

En el manual Procedimientos básicos para la elaboración de máscaras con técnicas artesanales se explican las pautas en la preparación de las masillas (goma casera o arcilla); los pasos para la confección de los vestidos y accesorios de los personajes (pelucas y estructuras, entre otros) y los materiales necesarios para el proceso de diseño.

Solano destacó la importancia sociocultural de la enseñanza y transmisión de la costumbre costarricense de elaborar máscaras y comentó que el objetivo principal de la publicación es difundir los conocimientos y técnicas sobre la tradición mascarera a lo largo del territorio nacional.

“Deseamos que las personas puedan conocer esta tradición artesana de más de un siglo, para aprovecharla en la creación de nuevos personajes de sus propias comunidades”, manifestó Solano.

Además de la confección del manual gráfico, la VAS creó una serie de espacios, entre estos la Expo-UCR 2011, en los cuales Martínez y su familia desarrollan talleres para enseñar el arte de hacer máscaras.

“Los talleres construyen un bello espacio de convivencia e intercambio entre personas de múltiples edades y afinidades, entre hijas y padres, abuelos y nietos, entre parejas y amistades”, agregó Solano.

En estos talleres, las personas participantes aprenden a elaborar caretas con todo tipo de materiales, algunos de reciclaje, y utilizan los moldes de la colección de la familia Martínez Solano para diseñar las figuras.

LA TRADICIÓN DE LA FAMILIA MARTÍNEZ SOLANO

La familia cartaginesa Martínez Solano se ha dedicado durante varias generaciones a la elaboración de máscaras. Fue en 1948, cuando los hermanos Avelino y Guillermo Martínez rescataron las piezas artísticas del reconocido mascarero Jesús Valerín.

Ellos le compraron a la esposa de Valerín las máscaras de los principales personajes de San Rafael de Oreamuno, como por ejemplo la cabeza del enano, el hipopótamo, la llorona y el diplomático.

Además, los hermanos Martínez encontraron y conservaron varias máscaras de petatillo y cedazo y unos moldes de arcilla y madera que datan de 1887.

Es así como la tradición mascarera se mantiene en esta familia. Esposas, hijos e hijos de los Martínez también participan en la producción y la enseñanza de las técnicas artísticas para la confección de máscaras.

Además de vender sus máscaras en los pasacalles o en las fiestas patronales y religiosas de los pueblos, Guillermo Martínez y su familia han desarrollado de manera constante desde hace más de una década talleres creativos en escuelas y colegios.

Silvia Martínez, hija de don Guillermo, explicó que esta labor es de suma importancia para que la tradición mascarera no se pierda y consideró que por medio de este tipo de actividades el rol de la mujer en la sociedad obtiene más valor.

“Estos procesos son valiosos, pues las amas de casa podemos salir de la rutina, aprender y aplicar los conocimientos obtenidos en los talleres y así dejar un gran aporte a la sociedad”, comentó.

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