El actual vicerrector de Administración de la Universidad de Costa Rica (UCR) y candidato a la Rectoría, Héctor González, defendió la negociación del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) y el préstamo por $200 millones con el Banco Mundial para infraestructura.
En entrevista con UNIVERSIDAD, el candidato manifestó su interés por establecer acciones afirmativas en el proceso de admisión y que se aprovechen mejor los recursos con las otras universidades públicas para beneficiar más a las regiones.
González sostuvo una conversación con este Semanario el pasado 15 de marzo, en una entrevista en la cual participaron la directora de este medio, Laura Martínez; el jefe de Redacción, Eduardo Ramírez; y los redactores Javier Córdoba, Sergio Zúñiga, Jasson Clarke y Emmanuel García.
El Tribunal Electoral Universitario fue el encargado de realizar la rifa en el que se estableció el orden de las entrevistas, que realiza este medio a los tres aspirantes a la Rectoría de la institución, de cara a las elecciones del próximo 13 de abril.¿Cree que los criterios de la UCR sobre diversos temas mantienen el mismo peso en la sociedad costarricense actualmente?
-La Universidad de Costa Rica desde su fundación, heredera de la Universidad de Santo Tomás, ha mantenido una posición de “Lucem Aspicio”, de ser la institución que por medio de la reflexión y de la participación de sus académicos y académicas, le señala al país las diferentes problemáticas. Siempre ha tenido ese rol y siempre ha estado presente. No debemos olvidar que cuando se crea la universidad en los años 40, era una coyuntura muy especial, donde había por diferentes grupos la definición de un modelo de sociedad y de desarrollo social y cultural, en el cuál muchos de los académicos de la Universidad participan. La misma participación de los académicos en la constituyente es la que moldea el modelo de desarrollo que nos va a definir el proyecto de sociedad por los próximos 50 años. En los procesos siguientes la UCR contribuye activamente en las discusiones que se dan en el país. En la década de los 80 surge un modelo de desarrollo liberal que ha generado un ensanchamiento de brechas y la Universidad siempre ha dicho y ha estado presente.
¿Pero mantiene ese liderazgo?
-Hay algunas voces de grupos que a veces tratan de invisibilizar la presencia universitaria en la sociedad. Pero constantemente en la definición de políticas y de ciertos espacios, la UCR adquiere la centralidad, por el rigor, la credibilidad y las capacidades que le dan los académicos y académicas que están en la institución.
En las luchas encabezadas por la UCR, algunos sectores llaman a los universitarios como “los chancletudos”. ¿Será necesario cambiar la forma en que la Universidad expresa sus planteamientos?
-La UCR siempre ha participado y luchado por la construcción de un país más inclusivo, más equitativo, por la reducción de las brechas, por un país más justo.
Se ha pronunciado por las luchas salariales, por la no privatización del ICE, ha acompañado la defensa de las pensiones de los maestros, o en la lucha contra Crucitas y la defensa del medio ambiente. También para defender nuestro presupuesto y autonomía. En todas estas participaciones lo ha hecho de manera digna y eso es muy reconocido. La UCR tiene sus formas de expresión, en algunas de sus luchas ha salido muy victoriosa. Cada grupo tiene formas de reivindicarse. No podría estar de acuerdo en manifestaciones que limiten la libertad de expresión de otros o pongan en riesgo la integridad física y se recurra a la violencia.
Sobre la negociación del FEES, que incluye la el préstamo por $200 millones con el Banco Mundial, ¿cree que ese acuerdo satisface el modelo de universidad pública del país?
-Hablar de la negociación del FEES requiere manejar los contextos, y visto a posteriori fue muy compleja por condiciones importantes: había una crisis económica nacional y mundial, en segundo lugar se dio un proceso con cambio de figuras de gobierno, y había dos figuras de las universidades que también iban a cambiar, pues habían concluido sus mandatos. Bajo esas condiciones, fue el mejor FEES que se pudo haber tenido. Ese proceso de negociación permite un crecimiento real de 4.5%, más el reconocimiento de la inflación, y vincula su progresión a llegar a representar el 1.5% del Producto Interno Bruto, que en términos generales es una cifra bastante importante. Ese financiamiento marca una diferencia de lo que está sucediendo en América Latina, como en México y Argentina donde se han reducido los fondos.
Un componente importante en ese convenio, es el préstamo con el Banco Mundial, en el que vamos a tener un crédito del gobierno con una agencia internacional; el Gobierno va a conseguir recursos que van a ser utilizados en desarrollo de infraestructura, becarios al exterior, equipamiento y becas a estudiantes. Quien escoge la agencia financiadora es el Gobierno, y escogió al Banco Mundial. Hasta ahora las universidades vienen en un proceso de negociación donde lo que ha primado es el criterio de decisión de las universidades.
Uno de sus adversarios dice que se puede renegociar ese préstamo…
-Lo que yo estoy diciendo es que estamos en un proceso de negociación y por tanto no hay nada que renegociar en una negociación que no se ha terminado. La idea es que el espacio de negociación hasta ahora respeta las condiciones de autonomía que tienen las universidades. En el momento en que eso no se diera, soy el primero el que diría que hay que hacer respetar la autonomía.
¿Se debió distribuir el préstamo del Banco Mundial proporcionalmente al tamaño de cada universidad y no en partes iguales?
-Se dio una negociación donde se establecían las necesidades de infraestructura, y como la UCR venía desarrollando un mecanismo adicional para el desarrollo de infraestructura a mediano plazo con los megaproyectos, el Gobierno fue el que más insistió en los apoyos necesarios a la Universidad Estatal a Distancia (UNED), que tiene más necesidades en espacios de infraestructura.
¿Y esa distribución es justa?
-Creo que debía haber un criterio de proporcionalidad; realmente las necesidades en las cuatro universidades son grandes. Nosotros tenemos unas finanzas sanas, que nos permiten mantener nuestras políticas de contratación, de becas, tanto para estudiantes como profesores becarios, y nos permiten tener infraestructura propia. Ese es un esfuerzo de la UCR de más de dos décadas. Siempre planteamos el criterio que si bien tenemos esas posibilidades de desarrollo, no nos tienen que penalizar por hacer las cosas bien, y ese es el criterio que nosotros mantenemos y defendemos.
¿Considera que los megaproyectos se pudieron haber tenido completos antes de lo que se había proyectado?
-El desarrollo de los megaproyectos debe verse desde varias aristas y dimensiones; creo que hay una que es importante y la hemos obviado: en realidad fue un desafío intelectual muy importante. El fideicomiso no es una figura que se haya desarrollado en el país, y es una figura que está regulada en el Código de Comercio por tres o cuatro artículos. Entonces ese trabajo de desarrollo de concepción, de producción de mecanismos para asegurarse una figura sólida que tuviera los pesos y contrapesos, fue un proceso arduo de construcción, que contó con la participación de académicos de la Universidad. La única experiencia que se había tenido es del ICE en dos proyectos.
Logramos dos contratos firmados y refrendados por la Contraloría General de la República, y en ese momento el Banco Central pide regular y reglamentar los fideicomisos para el desarrollo de obra pública. Con el fideicomiso la Universidad establece convenio con un organismo financiero, cede los terrenos para que la UCR construya ciertos edificios en ciertas condiciones. Una vez construidos, la UCR alquila los edificios, y al final de ese periodo los edificios pasan a propiedad de la Universidad por un valor de rescate. El desarrollo con el Banco Nacional fue difícil, porque nosotros definíamos estrategias donde considerábamos las posibilidades de financiamiento en recursos, créditos puentes, recursos privados y la captación de oferta pública. Pero el Banco Nacional no estaba abierto a todas estas opciones y se toma la decisión de cambiar de socio, por lo que nos cambiamos al Banco de Costa Rica.
La definición del desarrollo de estos megaproyectos nace de una serie de necesidades expresadas por las unidades académicas, donde todos participaron en su definición y diseño. La expectativa con el nuevo edificio de la Facultad de Ciencias Sociales era iniciar en marzo, pero en cuanto se terminen los movimientos de tierra, se inicia la construcción.
¿Cree usted que los ajustes salariales en la UCR deben ser iguales a los del resto del sector público por un criterio de igualdad o deben manejarse dentro de la autonomía?
-La Universidad tiene su propio régimen de contratación y de salarios, y debe desarrollarlo. En realidad son dos regímenes: el administrativo y el docente. La Universidad tiene la pertinencia y los conocimientos para establecer la remuneración adecuada.
Por las condiciones de financiamiento anteriores, se dio un deterioro en las condiciones salariales. No es por casualidad que los estudios hechos por el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) mostraban que nosotros no alcanzábamos el percentil 50 y que había una diferencia en términos del salario mínimo profesional que se les pagaba a los docentes, en relación con el salario mínimo profesional del sector público. A partir de ahí, se implementa una política salarial que hace un incremento del 2% anual durante cinco años. Eso permitió que los salarios —en comparación con el sector público— se ubiquen en una posición media. El IICE debe realizar un análisis cada dos años y compararlo con el sector público, para mantener la meta. Con el incremento que se dio en el sector público al final del gobierno de don Óscar Arias, hubo algunos desajustes y por eso hemos mantenido las revisiones periódicas. No podemos claudicar, sino el esfuerzo de los últimos 6 años se viene abajo. Si queremos una política salarial justa, en condiciones de crisis, no puede ser menor al costo de vida. Sería ilógico que formando a profesionales en el extranjero. Si no mantenemos los salarios, los estamos invitando a que se vayan. Mantener una política estable significa que los académicos se puedan identificar más con la universidad.
Con la relación 80-20 (80% salarios y 20% inversión) que ha mantenido la UCR desde hace dos décadas, tenemos opciones para mantener una estructura salarial buena.
Por mucho tiempo se ha criticado el tema de la admisión de la UCR. Se dice que es un sistema excluyente para los estudiantes de escasos recursos económicos. ¿Es necesario modificar el sistema de admisión?
-Sí. Creo que existe un compromiso de la Universidad para atender esa demanda insatisfecha y que es muy importante replantearse ese sistema de admisión. Debe hacer énfasis en las regiones, para beneficiar a estudiantes que vienen de familias en condiciones económicas desfavorables, a las poblaciones indígenas y también a aquellos que por el lugar en que viven acceden a una formación en segundaria que no es de buena calidad. La universidad debe desarrollar políticas afirmativas —y yo diría poner acentos—, para la admisión de esos estudiantes. No solo se debe ver la admisión; es un problema más amplio y complejo. Esto no va en detrimento del examen de admisión ni en detrimento de la calidad en la Universidad. A la par de eso hay que generar un acompañamiento que no solo tiene que ver con las condiciones socioeconómicas, sino que tiene que haber un acompañamiento académico, que le permita al estudiante tener un paso exitoso por la universidad.
¿Por qué no se han aplicado las acciones afirmativas, si se habla de eso desde hace bastante tiempo?
-En los contextos de un financiamiento estrecho, la UCR fue cautelosa. En estos momentos, la Universidad tiene que dar ese paso. Siempre ha tratado de buscar la excelencia, generar un desarrollo con pertinencia e impacto; en algunos círculos se hace la idea que esa acción afirmativa riñe con la calidad. Eso se puede hacer bajo esa idea de acompañamiento. Debe haber una mejora, porque debe haber un sistema que le dé seguimiento al estudiante.
Otra de las críticas que se le hacen a la UCR es que los horarios y la disponibilidad de cursos ayudan más que todo a las personas que pueden dedicar el día a estudiar, mientras que para quienes trabajan y requieren estudiar de noche o fines de semana las opciones son muy limitadas. ¿Qué plantea al respecto?
-Eso es un problema que es complejo. Desde la Vicerrectoría de Docencia se tomaron acciones, con una directriz que fija unas franjas horarias para sacar mayor uso a las aulas. Sin embargo, es importante potenciar el uso de esas aulas y laboratorios. Deberían generarse lineamientos para utilizar aulas en esos rangos. La utilización de aulas, la administración de las aulas, depende de las decanaturas y se genera con la oferta de cursos. Con la construcción de los edificios de Ingeniería y Ciencias Sociales se va a incrementar la cantidad de aulas disponibles. Se debe recuperar la utilización de los sábados y la oferta de la franja horaria que permita sacar mayor provecho.
Tanto el informe Estado de la Nación como el Estado de la Educación señalan que hay un exceso en la oferta de carreras con mercado laboral saturado, mientras que en otras de alta demanda, como las ingenierías, existe un faltante. ¿Qué debe hacer la UCR? ¿Debe ajustar su oferta a lo que exige el mercado laboral?
-En una sociedad en proceso de desarrollo no puedo pensar que la formación profesional esté sobrando. La formación de las personas permite que tengan participaciones más creativas, que sean capaces de analizar problemas complejos, que puedan dar respuestas completas y que puedan generar soluciones creativas para beneficio del país. Una universidad no debe formar solo bajo el criterio de mercado, sino abrir oportunidades y diversificar la oferta y ampliar sobre diferentes opciones.
¿Forma la Universidad más empleados que personas con capacidad para emprender proyectos propios?
-Creo que la Universidad viene haciendo esfuerzos, como el programa de liderazgos; debe generar espacios con una formación más integral para los estudiantes, que permita apoyar esas opciones. Creo que se puede fortalecer el programa de liderazgo y emprendimiento. La Universidad debe poner énfasis a los liderazgos colectivos. Olvidamos que el fenómeno organizacional es un fenómeno social, que no es el producto de una persona, sino el producto de grupos que son capaces de coordinar su trabajo, de interactuar, de dedicarse y luchar por las cosas que consideran importantes.
¿Cuáles son sus planes respecto a la regionalización? ¿Piensa que la UCR debe incursionar en alguna zona del país en la cual aún no tiene presencia?
-La Universidad tiene es una serie de espacios a los que no les hemos dado toda la atención. Ahora debe aprovechar esos espacios y potenciarlos, para generar condiciones de desarrollo y para que las sedes adquieran identidades propias. Con la práctica en vinculación con las comunidades, pueden convertirse en un verdadero agente de desarrollo en la región. Debemos potenciar el sistema educativo y debemos aprovechar las infraestructuras que existen con las otras universidades. Las experiencias son importantes para el fortalecimiento de las regiones. Debe haber una estrategia combinada.
En el tema de la interinidad, ¿Cómo planea usted resolverlo?
-Definitivamente debemos tomar alguna acción para atender el problema de la interinidad. Desde el punto de vista de los funcionarios administrativos, venimos desarrollando una política desde hace cuatro años, cuando se hizo un estudio de los “picadillos” de tiempos, para ver el efecto y el impacto. Lo que se hizo fue un trabajo de coordinación entre las oficinas, para ir definiendo las plazas. Metimos cerca de 205 de esos “picadillos” de tiempos en la relación de puestos, para ir resolviendo el problema.
En el caso de los académicos, la situación es preocupante. Se han venido haciendo esfuerzos en los últimos años y se han creado entre el 2004 y 2012, 720 tiempos completos docentes en la institución.
En aras de la transparencia con la comunidad universitaria, nos gustaría conocer ¿quiénes integrarán su equipo de Vicerrectores?
-Esa es una pregunta que me han hecho en muchos espacios. Nuestro estatuto orgánico establece que al que se elige es al rector o rectora. Lo hace porque tiene algo de pertinencia, en el sentido de que consolida un equipo de trabajo y no se debe elegir a ese equipo, porque eso generaría una politización de esos vicerrectores. Ha sido sano mantenerlo de esa manera. No podría pensar que voy a llamar a un grupo de personas para ofrecerles algo que no tengo, porque todavía no soy rector. Eso no es correcto.